Desde hace meses numerosos propagandistas del gobierno hablaron de la supuesta amenaza de la extrema derecha en el escenario mexicano. Estos amanuenses, sustentados en las más descabelladas teorías de la conspiración (como le gustan a la izquierda mexicana), aseguraban que se preparaba el ascenso de movimientos, candidatos y en La Jornada (¿dónde más?) hasta se refirieron a tentativas de golpes de estado que jamás documentaron. Unos más, otros menos, buscaban inocular en el público la preocupación de que a la actual administración federal le asediaban numerosas fuerzas retrógradas instaladas ideológicamente en la Edad Media. Sus moneros incluso retraban militares fascistas al estilo sudamericano. Finalmente, lograron colocarle rostro a su figura de paja cuando Lilly Téllez anunció su aspiración presidencial.

Ya escribí en este mismo espacio un artículo señalando mis críticas y desacuerdos con la senadora Téllez y en general, con la derecha mexicana. El supuesto súper villano y némesis de la izquierda resultó un gigante con pies de barro. Téllez no duró nada en la contienda, se bajó incluso antes de empezar a competir, decepcionando a sus simpatizantes y sorprendiendo a los analistas por su falta de arrojo. ¿Dónde quedó la senadora que presumía su intrepidez? Publicó 50 preguntas que nadie leyó y se fue a su casa. No se dignó cansarse haciendo campaña en el Estado de México ni en Coahuila, mucho menos recorrer el país para pedirle firmas a los votantes. Prefirió patear la mesa y deslegitimar el proceso de selección de candidaturas de la oposición al descubrir que no era competitiva. Esa fue la peligrosísima candidata del ultraderechismo internacional que supuestamente coordinaría una poderosa ofensiva ilegal y golpista contra la “bondad progresista” de la 4T.  Así, queda desmentida toda la basura propagandística de la izquierda mexicana, pero ellos seguirán creyendo lo mismo y están dispuestos a repetirlo cuando se los ordenen en palacio.

Hay dos aspectos por analizar a futuro. Primero, ya he dicho aquí que el presidente Mitterrand (del partido socialista) quiso debilitar al centro derecha francés subsidiando en secreto de distintas maneras a la extrema derecha. Es decir, apoyar al Frente Nacional para dividir el voto conservador y asegurar la victoria socialista en los comicios. Esto, que en principio parece una estrategia astuta, a largo plazo resultó extremadamente nocivo para Francia. Lo que inició como una propuesta de debilitamiento del adversario, se convirtió en un involuntario fortalecimiento de los enemigos de la democracia que al paso de los años acercan cada vez más a Francia a la victoria electoral del neofascismo. A los verdaderos demócratas debe preocuparles la irrupción de fuerzas extremistas, sean de izquierda o derecha. No se trata de simpatías ideológicas, sino de que el extremismo impide el diálogo en una sociedad plural y diversa demonizando a quien piensa distinto. En otras palabras, amenaza la convivencia pacífica. El liberalismo no triunfó en el siglo XX por ser intrínsecamente superior en términos intelectuales (aunque lo es), sino por ser la única propuesta intelectual que no desembocó en dictaduras totalitarias como sí hicieron las izquierdas y derechas. El liberalismo es la única ideología que no persigue ni acosa a quien piensa diferente. Las democracias modernas requieren la representación institucional de izquierdas y derechas, no importa si se da en sistemas bipartidistas o multipartidistas, lo trascendental es que siempre sea en un marco de moderación partiendo del centro. Democracias y sistemas de representación donde quepan y negocien pacíficamente los distintos.

Segundo, es irremediable dado su estrecho alcance analítico, pero la izquierda mexicana sigue sin darse cuenta que la extrema derecha (minoritaria pero real), ya está dentro de Morena y la coalición gobernante. Ellos llegaron al poder de la mano del PES, un partido integrado por evangélicos como los que condujeron a Bolsonaro a la presidencia de Brasil. Ellos son las que han impulsado la política más militarista en lo que va del siglo, entregando contratos y negocios a mansalva a las fuerzas armadas. Ellos son los que autorizaron la celebración de un homenaje al líder de la Luz del Mundo (encarcelado en Estados Unidos por pederastia) en el Palacio de Bellas Artes. Ellos son, en fin, los impulsores de una cartilla moral y quienes tienen en su consejo asesor empresarial a los mismos hombres de negocios que antes descalificaron como oligarcas, plutócratas, opresores y quién sabe qué otras lindezas. ¿Dónde quedó entonces la derecha?

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