“Tijuana ya no tenía la apariencia de una ranchería y unas cuantas calles trazadas al azar, como pueblo de paso de las caravanas” escribió Federico Campbell en su novela Pretexta o el cronista enmascarado. Hoy es una de las ciudades más grandes del país con un inmenso flujo humano y económico en la frontera. Ahí reside alrededor del 56% de la lista nominal de Baja California y su voto será decisivo para la elección de gobernador.

Ya todos sabemos cómo terminó la iniciativa de ampliación de mandato de Jaime Bonilla. “Fraude a la constitución” lo llamó el presidente de la Suprema Corte. La ampulosa solemnidad de la frase da la impresión de un delito muy grave pero como estamos en México, no se persigue de oficio ni habrá sanciones contra ninguno de los exdiputados que aprobaron la “Ley Bonilla.” Más sorprendente aún, no se produjo ningún costo en términos de reputación para Morena. En todas las encuestas para la gubernatura, Morena está a la cabeza. Esto dice mucho y malo de la oposición.

Parece una competencia ganada de antemano. El verdadero problema de Morena es el exceso de tiradores levantando la mano. El rumor local insinúa numerosos aspirantes en la Secretaría General de Gobierno, en la súper delegación del gobierno federal o incluso en la Fiscalía General. No obstante, diversas fuentes coinciden en que desde la Ciudad de México se ve con buenos ojos a Marina del Pilar Ávila, popular alcaldesa de Mexicali y una figura de equilibrio local. Como una versión norteña de Historia de Dos Ciudades, la política de Baja California refleja la rivalidad entre Tijuana y Mexicali, por lo que se ha buscado una alternancia de gobernadores entre una y otra población. El principal obstáculo para la alcaldesa es que no sería la primera opción de Bonilla, pero indudablemente la determinación final de esa candidatura pasará por la capital del país.

Otra gran interrogante es Jaime Martínez Veloz, quien podría volver a buscar la candidatura por el PRD o cabildear en la Ciudad de México la postulación por Morena.

Baja California es una de las entidades más afectadas por el coronavirus. El gobernador Bonilla dio nota a escala nacional cuando dijo que los médicos del IMSS estaban “cayendo como moscas.” No ha resultado sencillo controlar una pandemia en una entidad donde muchos cruzaban la frontera diariamente para trabajar en San Diego y regresar a México al anochecer. Entonces, la elevada tasa de contagios y el dolor por los muertos podrían dar lugar a indignadas protestas en las urnas. El PAN buscaría representar ese descontento con la candidatura de Jorge Ramos, expresidente municipal de Tijuana. El panismo está tan fracturado, que no es posible descartar a Óscar Vega, quien compitió con las siglas del PAN en la elección pasada.

El PRI como institución está fuera de combate en la entidad, pues lleva más de 30 años fuera del poder y ha estado en riesgo de perder el registro. Paradójicamente, tiene un candidato muy competitivo en Jorge Hank. No nada más por los cuantiosos recursos de su fortuna personal, sino porque su familia lleva buena relación con el gobierno federal y han obtenido importantes contratos en esta administración. Lo ha fortalecido socialmente el arraigo y simpatías populares de su equipo de fútbol, los Xoloitzcuintles de Tijuana. La duda es si está dispuesto a invertir en una aventura electoral de resultado incierto. Baja California no pinta como una de las entidades más competidas para el 2021, pero como decía el beisbolista Yogi Berra “esto no se acaba hasta que se acaba.”

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