La llamada educación dual existe desde 2014 en México: consiste en combinar el aprendizaje de carreras y oficios técnicos con: a) la asistencia a cursos en instituciones educativas, y b) el trabajo como aprendiz en empresas establecidas. Un mecánico en ciernes, por ejemplo, podría estar trabajando como aprendiz de mecánico en Ford Motors, mientras que acude a alguna preparatoria técnica afiliada al programa durante parte de la semana.
La génesis de la educación dual en México se encuentra en el modelo alemán, el cual ha servido como fuente de inspiración y guía en su implementación. La primera ley sobre este modelo fue aprobada en 2015 y recientemente, en febrero de 2022, fue publicado el nuevo marco legal que la rige.
La educación dual responde a la necesidad de capacitar a la juventud en multitud de carreras y oficios que no requieren un título universitario. Un asistente legal, por ejemplo, no necesita ser abogado. Un mecánico no necesita ser ingeniero automotriz y un chef no necesita haber estudiado nutriología en una universidad. Se trata de empleos en los que la experiencia práctica juega un papel preponderante, mientras que los aspectos teóricos se pueden adquirir en escuelas afiliadas al programa. En Alemania, por ejemplo, los educandos dedican el 70% de su tiempo de trabajo/educación a la empresa y el 30% a la escuela de oficios. Eso quiere decir que en algunas semanas el aprendiz le dedica cuatro días a la empresa y uno a la escuela, en otras acude tres días a la empresa y dos a la escuela. También se pueden organizar cursos intensivos de dos o tres semanas en la escuela, mientras que el aprendiz le dedica semanas completas a la empresa. La educación dual es muy flexible en ese sentido.
Todas las grandes compañías alemanas, como Siemens, Airbus, SAP, etc., tienen programas de educación dual. Es por eso que en Alemania hay 2.4 millones de estudiantes universitarios, pero además 1.4 millones de jóvenes participando en la educación dual y otro millón de personas acudiendo a escuelas de oficios (sin educación dual).
El mayor beneficio de la educación dual para los aprendices es que firman un “contrato de capacitación” con las empresas, que les proporciona seguridad social y además les permite acumular antigüedad en el sistema de pensiones. Para todos los efectos prácticos, el aprendiz es un empleado de la empresa, quien le paga un salario incluyendo vacaciones. Los sueldos están establecidos en las tablas salariales para los diferentes sectores industriales y, aunque son menores que para trabajadores ya capacitados, les permiten vivir decorosamente a los aprendices, mientras que el Estado se encarga de financiar las escuelas de oficios a las que dedican el 30% de su tiempo. El sistema es tan exitoso que hay años en los que la oferta de puestos de trabajo es superior al número de solicitantes.
Si se examinan las estadísticas de la OECD salta a la vista que Alemania tiene un porcentaje significativamente menor de estudiantes universitarios per cápita que otros países, como Estados Unidos. Sin embargo, en el caso de EU, es bien sabido que muchos estudiantes que terminan la universidad nunca ejercen un oficio que corresponde a sus estudios. El título universitario es decorativo, no tiene implicaciones reales para la carrera que sigue una persona. A veces es más bien fuente de frustración, porque el técnico de fotocopiadoras quizás estudió sociología. En EU hay multitud de oficinistas con todo tipo de títulos de lo que se llama las “artes liberales”, que son títulos universitarios sin especialización específica.
No todos necesitan acudir a la universidad
La educación dual en Alemania y otros países europeos, es el mejor ejemplo de algo que es evidente: no todas las personas necesitan un título universitario para las carreras que eventualmente asumen. En Europa sucede incluso que en muchos oficios el aprendiz se convierte en pequeño empresario y puede tener ingresos superiores a los de personas con título universitario. Plomeros y electricistas, por ejemplo, trabajan en cuadrillas en pequeñas empresas y ganan mucho más que un sociólogo. He conocido electricistas que antes fueron filósofos y personas con doctorado en sociología que operan flotillas de taxis.
En México existe aún esa gran confusión con respecto a la forma en que se debe organizar la educación media superior y superior. Se habla, sobre todo por los políticos, de que toda persona debe tener un título universitario y se inauguran sin cesar universidades que no lo son: se trata de centros educativos de bajísima calidad que otorgan títulos al vapor y en todo, desde leyes hasta medicina.
En 2019 se modificó el artículo tercero de la Constitución para agregar algo que es imposible. Dice el artículo modificado: “La educación inicial, preescolar, primaria y secundaria, conforman la educación básica; ésta y la media superior serán obligatorias, la educación superior lo será en términos de la fracción X del presente artículo.” Y la fracción X dice: “La obligatoriedad de la educación superior corresponde al Estado. Las autoridades federal y locales establecerán políticas para fomentar la inclusión, permanencia y continuidad, en términos que la ley señale. Asimismo, proporcionarán medios de acceso a este tipo educativo para las personas que cumplan con los requisitos dispuestos por las instituciones públicas”.
La realidad es que, a pesar de que según la Constitución la educación media superior (preparatoria y equivalentes) es obligatoria, y eso desde 2012, la tasa de cobertura educativa de los jóvenes entre 15 y 17 años fue de 62.2% en el ciclo escolar 2020-2021. Nos hemos acostumbrado a que las leyes no se cumplen, aunque se trate de la Constitución y por eso ahora no “cuesta nada” incluir también la obligatoriedad de la educación superior en la Constitución. Para corregir algo que es obviamente absurdo, se interpreta el texto constitucional en el sentido de que es obligación del gobierno proporcionar las universidades necesarias para todo el que quiera tener un título universitario.
Pero como ya explicamos, no todas las personas necesitan un título. La educación dual es precisamente la expresión concreta de reconocer algo que es indiscutible, mirando el mundo real y no uno de fantasía. El problema es que, a partir de esa obligatoriedad, que es ficticia, se reclama que las universidades públicas existentes reciban en sus aulas a todos los solicitantes, sin aplicar un examen de admisión. Se pretende que la UNAM, el IPN y las universidades estatales no establezcan cupos máximos que preserven la calidad educativa. Se argumenta con los derechos humanos. Sin embargo, el artículo 26 de la Declaración de los Derechos Humanos de 1948 dice claramente: “el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos”. Es decir, todos tienen derecho a la educación superior y no pueden ser discriminados, si pasan el examen de admisión.
La educación dual en 2022-2023
De acuerdo con la última encuesta de monitoreo y evaluación del sistema de educación dual de México, en 2022-2023 el número de empresas participando en el sistema era de 834, con 471 planteles educativos asociados y 4191 estudiantes/aprendices. Hasta ahora ha habido solo 1087 egresados del sistema de educación dual. Se trata de una gota en el océano educativo mexicano.
Y se trata de un océano muy confuso. En el sistema de educación medio-superior encontramos a las escuelas preparatorias públicas y privadas, a los CECYTS del IPN, al CONALEP (Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica), fundado en 1978 y que ya cuenta con más de trescientos planteles por todo el país. Hay además los Colegios Técnicos de las diferentes entidades, hay Centros de Capacitación para el Trabajo, y no habría que olvidar a los miles de academias privadas que forman desde secretarias hasta contadores.
La adición de las ya más de 203 supuestas “Universidades del Bienestar” no ha venido más que a enturbiar el panorama. Las Universidades Benito Juárez ofrecen decenas de títulos en ingeniería, leyes, administración, medicina, etc. No importa que carezcan de instalaciones adecuadas, que cuenten con un puñado de docentes que ofrecen todas las materias de cada carrera, y que tengan un número de estudiantes irrisorio por plantel. Los docentes firman un llamado “convenio de servicios educativos” que no les da seguridad social y que pareciera ser una especie de convenio de outsourcing que se les puede cancelar en cualquier momento. La deserción escolar es del 85% en algunos planteles. Además, no está claro ni siquiera si los títulos de esas “universidades” son realmente reconocidos por la SEP, pero es claro que en el mundo laboral un título de esas instituciones no es tomado en serio por las empresas ni por la administración pública. Se han titulado algunas centenas de estudiantes que deploran no tener ningún reconocimiento oficial.
¿No hubiera sido más conveniente y exitoso haber fortalecido el sistema de educación dual con los recursos asignados a esas instituciones? No hay que inventar el hilo negro para llevar educación a zonas marginadas o de bajo nivel económico. Basta extender y fortalecer los sistemas que ya existen, como el CONALEP o los Colegios Técnicos, que tienen experiencia operando sus planteles desde hace décadas. En el próximo sexenio habría que integrar a los planteles del sistema Benito Juárez a alguno de los sistemas ya existentes, para darles incluso consistencia real.
México podría incluso introducir una innovación en la educación dual al nivel de licenciaturas técnicas. Un sistema que es ya muy extenso y constituye una verdadera columna vertebral educativa es el Tecnológico Nacional de México (TecNM). Fue fundado en 2014 para agrupar decenas de tecnológicos desperdigados por todo el país y darles una casa común. El TecNM agrupa ya más de 254 tecnológicos (126 federales y el resto estatales), distribuidas por las 32 entidades. La mayoría de los campus atienden precisamente al tipo de perfil estudiantil que las supuestas universidades del bienestar aspiran a abarcar. En el TecNM ya estudian más de 600 mil estudiantes, lo que lo convierte en el sistema más grande de educación tecnológica superior en México.
La mayor parte de las carreras en el TecNM son de carácter técnico y requieren una estancia profesional en una empresa, así como de una tesis. Eliminando la tesis, se podría requerir una estancia profesional de un año, para cada estudiante, bajo la modalidad dual que estamos discutiendo. Es decir, con estudiantes con contratos y seguridad social en las empresas. Se podría tal vez organizar una transición gradual a un sistema así a medida que más empresas se fueran incorporando al sistema.
En todo caso, es claro para mi que adaptando las instituciones y andamiaje que ya tenemos sería posible estimular el crecimiento del sistema de educación dual en México. Para eso hay que dejar de inventar nuevas universidades de baja calidad, para invertir en los sistemas ya existentes. El dinero para programas como “jóvenes construyendo el futuro”, que le dan becas de un año a aprendices en todo tipo de changarros, sin que haya complemento teórico ni seguimiento de lo logrado, podría ser mejor invertido en fortalecer las instituciones para la educación dual. Se podrían movilizar muchos más recursos involucrando a más y más empresas. Para ello habría también que hacer más precisa la ley que regula la educación dual en México que no habla de salarios para los aprendices, sino de “apoyos”, sin especificar como se determinan y que tipo de contrato de prestación de servicios implican.
Se que todo esto es algo que tomaría años implementar, pero siempre es importante tener la meta frente a los ojos, aunque alcanzarla represente un esfuerzo transexenal mayúsculo. Hay que evitar que suceda lo que advertía Lewis Carroll: “si no sabes a donde vas, cualquier camino te llevará ahí”.