La sucesión, sucederá… y un número importante de familias empresarias mexicanas no se están preparando para ese momento.

Todas las empresas familiares tienen que pasar por distintos cambios generacionales. Es inevitable. La transición entre la primera generación –fundadora de la empresa– a una segunda generación –usualmente los descendientes de quien o quienes iniciaron la empresa– debe ser vista como un momento de crisis, por la cantidad y profundidad de las transformaciones que ocurren en la empresa y que se viven en la familia. Las subsecuentes transiciones, si bien distintas, también implican cambios importantes.

Lo más preocupante de estos cambios, de acuerdo al último estudio desarrollado por el Centro de Investigación para Familias de Empresarios-BBVA del IPADE Business School, es que hay un número importante de familias empresarias que no se están preparando de forma adecuada para esa crisis. El problema de no planear una sucesión es que puede ocurrir –ya que siempre ocurrirá– de forma súbita. El tema de fondo es que una sucesión sin planeación puede presentarse en situaciones poco adecuadas, como la situación por la cual atravesamos en México y el mundo en estos momentos. A la crisis interna en la empresa y la familia se le suma una crisis externa, creando lo que podría llamarse “una tormenta perfecta”.

De acuerdo con el estudio mencionado, en lo que se refiere al relevo en la Dirección General, en 48% –prácticamente la mitad de las familias empresarias– es muy probable que se presenten problemas importantes durante ese relevo. El estudio detecta que sólo 7% se está preparando de manera adecuada. El restante 45% tiene avances en distintos grados, pero no suficientes para garantizar un cambio en esa posición de vértice.

Otra dimensión relevante para aumentar las posibilidades de una transición exitosa es el grado de institucionalización de la empresa y la familia. Esto significa que se tienen desarrollados órganos de gobierno para no depender solo de los liderazgos personales para guiar a la empresa y a la familia. En esta dimensión el riesgo es mayor, observándose 61% de empresas familiares en riesgo por la ausencia de dichas estructuras. Solo se ve 10% con avances adecuados y 29% con evoluciones distintas, pero insuficientes.

Una sucesión es un proceso que se necesita preparar con años de anticipación. La o el sucesor debe estar listo para asumir una dirección general. Quien fundó la empresa debe tomar la difícil decisión de establecer un momento en el tiempo y liderar su salida. Por supuesto que debe establecer y desarrollar una agenda que lo prepare para su siguiente etapa de desarrollo profesional y personal. Sin duda, fácil de decir y muy difícil de llevar a cabo.

También la empresa y la familia deben prepararse. Como ya se mencionó, se debe desarrollar un consejo de administración profesional y establecer su consejo de familia. Ambas estructuras se complementan y son necesarias, distinguiendo claramente uno y otro ámbito y sus objetivos.

En conclusión, y de acuerdo con el estudio desarrollado por el CIFEM-BBVA, solo una de cada diez empresas familiares tiene posibilidades de tener una sucesión exitosa y, por tanto, esperar una transición generacional adecuada. Es muy probable que entre cinco y seis familias empresarias tengan problemas importantes en esta dimensión, disminuyendo la posibilidad de que la siguiente generación esté al frente de la empresa en un futuro. El resto –entre tres y cuatro de cada diez– tiene destinos grados de riesgo.

Director del Centro de Investigación para Familias de Empresarios-BBVA del IPADE

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