El veto que impusieron las empresas propietarias de las plataformas tecnológicas Twitter y Facebook al presidente Donald Trump, marca un antes y un después en la correlación de fuerzas en el manejo del poder global.

Si estas dos plataformas pudieron censurar los contenidos del presidente del país más poderoso del mundo… ¿Qué no podrán hacer con los demás gobernantes?

Este acontecimiento define un momento significativo que consolida a las plataformas digitales que dan vida a las redes sociales, como el “quinto poder”.

Tradicionalmente la democracia nos ha acostumbrado a referirnos a los “tres Poderes de la Unión”: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. A estos, en el siglo XX se les añadió el cuarto poder, adjetivo que califica a la prensa por su capacidad de influir en la conformación de “opinión pública”.

Sin embargo, la concentración de información sobre la vida privada de ciudadanos e instituciones que han logrado acumular este tipo de plataformas digitales, sin ningún tipo de control, hoy representa un peligroso poder capaz de dominar al mundo.

El poder tradicional, representado por los gobiernos elegidos democráticamente, hoy empieza a resentir la presión del quinto poder.

El mensaje aparentemente suave y educado, pero en el fondo intimidatorio, que el presidente López Obrador envió a los directivos de Twitter en su mañanera del miércoles 20, refiriéndose a Hugo Rodríguez Nicolat, Director de Políticas Públicas para México y Latinoamérica en esa empresa tecnológica, de quien exhibió su currículum como si fuese cuestionable que hubiese tenido a lo largo de su carrera una vinculación profesional con el PAN, exhibe la inquietud que despierta el poder que hoy representan estas plataformas.

Este “quinto poder” terminó dando vida a esa alegoría del “Gran hermano” ,o el “Big brother” que describió la novela de ciencia ficción titulada “1984”, escrita por George Orwell, con la gran diferencia de que este no es un instrumento de control de ningún gobierno o estado, sino de grandes corporaciones privadas que forman parte de la sociedad civil y que lucran con la información.

Sin embargo, el gran poder que les da representar y administrar la información privada de todos los ciudadanos, información que ningún gobierno por más poderoso que sea jamás podrá tener, representa poder político y de movilización social que puede hacer contrapeso al poder político tradicional.

Como antecedente, Julián Assange puso en jaque a los gobiernos más importantes del mundo censurando o difundiendo información delicada a través de su plataforma WikiLeaks. Hoy Assange es un preso político.

La actitud de rechazo del presidente López Obrador frente a la censura que Twitter y Facebook ejercieron sobre su amigo Donald Trump, nos muestra el alcance y trascendencia de este hecho.

Hoy quedó patente el surgimiento de este quinto poder que ha consolidado su influencia pública y seguramente, al margen de las teorías conspiracionistas que hoy están en boga, será un importante actor del “nuevo orden mundial”, ejerciendo el rol de contrapeso de la política tradicional y de los gobiernos autoritarios.

Mientras su rol sea evitar que sus plataformas sean utilizadas para incitar a la violencia, al delito y a la subversión social, poniéndose estas plataformas siempre del lado de la ley y de la difusión de la verdad, su actuación será justificable. Sin embargo, la intromisión y vigilancia de la vida privada para convertirla en un producto comercializable, es preocupante.

Que algún día pudiesen estas plataformas convertirse en el “Big Brother”, o servicio de espionaje y control social descrito en la novela “1984”, cooptadas por algún gobierno hegemónico y autoritario que las ponga a su servicio, representa quizá uno de los mayores peligros que el futuro depara a la humanidad. Por ello, este tema, del derecho a la privacidad, como un derecho humano fundamental, ya debiese estarse analizando en organismos globales del más alto nivel como la ONU, para establecer reglas claras de operación.

Por lo pronto, lo que nosotros si podemos hacer a partir de hoy en nuestro ámbito cotidiano, es educar dentro del núcleo familiar a las nuevas generaciones para que hagan uso responsable de la información que comparten en redes sociales, generando conciencia del impacto futuro en su vida laboral, empresarial e incluso familiar, pues poco se sabe que lo que se sube a las redes, jamás desaparece totalmente aunque aparentemente lo podamos borrar, pues queda grabado en una memoria colectiva y esta información puede ser manipulada por terceros a través de inteligencia artificial. ¿Y a usted qué le parece?

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