Reconstruir México en los próximos años va a depender de que reconozcamos lo evidente: el sistema educativo nacional atraviesa por una crisis profunda, que ya tenía antecedentes en gobiernos pasados pero que se intensificó este sexenio, sobre todo después de la pandemia.

La mayoría de los mexicanos ignora que la Ley General de Educación requiere que el 8% del Producto Interno Bruto (PIB) se debe invertir como gasto público en la educación. El decreto respectivo fue aprobado por el Congreso en 1993. Se establece en aquella ley que el “Estado está obligado a prestar servicios educativos de calidad que garanticen el máximo logro de aprendizaje de los educandos, para que toda la población pueda cursar la educación preescolar, la primaria, la secundaria y la media superior.”

Treinta años después del decreto mencionado, que nunca se tomó muy en serio, el gasto público en educación en México solo alcanza el 3.24% del PIB (en 2023) y es incluso menor al 3.84% que se le destinaba a la educación pública antes de la pandemia. Lo que ha aumentado es el gasto privado que ya llega al 1.1% del PIB. Se ha calculado que el gasto educativo reservado para 2024 en el Presupuesto de Egresos de la Federación es 8.2% menor que el de 2015, en términos reales (es decir, descontando inflación). Si se considera el gasto por alumno en la educación básica, media y media superior, el gasto público se encuentra estancado desde 2015 y ha decrecido en términos reales desde entonces. El gasto público de Brasil y Argentina en educación es de 4.6% y 4.5% del PIB, respectivamente. Es decir, no es imposible aumentar nuestro porcentaje de gasto en educación considerando el contexto latinoamericano.

Se dice todos los días, pero pocos políticos lo interiorizan realmente: el futuro de un país radica en su juventud y en la educación que se le pueda brindar. Este sexenio no ha sido auspicioso para la niñez en las aulas. Los datos de la misma SEP muestran que la tasa de escolarización de educación básica ha caído de 96.8% en 2015 a 90.8% en 2023. Ese indicador mide el porcentaje de niños con la edad correspondiente que acude a las escuelas de educación básica (de preescolar a secundaria). O sea que en 2023 el 10% del total de los niños que deberían estar en las escuelas obligatorias no lo hicieron. Estamos perdiendo, en términos educativos, una parte muy importante de toda una generación.

Caída en la inversión en infraestructura

Una componente muy grave del descenso del gasto educativo es la cada vez menor inversión en infraestructura escolar. El grupo de expertos México Evalúa ha calculado que el gasto en infraestructura educativa cayó 54% de 2013 a 2021. Solamente de 2020 a 2021 el gasto en infraestructura se redujo en 12%. Y eso cuando hay una situación en la que de las 198,192 escuelas públicas 22% de ellas no cuentan con agua potable, 18% no cuenta con lavabos de manos, 7% no tiene electricidad y 6% no tiene sanitarios independientes (de acuerdo con el informe de 2023 de la SEP).

En este sexenio el gobierno federal tuvo la peregrina idea de eliminar todas las formas institucionales de reparar escuelas e invertir en ellas. A través del programa "La Escuela es Nuestra" (LEEN), se optó por transferir a las cuentas privadas de padres de familia los recursos asignados para las reparaciones de cada escuela. Teóricamente eso se hizo para evitar la corrupción, pero el resultado ha sido desastroso. Abundan los reportes de personas que han desaparecido con el dinero asignado o de “servidores de la nación” que han estafado a los supuestos “beneficiarios” del dinero. La revista Proceso informó al respecto: “La situación se repite por todo el país y es tan grave que sólo con una muestra aleatoria realizada por la Auditoría Superior de la Federación, que revisó mil 187 millones de pesos, quedó en entredicho la mitad, es decir, el destino de 552 millones de pesos sólo por el ejercicio fiscal de 2020.”

Además, para financiar el programa LEEN se cerraron las escuelas de tiempo completo, que habían estado funcionando bien y le prestaban un servicio importante a muchas familias trabajadoras. El resultado ahora es que de cada dos pesos asignados al programa LEEN desaparece uno. ¿Cómo asombrarse entonces de que el 22% de las escuelas no tenga agua potable y el 6% no tenga sanitarios? El informe 2023 de la SEP omite dar cualquier tipo de datos sobre el gasto en infraestructura básica.

Evaluación educativa

El rendimiento de los estudiantes mexicanos ha empeorado en los últimos años. Apenas se publicó el resultado del examen PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos) que mide las habilidades de los estudiantes de 15 años en matemáticas, lectura y ciencias. Resultó que los estudiantes mexicanos obtuvieron puntuaciones muy por debajo del promedio de los países de la OECD. El porcentaje de los estudiantes con muy bajo rendimiento fue de 66% en matemáticas, 47% en lectura y 51% en ciencias. Con los promedios alcanzados se regresó a las calificaciones de 2003, es decir veinte años atrás. Con eso, México reafirma su posición como colero educativo entre los países de la OECD.

Ya antes se había estimado que la perdida de escolaridad en México ha sido de un año después de la pandemia. En 2020 y 2021 la Secretaría de Educación de Guanajuato aplicó la misma prueba de matemáticas y español a estudiantes de quinto y sexto grado de primaria. En 2021 resultó que los estudiantes de sexto año recibieron las mismas calificaciones que los de quinto en 2020. Es decir, la pérdida de escolaridad después de la pandemia es cuantificable: equivale a un año menos de educación para esos jóvenes. La Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación también evaluó estudiantes de sexto año de primaria y ubicó a 45.7% en el nivel de conocimientos bajos de lectura, mientras que el porcentaje correspondiente para las matemáticas fue de 49.5%. En otras palabras: casi la mitad de los niños que están por salir de la primaria tienen grandes dificultades para entender lo que leen o para hacer cálculos elementales de la vida diaria.

Es posible entonces cuantificar la crisis educativa en México: los estudiantes han retrocedido un año completo en su nivel de conocimientos y los avances de 2003 a 2018 fueron borrados completamente en el actual sexenio. Y eso para los que aun estudian. En 2023 tenemos 1.7 millones de estudiantes de educación básica y media superior menos que en 2018.

Apartheid educativo

En la prueba PISA de 2022 el 20% de los estudiantes en México pertenecientes a estratos socioeconómicos más favorecidos superó al 20 por ciento con las peores condiciones por casi 65 puntos en matemáticas. El nivel económico es un predictor de los resultados en matemáticas. El porcentaje de estudiantes deficitarios en matemáticas en México, de acuerdo a la prueba PISA, es enorme, son 66% de los niños y 69% de las niñas. Quizás lo más grave de todo esto, comparando con los países punteros, es que el 10% de los estudiantes mexicanos con la mayor puntuación en matemáticas está por debajo del 10% de los estudiantes japoneses con la peor puntuación en la prueba PISA. Es imposible competir a nivel mundial con otros países si no desarrollamos la “materia gris nacional” a través de la educación, como decía Marcos Moshinsky.

La tendencia más contundente de la educación en México es el desplazamiento de los niños de la clase media hacia la educación privada. Aunque la educación es gratuita en México, la lamentable calidad de la educación pública ha generado, de facto, una privatización educativa, evidenciada por la preferencia de los padres de clase media por sufragar los costos de la educación privada. El gasto privado en educación en México pasó de 21.9% del gasto total en educación, en 2021, a 25.6% en 2023, es decir, en solo dos años. Eso explica también el desinterés de las clases medias en la crisis educativa mexicana, que afecta sobre todo a las escuelas públicas.

Las evaluaciones de rendimiento escolar respaldan esta tendencia. Un análisis efectuado en 2021, utilizando datos de PISA 2012, revela que los niños matriculados en escuelas privadas superan a sus pares de escuelas públicas en las áreas de ciencias, lectura y matemáticas por 34, 38 y 35 puntos, respectivamente. Este hecho explica por qué, en la actualidad, un 12.5% de los niños en México asisten a instituciones educativas privadas. En este movimiento, los padres se desvinculan conscientemente del desolador panorama educativo que caracteriza a la Secretaría de Educación Pública (SEP).

Diferencias en rendimiento académico en México. Financiamiento público vs. privado, PISA 2012 (J. Moreno, S. Cortez, “Rendimiento académico y habilidades de estudiantes en escuelas públicas y privadas: evidencia de los determinantes de las brechas en aprendizaje para México”, Revista de Economía, V. 37, N. 95, 2021)
Diferencias en rendimiento académico en México. Financiamiento público vs. privado, PISA 2012 (J. Moreno, S. Cortez, “Rendimiento académico y habilidades de estudiantes en escuelas públicas y privadas: evidencia de los determinantes de las brechas en aprendizaje para México”, Revista de Economía, V. 37, N. 95, 2021)

Es claro entonces que en México tenemos dos niveles educativos: el público y el privado. Este último es también muy desigual, ya que algunos colegios privados son también muy deficitarios, pero en su conjunto es obvio que la clase media no confía en las escuelas públicas.

¿Qué hacer?

Superar la crisis educativa en México comienza por reconocerla. Cualquiera que sea el próximo gobierno tendrá que afrontarla en serio. Del actual gobierno ya no se puede esperar nada. En lugar de preocuparse por la prueba PISA el ejecutivo salió otra vez a decir que es una prueba “neoliberal” cuyos resultados desestima. Recordemos que al principio del sexenio ya se había anunciado que México no participaría en la prueba PISA, decisión que finalmente fue revocada. En la mitología de la 4T cualquier tipo de evaluación de desempeño es punitiva y por eso se desapareció al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE).

Del reconocimiento de que existe una crisis hay que pasar a la búsqueda activa de soluciones. Para eso hay que:

1) Elevar drásticamente el gasto público en educación para movernos hacia un 4% o 5% de inversión en educación con respecto al PIB, aun cuando tome todavía años alcanzar ese resultado;

2) Hay que eliminar el programa LEEN, que solo ha catalizado nuevas formas de corrupción, para instaurar un programa institucional que mejore la infraestructura educativa en todo el país;

3) Hay que monitorear anualmente la calidad de la educación en México, no solo a través de las pruebas PISA trianuales, mediante la refundación del INEE o una entidad semejante;

4) Hay que invertir en la capacitación continua de los maestros de educación básica, ofreciéndoles cursos de educación permanente como parte de sus responsabilidades laborales;

5) Hay que investigar vías de cerrar la brecha entre las escuelas públicas y privadas.

Estas medidas constituyen el mínimo indispensable para el plan de emergencia que el país requiere para superar la crisis educativa. En la próxima entrega hablaremos de los libros de texto gratuitos.

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