“With the world changing faster than ever, the past seems more remote.”

— Rutger Bregman

En septiembre del 2020 sobre la curiosidad y acerca de no estar juzgando. Empezaba aquel texto recordando una laptop de mi padre. Esa fue la fortuna de mi infancia: tener un padre que me invitaba a curiosear. Con el empoderamiento que me brindaba, empezaba a armar un mapa en mi neocórtex del cerebro alrededor de la tecnología y la capacidad de interconectarnos.

Los desacuerdos en las relaciones humanas son un problema recurrente. Ahí, la tecnología no brinda soluciones. Incluso, en ocasiones, es un detonador de conflicto. La inteligencia artificial, o mejor dicho, el aprendizaje de las máquinas, carece de una parte clave: no puede decir gracias con sentimiento.

La riqueza, en el sentido de wealth no de capital, tiene que ver con tener personas buenas viendo por el desarrollo de un niño, por ejemplo. No venimos con “X” capacidad de RAM o un procesador de ciertas características, nos desarrollamos con el apoyo de quienes velan por nosotros y afrontan desafíos tratando de apostar por lo que como individuos nos interesa. La edad importa, a pesar de la demanda que puede representar un infante más pequeño, es muy diferente la conversación y conflicto que puede traer una adolescente.

Como sociedad estamos mejor: hay menos pobreza, pero quedan importantes retos. Entendemos mejor la biología y al cuerpo humano, somos una especie mucho más longeva, pero todavía falta; ni se diga de la mente humana. El mapa mental que hemos creado alrededor de la manera en la que percibimos al mundo y percibimos a los que nos rodea seguirá cambiando; pero a diferencia de las máquinas, seguirá teniendo ese cerebelo primario conectado por las emociones y sentimientos a nuestro mapa individual y portátil.

Para el Día del Padre es muy bueno tener presente que contamos con los gadgets, sin importar el precio o las prestaciones de los distintos modelos, para videollamar o mandar mensajes escritos o de voz.

Sé que el mundo no es rosa, pero me concentraré en el modelo a seguir, el buen padre: ese que saca el pecho y la mente ante los problemas (con sus herramientas, Superman no existe). Quien junto a su pareja, o solo, enseña a sus hijos a ser felices con lo que tienen y ha invertido en proveerlos de las herramientas para que puedan salir adelante.

Ninguna computadora o un protocolo de Internet van a agradecer a su creador con emoción detrás. A lo más lo hará porque se le dijo que lo hiciera detrás del #ruidoblanco del ventilador que busca evitar que se queme, no porque lo sienta. Entre que entendemos la física de la mente y buscamos sentido al fluir de la información en forma de imágenes que dan sentido a las ondas análogas (electromagnéticas y mecánicas) que nos permiten definir el espacio y las amenazas que nos rodean, creo que es buen momento de agradecer.

El mundo va mejor, hoy la longevidad nos permite conocernos por más tiempo, que también implica conceder y acordar por más tiempo... Aprovecho el espacio para darle las gracias a la única persona que me soltó el control de un avión ligero en pleno vuelo. Sin duda te recordaremos sonriendo, QEPD Eduardo. Por supuesto, a mi padre, por su incesante esfuerzo, temple y reconocer que tarde o temprano me iba a llamar la atención la lectura.

“No hemos de perder el rumbo

los dos somos güena yunta-

el que es gaucho va ande apunta

aunque inore ande se encuentra;

pa el lao en que el sol se dentra

dueblan los pastos la punta.”

- Martín Fierro, José Hernández

La opinión de Ricardo Blanco es personal y no refleja la del medio ni la de la empresa para la que trabaja.

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