El sábado se cumplieron 100 años del natalicio de Jesús Reyes Heroles. En mi modesta opinión, sus más grandes contribuciones no fueron sus libros, la reforma política o el Sistema Nacional de Investigadores, de suyo trascendentales. Lo mejor fue su ejemplo. La disposición a perder los más altos cargos al manifestar su desacuerdo con políticas nocivas al interés nacional. Reyes Heroles tuvo diferencias graves con la Presidencia de la República. Hubieran podido recibirlo en otros partidos, pero él no era un oportunista a la caza de posiciones. En la época del hiperpresidencialismo, pocos se atrevían a contradecir al poder ejecutivo. Don Jesús, costara lo que costara, no guardó silencio ante los abusos del presidente.

En memoria del coronel Alfredo Valdez, servidor público ejemplar

En el sexenio de Luis Echeverría, Reyes Heroles encabezó el PRI. Fracasó en su tentativa de promover democracia interna. Echeverría quería ejercer el dedazo para seleccionar candidatos y perpetuarse en el poder mediante una reelección prohibida por la constitución. Don Jesús se le puso enfrente sabiendo que podía costarle carísimo. Desde sus primeros discursos, expresaba “Somos el partido en el gobierno, pero no somos el gobierno… Los hombres en el gobierno no pueden hacer todo…”. Cuando las aspiraciones de Echeverría a reelegirse circularon masivamente, Reyes Heroles aprovechó un aniversario de la Constitución de 1917 para pronunciarse “aprendimos a no reformar para un hombre, por históricamente conveniente que parezca, a saber, que reformas hechas para personas niegan principios, quebrantan instituciones y nos apartan de nuestro sendero… aquellos aturdidos que pretenden la reelección lesionan a la Revolución, niegan nuestras instituciones y ofenden al revolucionario Luis Echeverría.” Descalabrada la tentativa reeleccionista de Echeverría, la tensión continuó. El choque final llegó con la propuesta de don Jesús de una plataforma de gobierno para el candidato del PRI a la Presidencia en 1976. La fórmula “primero el programa, después el candidato” era un esfuerzo por involucrar a la militancia, en lugar de otro dedazo. Harto de sus interferencias, Echeverría cesó fulminantemente a Reyes Heroles.

Como Secretario de Gobernación del presidente López Portillo, Reyes Heroles produjo la reforma política que abrió la puerta de la democratización mexicana. No pasó mucho tiempo antes de que la bonanza petrolera y la concentración de poder enloquecieran a López Portillo. López Portillo hacía gala de nepotismo y patrimonialismo. Convirtió a su amante en secretaria de estado, designó a su hermana y su hijo en altos cargos. Pisoteó el estado laico invitando al Papa a los Pinos para complacer a su madre. Don Jesús le manifestó enérgicamente su disgusto al presidente. Fue ignorado. Además, Reyes Heroles se hartó del derroche populista de recursos públicos. Desde 1977 manifestó “no se ofrece un bienestar ficticio que se anticipa en el goce de una riqueza inexistente, con la quimera de que es posible consumir sin producir e invertir; no se trata de un populismo dadivoso, fundado en ilusiones y engendrador de amargas decepciones; populismo generador y generalizador de pérdidas nacionales, que esteriliza producciones y destruye toda auténtica capacidad de justicia social; populismo que es, en esencia, contrarrevolucionario.” López Portillo, harto de la franqueza pública de Reyes Heroles, lo despidió. Don Jesús se mantuvo firme. Por encima de una amistad de juventud como la que tuvo con López Portillo, estaban los principios.

En la peor etapa del presidencialismo priista, hubo quien levantó la voz desde el partido oficial contra los excesos. En la oposición, la izquierda mexicana se cansó de condenar el autoritarismo. En el poder, guarda un silencio cobarde ante las mismas prácticas. Muy comprensible. No tienen ni tendrán figuras de la estatura de Reyes Heroles.

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