Uno de los personajes más interesantes en Guerra y Paz de Tolstoi es el príncipe Mijaíl Ilariónovich Goleníshchev, el general Kutúzov. Cuando Napoleón invade Rusia, todos los expertos desesperan ante la supuesta pasividad del general Kutúzov en defensa de su país. “Ya es un anciano” decían unos. Su estrategia les resultaba desconcertante y nadie creía en él. Kutúzov no atacaba frontalmente al ejército francés, solamente organizaba la retirada, quemando los recursos a disposición de los invasores y alejándose. Conforme la invasión francesa cubría territorios cada vez más amplios de Rusia, todos cuestionaban furiosamente al viejo Kutúzov, pero él persistió en su estrategia. A la postre, las fuerzas napoleónicas fueron cayendo víctima de las congelaciones, hambruna y enfermedades. “Me venció el general invierno” declaró Napoleón después de haber conquistado casi toda Europa.

Mentira, lo venció el general Kutúzov sin disparar un solo tiro. Joe Biden fue severamente cuestionado por los máximos expertos del análisis político mundial. Especialistas franceses, ingleses y claro, estadounidenses, lo desdeñaron desde que compitió en las elecciones primarias del partido demócrata. “Demasiado viejo para ganar” afirmaban. “No atrae al votante millenial”, “es aburrido y demasiado moderado”, “¿por qué no ataca frontalmente a Trump?” preguntaban otros. “Trump volverá a ganar” apuntaban durante la elección primaria los comentaristas. A la manera del general Kutúzov, la estrategia discreta pero firme de Biden les dio una lección a todos. Derrotó en el voto popular y en el Colegio electoral a Trump y, aún si hoy (esperemos que no) se presentaran actos de violencia, tomará protesta como el cuadragésimo sexto presidente del país más poderoso de la Tierra.

Los mismos que pronosticaron su derrota electoral, hoy anuncian su fracaso en el gobierno. Desde la derecha dicen “Son demasiados retos internos y externos.” “El sistema político estadounidense es inalterable” aseguran. Desde la izquierda se repite el coro acrítico de la campaña electoral “es demasiado moderado, vean su gabinete elitista”, “es muy poco audaz, no tiene capacidad para ir al fondo de los problemas sociales.” A mí, Biden me recuerda cada vez más a Clement Attlee, el primer ministro laborista que sucedió a Winston Churchill después de la Segunda Guerra Mundial al frente del gobierno del Reino Unido. Churchill describía con bajeza a Attlee, “un hombre modesto y con buenas razones para serlo.” No lo creía capaz de grandes hazañas. Silencioso, Attlee arrasó electoralmente con Churchill y su partido. La extrema izquierda lo descalificaba “Attlee es demasiado moderado para hacer cambios sociales, un maldito reformista.” Cuando un periodista entrevistó a Violet, la aristocrática esposa de Attlee, le preguntó si ella consideraba a su esposo un socialista. Violet hizo una mueca de asco y respondió “claro que no, mi esposo ayudó a los pobres en cumplimiento de su deber cristiano.” Attlee reía de buena gana con la respuesta de su esposa, pues un buen político nunca enseña sus cartas. Él construyó el sistema de salud pública más sólido de la Europa de su tiempo y un estado de bienestar para los desposeídos del Reino Unido.

Napoleón fue derrotado por el general Kutúzov, pero el desmantelamiento del bonapartismo exigió también la victoria naval de Trafalgar por el almirante Nelson y el concierto de las potencias occidentales en la Santa Alianza.

Joseph Biden logró vencer en todos los órdenes a Donald Trump, pero la derrota del movimiento trumpista y sus imitadores en otros países exige una acción coordinada de los demócratas en los países occidentales. Una alianza internacional de las democracias. ¿Tiene Biden la capacidad de convocarla? Hasta el momento, quienes han apostado en su contra se han equivocado.

Twitter: @avila_raudel

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