China está logrando un cambio de narrativa sorprendente en la crisis del coronavirus. Pasó de foco de origen e infección a ser el único país preocupado por apoyar a otros en el combate a la pandemia. En un discurso la semana pasada, el presidente serbio Aleksander Vučić declaró “la solidaridad europea no existe. Era un cuento de hadas en un papel.” Serbia quería incorporarse a la Unión Europea, pero le impusieron la reducción de importación de productos chinos. Serbia procedió en consecuencia y se quedó sin suministros médicos. Cuando solicitó comprar mascarillas e instrumental médico a la Unión Europea, todos los países se negaron a venderle esos productos. “Necesitamos esos equipos para nuestros sistemas de salud” declaró Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.

Serbia pidió ayuda entonces a China. “Cuando los apretones de manos en Europa son desalentados, la mano amiga china puede hacer la diferencia” respondió un editorial de la agencia estatal de noticias china. Por más apoyo que piden a la Unión Europea sus integrantes pobres como España, Italia o Grecia, ya no hay subsidios alemanes para salvarlos. China entró al quite. Toda esta historia está contada en un editorial de Bernhard Zand en el semanario alemán Der Spiegel. Una de las víctimas mortales del coronavirus será el sueño de solidaridad de la Unión Europea.

Europa no es el único lugar donde China está ofreciendo apoyo para plantarle cara a la pandemia. El Financial Times reporta que la fundación Jack Ma (el hombre más rico de China y director de la empresa global Alibaba) donará cientos de miles de mascarillas e instrumental de pruebas para detectar el coronavirus a países africanos y latinoamericanos. ¿Y Estados Unidos? La economía más poderosa de la Tierra está ocupada en proteger a su propia población, carente de un sistema de salud pública propio de un país del primer mundo. Estados Unidos alcanzó el liderazgo planetario después de la Segunda Guerra Mundial cuando acudió al rescate de Europa con el Plan Marshall. Paradójicamente, al no ayudar a nadie en esta crisis, la divisa America First de Trump hará que Estados Unidos pierda mucho liderazgo internacional y buena parte de su “poder blando.” Los gobiernos del tercer mundo empiezan a voltear a Pekín en lugar de Washington.

Lo cierto es que la única manera de vencer la pandemia y prevenir otras en el futuro sería con la cooperación entre Estados Unidos y China. Así lo hicieron durante la crisis financiera en 2008 y en la epidemia del ébola en 2014. Sin el concurso de las economías más grandes del planeta, no se puede reactivar el crecimiento del PIB mundial, hoy en caída libre. Se ve improbable. China y Estados Unidos difunden teorías de la conspiración para culparse mutuamente de originar el coronavirus.

Después de la Segunda Guerra Mundial, México estuvo en la Conferencia de Bretton Woods, representado por gente de la talla de Víctor Urquidi. México fue fundador de la Organización de las Naciones Unidas. La Secretaría de Relaciones Exteriores de México debe adoptar un nuevo protagonismo en la promoción de la cooperación a nivel internacional.

Primero, en aras de acelerar la recuperación económica tras la dolorosísima crisis económica que enfrentaremos los mexicanos como resultado de la pandemia. Segundo, a fin de asegurar que el nuevo orden mundial en gestación no deje fuera los intereses de nuestro país. El editorial del Der Spiegel concluye “el distanciamiento social es el remedio médico contra la propagación del virus, pero en la política internacional requerimos exactamente lo contrario.” Eso o ahogarnos en el naufragio.

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