A Carmen Aristegui y Carlos Loret, en sendas batallas por su libertad a expresarse.

El presidente López Obrador encara uno de los periodos más ríspidos de su gestión, de suyo plena de confrontaciones con una amplia gama de actores, desde empresarios y clases medias hasta periodistas y gobiernos extranjeros. Lo singular del momento es que el impacto de las diatribas mañaneras desnuda ya un desgaste en el blindaje social del mandatario y costos agregados para sus aliados más cercanos.

El Presidente concentra dosis de poder no conocidas por sus antecesores al menos en los últimos 30 años. Pero las cosas no parecen estarle saliendo bien. Desde Palacio surgen reportes de una atmósfera cargada de ansiedad y un ánimo presidencial endurecido y encerrado en su tozudez, lo que se está traduciendo en los números crudos de estudios encargados por oficinas públicas estratégicas.

De acuerdo con encuestas realizadas por oficinas clave de la autodenominada cuarta transformación, la imagen del Presidente se ha empezado a contraer en regiones relevantes del país. Ello incluye a la Ciudad de México, reportada en el lugar 17 de las entidades en las que existe mayor respaldo al mandatario. La lista es encabezada por Campeche y Tabasco, donde existe un apoyo virtualmente absoluto.

Una nueva perspectiva sobre las cifras arrojadas por esos estudios arrojaría la conclusión inicial de que, por ejemplo, la aceptación presidencial en la capital del país se ha ido deslizando hacia los 50-52 puntos, mientras que la de la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, se conserva en torno a los 70. Vista a través de ese cristal, la derrota electoral sufrida por Morena el año pasado en la ciudad podría atribuirse no tanto a la señora Sheinbaum como al efecto colateral ocasionado por el distanciamiento de los votantes con respecto a López Obrador.

El problema ha ido más allá. Dentro de Morena se sabe que 55% del electorado en la ciudad avala a la 4T , mientras el 45% restante se le opone. Poco se ha debatido por qué sólo uno de cada tres simpatizantes del partido del Presidente salió a votar el año pasado, pero 7 de cada 10 de los opositores acudió a las urnas, incluso si debió hacer largas filas. La apuesta futura parece echada en retener la base de apoyo a la 4T (dando por perdidas a las capas opositoras) y movilizarla en cada cita electoral y en todo el país, de aquí al 2024.

Un catalizador central de todo este proceso ha sido la convocatoria a una consulta de revocación-ratificación, cuyas dolencias jurídicas y políticas nos han traído múltiples sobresaltos, purgas en el gabinete, batallas en el Congreso y riesgos de fractura en Morena .

Una vez consumado este episodio, el 10 de abril, tendremos frente a nosotros una votación exigua, pero simbólica: 10 millones de votos en el mejor de los casos, menos de 25% de los necesarios para tener efecto legal vinculatorio. Con una mayoría de sufragios en favor de López Obrador, ante la previsible apatía de la oposición. Y a partir de ahí, cada quién tejerá su estrategia para la siguiente etapa.

Apuntes: Delfina Gómez, secretaria de Educación, operó durante meses, en solitario, una nueva candidatura al gobierno del Estado de México, pero el cartel extraoficial de aspirantes sumó dos cartas: Alejandro Encinas, subsecretario de Gobernación, y Mario Delgado, dirigente del Morena. El viraje puede atribuirse a la multa del INE por los “diezmos” que se cobraron a trabajadores del municipio de Texcoco cuando la señora Gómez fue alcaldesa (2013-2015). Pero sobran quienes encuentran en el cambio la mano de Adán Augusto López, secretario de Gobernación.


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