“Sin unidad no hay paz”, dijo Joe Biden el miércoles al jurar como presidente de Estados Unidos. AMLO ha reiterado, una y otra vez, que “la justicia es fruto de la paz” o, dicho de otra manera, que sin paz no hay justicia. Si asumimos como válidas ambas premisas, un silogismo simple nos lleva a la conclusión de que, sin unidad no hay justicia.

¿Ya habrá reparado en ello nuestro presidente? Porque si la causa que enarbola es hacer de México un país donde impere la justicia, no hay evidencia aun de que avancemos hacia la paz —en su más amplio sentido—, porque está extraviada la unidad nacional donde inevitablemente debe fincarse.

Biden centró su discurso de inauguración como cuadragésimo sexto presidente de Estados Unidos en el asunto más acuciante para su país: la ruptura política y social que desveló su reciente proceso electoral, con expresiones como la violenta irrupción al Capitolio de una turba de fanáticos de Donald Trump, ocurrida dos semanas antes de la transferencia del poder presidencial, para descarrilar el conteo definitivo de los votos electorales que dieron el triunfo al hoy inquilino de la Casa Blanca.

Si bien serenó los ánimos su primer mensaje a la nación como un presidente ecuánime, profesional de la política, conceptuoso —diametralmente opuesto a la vulgar y pendenciera discursiva del ahora expresidente— la misma noche de la toma de posesión y ayer, hubo protestas y disturbios en las ciudades de Portland y Seattle, donde grupos radicales causaron destrozos en las sedes del Partido Demócrata.

La discordia quedó sembrada, en mucho por el discurso trumpiano, y seguramente dará aún más frutos venenosos. Acaso por eso Biden salpicó su discurso con resabios de su guerra de secesión. Cito: “para cuidar la frágil y preciosa democracia”, debemos “terminar con esta guerra civil entre conservadores y liberales”.

¿Le suena? Conservadores versus liberales es la narrativa, casi todos los días, de las “mañaneras” presidenciales, el sino de la historia mexicana del siglo XIX: la fratricida Guerra de Reforma, la invasión francesa, el Imperio, la restauración de la República, procesos históricos chocantemente simplificados ahora con el “fifís” contra “chairos” o la “mafia del poder” contra el “pueblo bueno”.

Innegable que, desde el primer intento de tres por ganar la Presidencia, AMLO enfrentó toda la fuerza del Estado y las triquiñuelas de las élites y sus testaferros panistas y priistas, desplegadas para impedirlo, lo que dio lugar a un discurso —y después a un movimiento— contestatario y confrontador.

El expresidente Fox intervino abiertamente en las elecciones de 2006, lo que dio lugar a aquella expresión de “¡Cállate chachalaca!”, que para algunos fue la expresión de intolerancia que lo llevó a “perder” la elección por una nimia diferencia de votos. En la calificación final de aquellos comicios, el TEPJF reconoció que Fox intervino, pero que nada más tantito.

La andanada contra la 4T, también es cierto, ha seguido y se ha intensificado, conforme López Obrador y su mayoría en el Congreso impulsan los cambios que estructuran un proyecto de nación que choca frontalmente con el de quienes perdieron el poder en las urnas.

Acaso tenga razón el Presidente al decir que está en su derecho de replicar a las críticas. Pero en sus respuestas insulta, amenaza, intimida, cierra el paso al debate racional y respetuoso entre esos dos proyectos de país. Atiza la división, más aun, cuando se niega a acatar la exigencia legal de suspender, para garantizar equidad electoral, la propaganda gubernamental (incluidas las “mañaneras” que, argumenta, son información), y declara que sus adversarios lo quieren callar. Les hace lo que le hicieron y eso que dice no ser de venganzas. La situación cambió: pasó del trapecio del “Cállate chachalaca” al de “Me quieren tapar la boca”.

Quizás sea pertinente preguntar: ¿No es una función central del Jefe del Estado ser el referente donde confluye la unidad de una nación? ¿Sería imposible que AMLO encontrara el punto de equilibrio entre su proyecto de cambio y la consecución de acuerdos con sus opositores? ¿Podrán éstos replantear los términos de su relación con el gobierno, más allá de la rabia, la insolencia y la frustración que dejan ver al referirse a él y a sus seguidores?

Se ve muy difícil. Ya veremos cómo se dirime esto en las elecciones federales de junio próximo y en el proceso de revocación de mandato del año entrante. Pero no se olvide: la unidad es necesaria para la paz y ésta para la justicia.

Instantáneas:

1. HACIA LA DERROTA. Para mal de Morena, avanza la consolidación de la candidatura de Félix Salgado Macedonio para Guerrero. La FGR ya dejó en manos de la fiscalía del estado el desenlace de las dos acusaciones de violación interpuestas contra el impresentable candidato. Sobre la presentada el año pasado por una mujer que asegura fue abusada siendo menor de edad en 1998, cuando Salgado Macedonio era candidato del PRD al gobierno de la entidad, la Fiscalía de Guerrero determinó el miércoles pasado que tomando en cuenta el momento de los hechos, “se ha extinguido la acción penal a favor del acusado”. Falta la otra, ocurrida en 2017 y denunciada ese año por otra mujer que trabajaba en el periódico que en ese tiempo dirigía Salgado Macedonio. La víctima debe solicitar la reapertura del proceso, pero hasta el momento no se sabe de su paradero y acaso por miedo prefiera no hacerlo. Huele a que la va a librar, que será un presunto violador el candidato de Morena y que, si hay conciencia, perderá la elección. Allá Morena.

2. OTRA JOYITA. Las fiscalías Anticorrupción y General de Oaxaca investigan actos de corrupción por 300 millones de pesos, presuntamente cometidos por Alberto Esteva Salinas, actual director general de Administración de la alcaldía Álvaro Obregón y encargado del despacho de esa demarcación capitalina, tras el permiso solicitado por la alcaldesa Layda Sansores para contender como candidata de Morena por el gobierno de Campeche. Esteva Salinas fue secretario de Seguridad Pública en Oaxaca durante el gobierno de Gabino Cué. Se le investiga por pagar a sobreprecio un equipo de seguridad electrónica para el penal de Tlacolula de Matamoros, en esa entidad, que además presentó fallas en su operación. Como director de Autotransportes Urbanos de Pasajeros Ruta 100 (1994), estuvo en medio del truculento caso que terminó con la quiebra de esa empresa (1995), con la cual se relacionaron los suicidios o asesinatos de quien fuera secretario de Transporte y Vialidad del entonces DDF, Luis Miguel Moreno; y meses después del magistrado Abraham Polo Uscanga.

3. SESIONES VIRTUALES. Es casi un hecho que el Senado tendrá, a partir de febrero, su primer periodo ordinario de sesiones virtuales. Ricardo Monreal, presidente de la JUCOPO senatorial, asegura que ese órgano ya se puso de acuerdo para modificar el reglamento de la Cámara Alta y formalizar que las sesiones puedan hacerse en ese formato, con la intención de proteger la salud de los legisladores.

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