“Las convenciones partidistas atraen toda la publicidad, a pesar de que son vulgares espectáculos de rodeo” escribió Graham Greene en su novela Los comediantes. Una vez concluida la grosera utilización de niños (convención demócrata) y monjas (convención republicana) para proselitismo, revisemos las implicaciones de la victoria de cada candidato sobre política exterior estadounidense.

Asia. La rivalidad personal de Donald Trump con China es conocida, pero no se sustenta en una diferencia de valores democráticos y autoritarios, sino en cuestiones comerciales. La administración Trump fue indiferente a la destrucción de la democracia liberal en Hong Kong, aplastada por la nueva Ley de Seguridad Nacional impulsada por China. Tampoco ha hecho nada frente a la discriminación violenta contra la minoría uigur. En Taiwan, todavía no sabemos si el gobierno de Trump estaría dispuesto a intervenir militarmente para defender las libertades taiwanesas contra China. La posición de Biden es confusa, pues hace 19 años publicó un editorial en el Washington Post afirmando que Estados Unidos no necesariamente debía involucrarse en la defensa de Taiwan. En lo relativo a las tensiones entre China y Australia en cambio, es muy probable que Biden sí respalde una alianza más sólida con los australianos, mientras que Trump no parece interesado. Tanto Trump como Biden se inclinan a favor de India en caso de conflicto entre ésta y China.

Europa. La construcción del gasoducto Nord Stream 2 entre Alemania y Rusia con el propósito de abastecer las necesidades energéticas europeas atraviesa numerosas polémicas. Entre éstas no es menor el envenenamiento de Alexander Navalny, líder de la oposición contra Putin. Si bien la canciller Merkel ha procurado por todos los medios una relación constructiva con Rusia, la diferencia de valores entre una demócrata como ella y un líder autoritario como Putin se hace patente. Es conocida la simpatía de Trump por Putin. A la inversa, los analistas reconocen la animadversión explícita del gobierno ruso contra Biden. A pesar de las tentativas de liderazgo del gobierno francés, la Unión Europea no asume una posición común frente al activismo militar de Turquía contra Grecia. Ni Trump ni Biden se han pronunciado, pero Trump ha sido indulgente con el presidente turco.

Oriente Medio. Por más esfuerzos que el presidente Macron haga, no parece que Francia pueda sacar a Líbano del desastre en el que se encuentra. Varios comentaristas hablan de Líbano como un estado fallido y eso no conviene al equilibrio regional, pues Hezbolá consolidará su presencia en una zona de por sí explosiva. Sin una presencia más activa del gobierno estadounidense, el equilibrio de poder dependerá de grupos radicales. Quizá por su limitado impacto electoral, Líbano no ha sido parte de la agenda de Trump. Por posiciones de Biden como vicepresidente, es razonable suponer que él sí se involucraría un poco más.

América Latina. Ya conocemos la política exterior de Trump en la región y numerosos analistas se han ocupado de su relación con México. Hay quienes aseguran que la compañera de fórmula de Biden, Kamala Harris, procedente de California, valora mucho la relación con las minorías hispanas, por lo que podría intensificar la relación con los países latinoamericanos. La incógnita permanece en ambos bandos respecto a las relaciones con Venezuela. Ben Rhodes, quien fuera consejero adjunto de seguridad nacional del gobierno de Obama conduce un programa cuyo título “Missing America” ilustra los costos para el mundo de la falta de liderazgo norteamericano en las crisis internacionales. Independientemente del ganador en la elección, el mundo observa con preocupación los vacíos de poder generados por la ausencia estadounidense, empezando por los estragos mundiales del coronavirus.

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