Durante años he madurado un proyecto de reforma constitucional sobre la política exterior del Estado Mexicano. Sostengo que en tiempos de globalización que han diversificado exponencialmente las relaciones internacionales todos estamos implicados en ellas. Como embajador solía inducir a los agentes diplomáticos y consulares, tanto como a los funcionarios, hombres de negocios y compatriotas varios, a coordinar sus acciones a favor del país. Les recordaba además que la conducta que guardasen en el exterior podría ser tal vez el único referente que los extranjeros tuvieran de nosotros. En una palabra: Todos somos México.

El presidente López Obrador afirma que “la mejor política exterior es la interior”. Alude al respaldo que nuestra acción en el extranjero debe tener en la fortaleza nacional. Ser creíbles por nuestra congruencia —no luz de la calle y obscuridad de la casa—. Sólo es factible irradiar aquello que se posee, lo contrario es patrioterismo de escaparate. Expresión con que me referí a la exaltación de las Olimpiadas de 1968 para desvanecer la masacre de Tlatelolco. Pienso que esta visión multidimensional debiera consagrarse en un capítulo de la Constitución que sustituyera al inocuo artículo 89. Este faculta exclusivamente al Ejecutivo Federal para establecer compromisos en el exterior. Lo que es obviamente válido para la suscripción de tratados y convenciones, y para las relaciones con sus homólogos que comprometen a la nación en su conjunto.

Desconoce sin embargo los vínculos entre gobiernos regionales y locales con sus pares de otros países, por ejemplo las uniones interparlamentarias, las organizaciones de ciudades o las redes ambientalistas —actores indispensables en el combate al cambio climático—. Por añadidura el artículo antes citado reproduce con ligeros cambios los principios y propósitos enumerados en la Carta de las Naciones Unidas, casi como un plagio vernáculo y sin jerarquización alguna, cuando la mejor tradición diplomática mexicana —Isidro Fabela, Luis Padilla Nervo, Alfonso García Robles y Jorge Castañeda padre— colocaron por delante la autodeterminación de los pueblos.

Criterio semejante debiera regir nuestras relaciones con los Estados Unidos, en el entendido de que toda acción externa —bilateral, multilateral, política, económica o social— tiene por objetivo último reducir la inmensa gravitación de nuestro poderoso vecino sobre el país. La comprobación además de nuestra grandeza civilizatoria. Hemos pregonado ad nauseam la diversificación de nuestras relaciones, pero la hemos cumplido con parquedad. En África tenemos sólo 8 embajadas a diferencia de Cuba y de Brasil que han implantado más de una treintena y es muy rala nuestra presencia en el Oriente Medio, Europa del Este y Oceanía, y por desgracia menguante en América Latina y el Caribe. Nuestra capacidad de exportación es raquítica y somos deficitarios con todas las regiones del mundo salvo con la Unión Americana, con cuya economía estamos imbricados.

Sostenemos una diplomacia bifronte. Cerca de 60 consulados en América del Norte y 80 embajadas en el mundo. Estas últimas apuntalan nuestro despliegue en las Naciones Unidas y son vehículo para la afirmación de nuestros principios. El Canciller Ebrard ha dicho que “nuestro país tiene el respaldo mundial para encabezar la contienda en contra de la xenofobia, el racismo y los crímenes de odio”. Anuncia además la recuperación de nuestro liderazgo entre los países en desarrollo. Añadiría que México tiene las condiciones para ser el más influyente país en los Estados Unidos. La prioridad es sin duda defender la integridad y los derechos de nuestros paisanos y sus descendientes, que para el año 2050 serán la tercera parte de la población total de ese país.

A pesar de las presiones trumpistas, estamos obligados a intensificar nuestro apoyo solidario a las etnias mexicanas y elegir representantes de esas comunidades en el Congreso Mexicano. En esta tarea debieran concurrir todas nuestras instituciones. Me pregunto ¿qué ocurriría si cada universidad o establecimiento de educación superior —público o privado— tuviera un campus en importantes ciudades norteamericanas? Hay estados compuestos de varias naciones y naciones que se extienden a varios estados. México es una nación extraterritorial. Nunca lo olvidemos.


Diputado federal

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