El mundo ha padecido con la actual pandemia, tres grandes catástrofes epidémicas, siempre precedidas por profundos cambios en las relaciones económicas internacionales. La primera globalización se inició con la guerra mundial mongola que derivó, en la primera gran pandemia que sufrió la humanidad, la peste negra del siglo XIV, fue el preámbulo de profundos cambios en el mundo para los siguientes siglos. La segunda gran pandemia cierra el ciclo de una segunda globalización producto de la revolución de los transportes con la gripe española de finales de los años veinte del siglo pasado y que también dará paso a hondas transformaciones en el mundo y la tercera globalización que también, con la actual pandemia del SARS COVID-19, vuelve a cerrar un ciclo de expansión global que está cimbrando sus bases y exponiendo las debilidades de la economía de mercado que ve atrofiado su funcionamiento frente a este tipo de catástrofes humanitarias.

La crisis mundial causada por la pandemia, obliga a repensar el paradigma económico, el cual muestra que el mercado, por sí mismo, no contrarresta la situación de crisis económica, frente a esto, es necesario considerar la alternativa de la planificación económica como promotora del desarrollo productivo con alto desarrollo tecnológico.

La intervención del sector público frente a la crisis del neoliberalismo debe desarrollar empresas públicas que den prioridad a las necesidades propias del entorno económico del país, y en el caso particular de la pandemia, en coyunturas como la actual, privilegiando la producción de bienes sanitarios que abastezcan de los mismos al sector que lo requiera, y no esperar a comprarlos en el exterior, debemos tener la capacidad de generar nuestros propios productos, sean con empresas públicas o privadas.

El impacto de la crisis mundial se resiente, como se ha visto, en la actividad económica cotidiana y en el actuar del gobierno por la perdida de ingresos públicos, la cual se reconoce en alrededor de menos de 300 mil millones de pesos, que, con todo y los recortes en gasto corriente, reducción de sueldos y prestaciones, podrían cubrir una tercera parte de esa pérdida de recursos. También, el impacto en las erogaciones de la deuda pública, por efecto de las variaciones del tipo de cambio, ocasiona un aumento considerable, según la estimación de Hacienda para este año, de un billón 77 mil millones de pesos que hay que pagar para los próximos meses.

La pérdida de ingresos y el aumento del pago de la deuda ha profundizado las medidas de austeridad, es necesario superar esa visión y considerar que el Estado tenga una mayor participación en la actividad productiva, para ello es indispensable aumentar efectivamente el gasto público teniendo un mayor peso en el Producto Interno Bruto, es decir transitar paulatinamente de ese 23 por ciento al 30 por ciento del gasto público con respecto al PIB para los próximos años.

El Estado debe participar en la actividad económica, sin menoscabo de las medidas de apoyo a los sectores vulnerables, como se ha considerado en el paquete de reactivación económica, sin embargo hay que avanzar más, el Estado ahora debe redimensionar su participación económica y convertirse en productor, creador de bienes, aquí es donde se puede gestar un cambio, sometiéndose a la lógica de una planeación económica con intervención productiva y con alto desarrollo tecnológico, ese sería el verdadero reto que tenemos por delante para realmente cambiar y desarrollarnos.

Profesor de la Facultad de Economía de la UNAM e integrante del CACEPS.
caceps@gmail.com

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