El pasado jueves, México sufrió uno de los acontecimientos más violentos y desoladores en el que se demostró que en Culiacán quien gobierna es tristemente, el narcotráfico. Después de bloqueos en las calles, vehículos quemados, una balacera interminable entre el ejército y el cártel de Sinaloa, las calles parecían una escena de la guerra en Siria.

¿En qué momento el gobierno federal consideró que liberar a Ovidio Guzmán, hijo de “El Chapo”, era la mejor opción para cesar la violencia en Culiacán y proteger a la sociedad mexicana?

Lo que parecía una victoria para el Estado mexicano al haber capturado a uno de los más buscados se convirtió únicamente en una victoria para el crimen organizado, un desconsuelo absoluto para los ciudadanos y una humillación para el gobierno.

Inconcebible que mientras esto sucedía en las calles, 51 personas privadas de la libertad se fugaran del penal de Aguaruto, demostrando, el crimen organizado, su habilidad para controlar el estado, burlando aún más la seguridad, dejando muertos a 2 custodios y transgrediendo en su máximo esplendor el sistema penitenciario.

Primero la muerte de 14 policías durante el ataque del cártel de Jalisco Nueva Generación al convoy en Aguililla, Michoacán, después la muerte de 14 civiles y un militar por un enfrentamiento armado en Tepochica, Guerrero y ahora esto, todo en el transcurso de una semana. Qué está pasando con el país, en manos de quién estamos los ciudadanos, el temor y la incertidumbre aumenta por segundo entre los mexicanos. No puede haber mayor cinismo por parte de los grupos delictivos al demostrar quien tiene el poder.

¿Cuánto más tiene que pasar para que el gobierno asuma el control y el crimen organizado entienda que las reglas no las ponen ellos, cuándo tendremos una estrategia de seguridad que no ponga en riesgo al país, cuándo volveremos a sentirnos seguros al salir de nuestras casas?

En un país en donde no solo vemos el empoderamiento de los grupos delictivos sino vemos reprobar a las instituciones de seguridad y al sistema penitenciario, ahora más que nunca debemos fomentar la generación de un cambio sistémico en donde se incluyan políticas efectivas de reinserción social, que al igual que La Cana, luchen por reducir los índices de inseguridad y delincuencia en el país.

La crisis de violencia que hoy vive México, la derrota que sufrimos la semana pasada y ese dolor progresivo debe ser sanado. Que el gobierno pare de marearnos con respuestas sin sentido y comience a ser claro, que esto no nos detenga para exigir lo que merecemos y sigamos persiguiendo la seguridad nacional.

Hoy, México duele, sin embargo, es hora de invitar a todos los ciudadanos para que desde donde tengamos injerencia, luchemos por ese cambio que tanto anhelamos, por un México mejor y libre de violencia.

No nos podemos quedar con los brazos cruzados, necesitamos exigirle al gobierno por nuestra seguridad, unirnos como sociedad con la frente en alto, proyectar esperanza, porque sin duda una vez más, de esta, los mexicanos nos levantamos.

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