El espacio es compartido por muchos países y la economía del espacio a nivel internacional genera oportunidades para el desarrollo económico y tecnológico, como un medio para preservar la soberanía nacional, como un mecanismo de apoyo para atender necesidades sociales y una oportunidad de monitoreo del territorio.

El 1º de noviembre de 2010, inicia sus operaciones la Agencia Espacial Mexicana (AEM), con el objeto de promover el desarrollo de actividades espaciales para ampliar las capacidades del país en las ramas educativa, científica, industrial y tecnológica en materia espacial; igualmente para promover el desarrollo del sistema espacial y los medios, tecnología e infraestructura necesarios para la consolidación y autonomía de ese sector en México, como señala la Ley que crea la Agencia Espacial Mexicana.

La incursión de nuestro país en materia espacial representa la oportunidad de dar un salto tecnológico y generar oportunidades, beneficios y recursos en distintos ámbitos, que permitirían a México aprovechar nichos tecnológicos como: la aeronáutica, computación, robótica, medicina, pronóstico del tiempo, técnicas de suelo para uso agrícola, telecomunicaciones, ecología, entre otros.

Lamentablemente a pesar de contar con la preparación y experiencia de dos astronautas mexicanos, José Hernández Moreno y Rodolfo Nery Vela, reconocidos mundialmente y de contar con un Agencia Espacial, persiste la política absurda de no invertir en la educación de alto nivel. Además, otras mujeres y hombres actualmente colaboran en la NASA en trabajos de investigación.

La Agencia Espacial Mexicana cuenta con un presupuesto de 68 millones de pesos para 2020, es decir, 9.8 millones de pesos menos que lo ejercido en 2019, mientras países como Estados Unidos planean invertir poco más de 25 mil millones de dólares en 2021.

Durante décadas como país hemos apostado a la inyección de pocos recursos al trabajo espacial, pero es tiempo de corregir el rumbo para desarrollar esa industria. Estimaciones de la NASA permiten determinar que de cada dólar que se invierte en proyectos espaciales se obtienen siete dólares de beneficio para el sector, en consecuencia, la industria espacial posee un muy elevado valor agregado, una gran proyección y enorme potencialidad para la inversión pública y privada.

La inversión en el desarrollo espacial representa una prioridad estratégica para otros países, como Estados Unidos, China, la Unión Europea, Israel y Australia, con entornos permisivos para la cooperación e inversión pública y privada.

Desafortunadamente en México la ciencia, la innovación y el desarrollo tecnológico no son una prioridad para los gobiernos pese a los esfuerzos de los especialistas y de nuestros astronautas, quienes en distintos foros han propugnado por una mayor inversión en el desarrollo de una industria espacial, con personal e infraestructura propia.

Mientras otros países vienen trabajando desde hace años en programas que implicarían, entre otras cosas, el regreso del hombre a la luna, en México el panorama es gris, sin una política espacial de largo plazo bien estructurada, donde impera la falta de colaboración entre los sectores público y privado, con acciones aisladas y desarticuladas.

Es tiempo de apostar por el desarrollo de la industria espacial en beneficio del país. En verdad, resulta lamentable que las autoridades no aprovechen la disposición para aportar, la capacidad y experiencia del astronauta José Hernández en el impulso de una nueva visión del desarrollo espacial.

La visión de una política espacial debe ir más allá del plano de las telecomunicaciones, que se centra en el envío de satélites para uso de dependencias gubernamentales y con fines comerciales.

La inversión en ciencia, innovación y desarrollo tecnológico debe formar parte de una política que contribuya de manera importante al desarrollo del país y en consecuencia, al combate a la pobreza y a las desigualdades sociales. Con los pies bien puestos en la tierra, es tiempo de mirar más allá de las estrellas.

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