"There’s no room for facts when our minds are occupied by fear” ― Hans Rosling, Factfulness

No estoy en mi mejor momento ni en el mejor de los humores. La realidad es que me dejé ir en el agujero negro del exceso de información. El trabajo lo requiere, pero también es a nivel social y en la casa. La realidad es que vivimos en un momento en el que nuestros antepasados, desde su realidad y subjetividad, nos dirían “¡despabílate!”.

Hay dos libros que han pasado por mis manos que me llevan a un lugar de esperanza, con análisis, y me permiten colocar a esa habitual compañera, la ansiedad, a un lado. Menciono libros en vez de noticias porque ahí hay paz, hay tiempo, hay espacios de investigación, los autores se permitieron tomar un café, ver a los amigos, salir a caminar. ‘Guns, Germs and Steel’ (GG&S) y Factfulness: Ten Reasons We're Wrong About the World – and Why Things Are Better Than You Think’ (Factfulness) tienen como nombre.

Cuando ocurre una pandemia entendemos el riesgo físico, nos preocupamos por eso que más apreciamos, porque resulta que la vida es binaria: o vivos o muertos. La información, vorágine como la interiorizamos, nos sube al carrito y sin permitirnos ver el juego, nos sacude como trapos con polvo pero evita que acomodemos las ideas. Terminas con los oídos zumbando, con ese #ruidoblanco incómodo, esperando que se vaya, esperando que se oculte.

En el libro de GG&S el autor nos permite entender que el mundo, cíclico por naturaleza, se va volviendo más complejo gracias a la naturaleza del ser humano; siempre acompañado de esos microorganismos llenos de vida (bacterias) y uno vivo pero muerto (¿envidia?) llamado virus.

En Factfulness regresa la esperanza, con un autor que huye de la palabra “optimista” y se acerca al término acuñado por su pluma “posibilista”. Junto sus conceptos para tratar de darle forma a mi subjetividad, compartiéndola, publicándola.

La humanidad nunca estuvo tan conectada como nos ha tocado a nosotros. La sociedad nunca había tenido la posibilidad, hasta hace poco más de 40 años y para la mayoría no alcanza ni una década, de recibir información, compartirla y comentarla de manera inmediata. Nuestro presente nos permite conocer sobre un brote viral, en un país con excesivo control sobre la información que se genera internamente, para vivir un ciclo lleno de datos, opiniones, memes, información falsa, información científica e información oficial y de expertos en menos de tres meses.

Nunca antes habíamos tenido la posibilidad de estar tan cerca sin tocarnos, de mandarnos los mejores deseos sin vernos, de abrazarnos sin tocarnos. Esa materia inerte de energía almacenada, servidores, cables, algoritmos, equipos de cómputo, celulares (smartphones, equipos de cómputo móviles), todo tan criticable y tan inmediato, habría cabido en la mente de los que se informaron al paso de la propagación analógica, física, humana de nuestros antepasados. Este mundo binario, llenos de unos y ceros que pocos tienen idea de lo que significa, esta hoy encendido con pánico por temor de que nos apaguemos.

La realidad es que nunca antes había habido tanto flujo de información y comunicación entre organizaciones, gobiernos y población. No habíamos logrado tener conocimiento sobre un ‘enemigo público’ como población si no fuera gracias a la velocidad de la luz y las inversiones que se han hecho en tecnología. No habíamos tenido tantos memes, mensajes y oportunidad de decir “te quiero” de forma masiva e inmediata hasta que nos tocó vivir este espacio de tiempo como humanidad.

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Nota: La opinión de Ricardo Blanco es personal y no refleja la del medio ni la de la empresa para la que trabaja.

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