El 2021 será un momento crucial para la democracia mexicana. La República está sometida a duras y delicadas pruebas que ponen en juego su fortaleza institucional, la gobernabilidad y la estabilidad política. El cambio de régimen ha trastocado las estructuras de poder y está en plena demolición de los escombros del pasado. Nada fácil; todos los cambios son complicados y difíciles. La resistencia está presente y con expresiones claras y contundentes. La crisis sanitaria y la económica se suman a esta mezcla explosiva.

Esta compleja realidad del país, sin duda, estará presente e impactará el proceso electoral de 2021. Será la elección más grande, la gran mayoría de los puestos de elección popular se renovarán: gobernadores, diputaciones federales y locales, además de presidentes municipales. Es el día de los ciudadanos quienes, con su voto en las urnas, definirán el rumbo y la conducción política de México. Ojalá que este acto se realice en paz para bien de todos.

Sin embargo, el trueno anuncia tormenta. Se está apostando todo al proceso electoral de 2021, pero esta es una falsa apuesta producto de la polarización política. El debate nacional está centrado en la crispación y en la confrontación entre liberales y conservadores, entre buenos y malos, entre los honrados de hoy y los corruptos del pasado. No ayuda al país y, lo más delicado, deja al margen, sin discusión, problemas nacionales como la defensa de la vida, el combate a la pandemia y la reactivación económica.

Hoy por hoy, las crisis sanitaria y económica deberían ser nuestras grandes prioridades nacionales y estar en el centro de la discusión pública. Es hora de dejar de contar muertos y anunciar medidas sanitarias para salvar la vida; es momento de emprender la tarea de reactivar empleo e ingreso.

El clima y la atmósfera política de 2021 estarán contaminadas con encono, enojo, frustración y ánimo de revancha. Las alineaciones ya están bien definidas y los bandos, listos para la batalla. Cada cual su verdad y sus agravios. Nadie cede, no hay tregua: todo o nada. Una apuesta muy peligrosa para el país. A esta elección se le debe dar la importancia que tiene, todos debemos cuidarla. Es vital para la gobernabilidad y la estabilidad política de México. El momento será de gran efervescencia política.

El Instituto Nacional Electoral (INE) debe asumir su responsabilidad a cabalidad; asegurar transparencia total, respeto absoluto al voto y, de inmediato, abocarse a la tarea de depurar sus estructuras en los estados para garantizar la legalidad del proceso.

En contrapartida, el presidente Andrés Manuel López Obrador debe cuidar, observar y respetar la legalidad electoral; todos los servidores públicos deben sacar las manos del proceso. El respeto a la democracia debe ser un legado que el Presidente no puede ni debe desperdiciar. La historia lo juzgará.

Debemos crear una cultura democrática. Nuestra joven democracia debe madurar y debemos defender sus avances. Los resultados están a la vista: la transición democrática y la alternancia del poder. Sin embargo, no hay vacuna para la antidemocracia. No debemos bajar la guardia, sino estar siempre en alerta política.

Navegamos en un mar proceloso, en aguas turbulentas; todas y todos debemos asumir la responsabilidad del salvamento. Sólo hay una alternativa: el proceso debe ser limpio y transparente, creíble y legítimo.

De lo contrario, habremos tirado al cesto de la basura la gobernabilidad y la estabilidad política del país.

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