Si algo nos enseñó 2016, annus horribilis, es que no podemos confiar plenamente en las encuestas. En un solo año, las encuestadoras erraron prodigiosamente sus pronósticos con el brexit, el referendo de paz en Colombia y la elección de Trump. No obstante, las encuestas parecen coincidir en el resultado de la elección británica del jueves: ganarán los conservadores. Hay una ventaja porcentual promedio de 10 puntos a favor del partido conservador.

Es verdad que la clase política británica, referente internacional en otro tiempo, pasa por un proceso de degradación. Ya se ha escrito mucho sobre la personalidad demagógica, nacionalista e irresponsable de Boris Johnson, líder del partido conservador y actual primer ministro. No obstante, la alternativa no es mejor. Jeremy Corbyn, dirigente del partido laborista, se ha definido como trotskista, ha defendido públicamente al gobierno de Hugo Chávez, al dictador albanés Enver Hoxha, dice que la Unión Europea es un instrumento del imperialismo y se le ha acreditado una perturbadora dosis de tolerancia al antisemitismo en su partido.

La verdad es que la mejor opción para gobernar el Reino Unido es Jo Swinson, la líder de los liberales demócratas. Como ha dicho Timothy Garton Ash, ella es una política sensata, moderada, cosmpolita, intelectualmente articulada y con las mejores propuestas para su país, pero no tiene ninguna posibilidad de encabezar gobierno. Las preferencias electorales de la población por su partido rondan el 13%.

Si ganan Johnson y los conservadores, habrá brexit el año entrante. La nueva fecha límite para el acuerdo es el 31 de diciembre de 2020. Los costos financieros para la economía del Reino Unido serán tan negativos, que de acuerdo con Philip Stephens del Financial Times, han decidido mantenerlos en secreto. En cuanto a Corbyn, no solamente perturban sus simpatías políticas por dirigentes autoritarios, sino que todos los economistas del Reino Unido (de izquierda, derecha y centro) califican sus políticas como inviables en el mejor de los casos y catastróficas en el peor, provocadoras de un terrible déficit público.

Parece una elección del tercer mundo, a escoger entre lo peor y lo devastador. Sabemos que a Johnson México lo trae sin cuidado. No obstante, el supuesto de su campaña es que cuando el Reino Unido salga de la Unión Europea, Johnson conseguirá un gran acuerdo comercial con Estados Unidos para suplir la ausencia de mercados y productos europeos. Trump no es precisamente un entusiasta de los tratados comerciales, pero Johnson jura que firmará uno con el Reino Unido. ¿Cuáles serían las implicaciones de ese acuerdo para México? ¿Le quitaría mercado a productos mexicanos en Estados Unidos?

Si ganan Corbyn y los laboristas, sería razonable suponer un acercamiento de ese gobierno con ciertas repúblicas latinoamericanas. Probablemente se produciría un respaldo internacional del Reino Unido al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. También es conocida la relación del presidente de México con Corbyn. Otra posibilidad, un poco más remota, sería que el escenario electoral impida a ningún partido formar gobierno por sí mismo.

Consecuentemente, habría que esperar una negociación para integración de coaliciones o, eventualmente, la convocatoria a una nueva elección. Sabemos que con cualquier resultado en la elección de esta semana, en ausencia de un Reino Unido próspero, la descomposición del sistema internacional continuará.

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