Cada año hay un día en que la ONU nos recuerda que la pobreza debe ser erradicada. Es el 17 de octubre. Ese anhelo es posible si nos referimos a la pobreza que se hereda, a la pobreza que se produce al trabajar, a la pobreza que se administra con los programas de gobierno y a la pobreza que sirve como campo fértil para la cosecha de votos.

Desde “Frente a la Pobreza”, una iniciativa de sociedad civil, hemos elaborado un análisis sintético de estas “pobrezas” y concluimos con propuestas para superarlas. El documento “MX sin pobreza” está en: frentealapobreza.mx.

Comparto algunas ideas. De entrada, lo importante es definir y acordar los cambios estructurales que permitan que México asuma un nuevo modelo de desarrollo. Un modelo que establezca un auténtico régimen de bienestar.

La pobreza que se hereda se concentra en territorios rurales e indígenas del sur sureste del país. Es una pobreza crónica y endémica que se arraiga por décadas, especialmente de Chiapas, Oaxaca y Guerrero. Y también en regiones marginadas de Veracruz, Puebla y otros estados.

Es una pobreza que acumula desventajas desde la cuna con la desnutrición crónica que afecta el desarrollo del cerebro en los primeros años de vida. Continúa con educación deficiente durante la niñez y la adolescencia. Se complica con la deserción escolar y se consolida con la falta de oportunidades económicas por trabajos precarios y sin remuneración suficiente.

La pobreza mayoritaria en el país es urbana. La mayor parte se produce en el mundo del trabajo, que deja de ser la puerta de salida, se convierte en fábrica de pobreza.

México tiene un “mercado laboral” deformado y excluyente donde 6 de cada 10 personas trabajan sin ingreso suficiente para adquirir la canasta básica para ellas y una persona más. Y donde al menos 4 de cada 10 personas empleadas carecen de seguridad social. Quien les emplea, aún en la economía formal les convierte en “informales”.

Lamentablemente, las respuestas desde los gobiernos, y por desgracia, el gobierno federal actual no es tan diferente como su discurso lo pretende, son programas que en lugar de resolver las causas, administran la pobreza.

La gran mayoría de los programas de los gobiernos son “miniprogramas”, sobre todo en los estados son ocurrencias sin la menor institucionalidad. Sirven para simular o peor aún para lucro político.

Hay un pequeño grupo de programas que tienen el tamaño y condiciones para ofrecer resultados, pero con un alcance muy limitado. Son esfuerzos aislados, positivos en sí mismos, pero que no modifican las causas de raíz.

Por ejemplo, las becas para que niñas, niños y jóvenes de familias en pobreza no dejen la escuela por falta de recursos. Este tipo de programas, como Progresa / Oportunidades, y hoy las Becas Benito Juárez, pueden ser efectivas para promover la permanencia y el avance escolar. Pero si no se acompañan con un esfuerzo de mejora de la calidad educativa -como sucede hasta ahora- no redundan en aprendizajes que posibiliten romper la transmisión de la pobreza.

La situación se complica cuando además se facilita el lucro político con la pobreza, mediante prácticas de coacción del voto que abusan de las necesidades e indefensión de las personas.

Todo esto puede ser erradicado. Les invito a conocer el documento “MX sin pobreza”. Construyamos el acuerdo que nos permita erradicar estas pobrezas.

Consultor internacional en programas sociales.
@rghermosillo

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