Marcelo Ebrard comenzó su carrera política en el PRI en los años ochenta, acompañando a su mentor Manuel Camacho Solís, subsecretario de Programación y Presupuesto cuando el secretario era Carlos Salinas de Gortari.

Desde esa secretaría participaron en un plan de reconstrucción para afectados por los sismos de 1985 en la Ciudad de México —donde tejieron relaciones duraderas con la llamada izquierda social de la capital—, se fueron después a la Secretaría de Ecología y, ya en la gestión salinista, en 1988, al Departamento del Distrito Federal, con Camacho como regente.

Amigo de Salinas desde la juventud, Camacho era el más cercano al poderoso presidente de México y su operador político más brillante. Él y su equipo, incluido su joven brazo derecho Marcelo, consideraban casi un paso natural que la sucesión presidencial en 1994 recayera en él.

El 28 de noviembre de 1993 recibieron una cubetada de agua helada cuando el dedo presidencial omitió al amigo y señaló al pupilo, Luis Donaldo Colosio, para ser el candidato del PRI.

Camacho se inconformó públicamente, algo inédito en los rituales sucesorios priistas, y amenazó con romper. Colosio era considerado un político dócil, moldeado por Salinas, que le garantizaba continuidad. Camacho era visto como un político experimentado y con vida propia, que seguramente trazaría un camino propio de llegar al poder.

Cualquier similitud con la coyuntura actual no es obra de la casualidad.

Sólo unas horas duró aquella rebelión camachista. Dejaron la regencia y aceptaron la Cancillería, en la que tuvieron un paso fugaz porque Camacho, conocido como el bombero del presidente, se ofreció para ser negociador tras el levantamiento zapatista de enero de 1994, lo que revivió las especulaciones de que aún podría ser candidato y le generó a la incipiente campaña de Colosio una crisis profunda. Por eso la bala que mató a Luis Donaldo el 23 de marzo acabó en el mismo instante con la aspiración presidencial del exregente y excanciller.

Años después, Ebrard y Camacho, tras fundar y diluir su Partido de Centro Democrático, retomaron los lazos que tuvieron con el activista social tabasqueño Andrés Manuel López Obrador desde su posición de funcionarios salinistas. La historia de Marcelo en el lopezobradorismo ha durado 23 años.

Tras declinar dos veces por López Obrador y sucederlo una vez, en la jefatura de Gobierno, Ebrard consideraba suya la candidatura de Morena para el 24.

Pero la ganó Claudia Sheinbaum. No fue para el operador, amigo y bombero sino para la pupila.

Tras desconocer el proceso interno, hoy Marcelo dice que sigue viva su aspiración presidencial.

Las supuestas opciones de las que hoy todos hablan: una candidatura independiente, la candidatura de Movimiento Ciudadano, una negociación con el Frente que postula a Xóchitl Gálvez… o su retiro.

“Si Marcelo es candidato independiente, puede mandar a Xóchitl al tercer lugar”, dice el presidente López Obrador… “O a Claudia”, replican en el frente opositor.

¿Esquirol que divida el voto opositor? ¿Disruptor que lleve la elección a tres tercios y compita para ganar? ¿Acompañante de Xóchitl? ¿Berrinchudo fugaz que se discipline? ¿Estrella en su ocaso?

Hay también quienes ven en su futuro un expediente judicial por la Línea 12 del Metro. ¿En verdad sería buena idea para Sheinbaum que ese tema explote en plena campaña?

EL APUNTE

El lunes se reunirá Ebrard en “asamblea” con sus cuadros dentro de Morena para determinar lo que viene. Para bien y para mal, las lecciones que le ha dejado la historia de su mentor Camacho Solís seguramente influirán en su decisión.

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