El 2021 será un año emblemático para México, un año de grandes retos y desafíos. Venimos de una tormenta que ha provocado muerte, desolación, angustia, miedo y desamparo económico; una verdadera calamidad nacional. Somos sobrevivientes del infortunio y debemos prepararnos para proteger nuestra vida. Una vez más nos enfrentaremos a los fantasmas que aún recorren el mundo: pandemia, inseguridad, parálisis económica y, para colmo, frentes fríos, huracanes y tormentas provocando grandes daños a la población. Por fortuna nada es eterno, pronto vendrán la calma y el nuevo amanecer.

Nuestra principal responsabilidad es conservar la vida, extremar nuestro cuidado, no bajar la guardia, buscar nuevas formas de convivencia familiar y trabajo productivo, así como descubrir el lado generoso y bueno de nuestra existencia. «Somos otros, ya no somos los mismos». Estamos frente a un desafío, está a prueba nuestra capacidad de redención

El gobierno está en una encrucijada. Llegó la hora de la verdad, el momento de dar resultados concretos; su reto es mayor y su prueba, definitiva. Apostemos a que le vaya bien, estamos en el mismo barco, somos viajeros en un mar proceloso y a todos nos conviene llegar sanos y salvos a buen puerto. Eso sí, y es conveniente precisarlo, el gobierno debe asumir su responsabilidad constitucional de salvaguardar nuestra existencia y garantizar nuestras libertades, salud, seguridad y oportunidades de realización social. Esta es su gran tarea, su oficio irrenunciable. Es el momento en el que el presidente Andrés Manuel López Obrador debe dar un golpe de timón: convocar a la unidad nacional y construir un acuerdo político para que, juntos, podamos superar esta crisis humanitaria.

En tiempos de crisis el compromiso es de todos. No debemos estar al margen y desatender este reclamo nacional. El clima político es turbulento. La polarización cobra niveles peligrosos y hay temor, tristeza y coraje en el alma mexicana. Una propuesta inteligente de gobierno es llamar a serenar los ánimos y proponer una tregua a la beligerancia. Esta iniciativa de ninguna manera propone cancelar el debate actual sobre diversos asuntos en litigio político y el derecho de los grupos a disentir y hacerlo fuerte y hasta con estridencia. Es el signo de la democracia.

México merece esta consideración política. Sin embargo, me temo que esta iniciativa no tenga futuro y no prospere en el ánimo del presidente López Obrador. Su realidad es otra, el gobierno va de frente sin dar espacio a ninguna negociación, está convencido de su razón de ser y su mandato es liquidar el pasado y avanzar en su cuarta transformación. En el fondo tiene la idea firme de que cualquier ventaja a los contrarios iría en detrimento de su proyecto transformador. Una concepción parecida a la que se dio en el siglo XIX entre liberales y conservadores, una idea similar a la sentencia política de Carranza: «Revolución que tranza, Revolución perdida.»

Nuestra realidad es la confrontación y el conflicto como instrumento conductor para obtener simpatías y apoyos. Por otra parte, existen fuertes contrapesos al gobierno. No es correcta la versión de que no hay oposición. La hay y fuerte. Los analistas con frecuencia recorren un camino fácil y con lugares comunes; en general coinciden y caen en la falsa apreciación de que se adolece de contrapesos contra el gobierno. Estas aseveraciones no corresponden a la realidad, las oposiciones están a la vista y en franco crecimiento: la prensa escrita y los medios electrónicos, los escritores, los columnistas, el movimiento feminista, los padres de las niñas y niños con cáncer, los desplazados, los padres y madres de los jóvenes de Ayotzinapa, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), los críticos del manejo de la pandemia, los empresarios, los afectados por la cancelación de los fideicomisos y, más reciente, los diez gobernadores federalistas, la alianza PRI-PAN-PRDEmpresarios para ir juntos en el proceso electoral de 2021 y quitarle a Morena la mayoría en la Cámara de Diputados y, por supuesto, otras organizaciones.

Por otra parte, el reverso de la moneda, el conflicto social y político favorece el surgimiento de nuevos liderazgos; están a la vista actuando cada uno a su estilo, pero en escena activa. La angustia, el temor y la incertidumbre de la gente encuentran refugio y consuelo en una mujer o en un hombre capaz de encender una luz que muestre el camino para dejar la obscuridad y salir del túnel que los aprisiona. Existe una necesidad colectiva de creer en alguien que proporcione seguridad y confianza, una especie de placebo político. Generalmente son liderazgos nuevos que surgen del colectivo y se descubren a sí mismos, les aflige el sufrimiento y dejan el anonimato y el olvido emprendiendo la aventura del destino. En fin, estamos en crisis y en plena efervescencia política. El movimiento y el cambio son la rutina de la vida. México está viviendo un tiempo inédito, se han roto las compuertas que contenían el torrente de un pasado que por años y décadas conformó modas, formas y maneras de comportamiento político. Se las llevó el viento.

La muerte nos ha cobrado un precio muy alto. Miles de hogares guardan luto y lloran sus muertos, miles de corazones dejaron de latir. Nos duele y atormenta, pero no podemos dejar pasar la oportunidad de demostrarnos a nosotros mismos que estamos preparados para defender nuestra vida y nuestro patrimonio. Vamos a hacer de 2021 nuestro año y a convertirlo en un ámbito de tiempo y en un lugar donde nuestros sueños se hagan realidad.

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