Cada vez se percibe más difícil sostener unidos a los partidos que integran la principal alianza opositora con miras a la elección presidencial del 2024. No tiene sentido insistir en el enorme desgaste que supone la figura del hampón Alejandro Moreno al frente del PRI y por consiguiente su impacto negativo sobre la alianza misma. Ha quedado claro que Moreno no renunciará y que los expresidentes del partido no tuvieron la fuerza suficiente para obligarlo a ceder. A esto hay que agregar la predecible derrota del PRI en el Estado de México y en Coahuila el año entrante, cuando sus respectivos gobernadores se vean ante la misma disyuntiva del resto de sus colegas priistas: entrega de su estado a Morena a cambio de impunidad por sus respectivos actos de corrupción. Es decir que el PRI llegará al 2024 sin ninguna gubernatura propia y una compartida en Durango. Alejandro Moreno habrá logrado la hazaña perfecta de sumar puras derrotas y que el PRI pierda todos los estados que gobernaba cuando él asumió la presidencia.

El PRD no gobierna ni gobernará ningún estado de la República de aquí al 2024. Su contribución consistiría en la entrega de sus prerrogativas financieras, así como las de radio y televisión para promover la hipotética candidatura presidencial de la Alianza. Sus espacios plurinominales dependerían de la generosidad de otros partidos, de modo que las declaraciones de Silvano Aureoles sobre su intención de buscar la presidencia de la República deben tomarse, a lo sumo, con sentido del humor.

El PAN es el único partido opositor que conserva, hasta el momento, una base social reducida pero fiel entre las clases medias y cierta representatividad electoral en determinados estados. No tiene sentido suponer que al ser la única de las tres instituciones partidistas con fortaleza electoral demostrable, el PAN esté dispuesto a cederle la candidatura presidencial a un personaje fuera de sus filas. Si los otros partidos no pueden aportar los votos de ningún estado ni la operación electoral de ningún gobernador, ¿por qué aceptaría el PAN someterse a una elección primaria con precandidatos de otros partidos? ¿Cuándo se ha visto a un político que teniendo la posición más fuerte en una negociación haga concesiones más importantes que las de los políticos débiles? Ante su espectacular acumulación de derrotas y escándalos, Alejandro Moreno presume que el PRI tiene 18% de intención de voto en las encuestas nacionales, pero eso no se ha visto reflejado en ninguna elección reciente. Es una cifra que solo existe en la imaginación de la dirigencia tricolor. Consecuentemente, el PAN no tendría razones para tomar en serio las exigencias priistas de disputarle la candidatura presidencial de la alianza.

Los anteriores son cálculos elementales pero fundamentales. Si la alianza sobrevive, deberá constituirse sobre supuestos racionales y no quimeras sobrenaturales. En este país todos se sienten llamados por Dios a ser presidenciables, pero nadie construye estructuras territoriales de apoyo real. ¿Dónde están las oficinas y representantes de la Alianza en los municipios pobres de la Sierra Madre Occidental u Oriental? La única manera de vencer a un partido en el gobierno es construyendo comités de apoyo adicionales a las estructuras partidistas en todo el territorio nacional. A principios del siglo XX lo hicieron los clubes antirreeleccionistas, a finales de siglo cumplió esa función la estructura paralela de Amigos de Fox y más cerca de nosotros los comités de activismo en la campaña de Enrique Peña Nieto. Sin eso, da lo mismo el nombre del candidato de la Alianza. La elección presidencial de 2024 no se va a ganar desde los sillones de un hotel caro en Polanco o Reforma.

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Analista
 Twitter: @avila_raudel

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