No es una anécdota. Ni un resbalón diplomático. Pero sí es un grave error de política externa que puede afectarnos severamente a todos los mexicanos.

A ver, en este escenario de extremismos no se trata de señalar con dedo flamígero al presidente López Obrador por no haber felicitado a Joe Biden. Aunque tampoco podríamos decir que fue un incidente sin importancia y que no pasará nada. Ya está pasando. Por lo pronto la imagen de México se ha devaluado en el panorama internacional: ya estamos fuera del grupo de naciones tan desarrolladas como las que encabezan Justin Trudeau en Canadá, Angela Merkel en Alemania y Emmanuel Macron en Francia; en cambio, quedamos en el bando de regímenes totalitarios como el de Vladimir Putin en Rusia o el archipopulista Jair Bolsonaro en Brasil.

Son más que evidentes los riesgos en lo que hace a la relación estrictamente bilateral. Por eso extraña y hasta indigna que la respuesta del presidente mexicano haya sido tan improvisada e informal en una conferencia de prensa en Tabasco, a propósito de las inundaciones por lluvias inacabables. Como si se tratase de la elección en cualquiera de los cientos de municipios del país.

¿De verdad, nadie de las decenas de cerebros que trabajan para el Canciller Ebrard pensó en la necesidad de elaborar dos mensajes bien estructurados: a) si ganaba Trump, b) si ganaba Biden?

Es inaudito e inadmisible que el presidente haya dejado a su verborrea una postura que de ningún modo debió ser personal. No entendió o no quiso entender que se trataba de un pronunciamiento institucional: sobre el cambio de rumbo en el país con el que compartimos más de 3 mil kilómetros de frontera; que es la principal economía del planeta; nuestro socio comercial en el T-MEC y con el que llevamos siglos de encuentros y desencuentros.

Ante la insensatez, solo caben las especulaciones: López Obrador tiene miedo de un manotazo de Trump en los 70 días que le quedan; está realmente desolado porque pierde a un socio populista con el que comparte creencias como seguir usando carbón y petróleo, ya que las energías limpias son un sofisma; o cree que todavía es posible que su amigo gane en los tribunales lo que perdió en las urnas.

Porque, hasta ahora los “argumentos” para la negativa son absolutamente falsos y caen por sí solos: que Trump ha sido respetuoso con México ¿y el muro y los 60 mil migrantes centroamericanos en nuestro territorio y los chantajes económicos y los calificativos de criminales? Así que, cuál respeto; esperar a que “las autoridades electorales” den el resultado ¿qué nadie le avisó que allá no hay INE y que cada estado ha emitido ya su conteo y lo único que faltan son los protocolos?

Finalmente, tanto el presidente como sus voceros han esgrimido el argumento del no intervencionismo. Pero resulta que ese es el asunto más preocupante. Que López Obrador, en su incontinencia verbal, ha intervenido flagrantemente al justificar que no ha felicitado a Biden porque en el 2006 muchos gobiernos felicitaron a Calderón, que le robó la elección. Con ello, nuestro presidente lanza una acusación indirecta pero muy delicada, en el sentido de que Biden y los demócratas pueden estarse robando el proceso. Gravísimo.

Yo no sé si Joe Biden es un hombre rencoroso, parece que no. De lo que estoy seguro es de que, de 194 países que pueblan el mundo ya 170 saludaron su victoria. Y que México no está entre ellos. En pocas palabras, un vecino cada vez más distante.

Periodista. ddn_rocha@hotmail.com

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