El 1º de julio, durante su “informe” al cumplirse dos años de la jornada electoral de 2018, el presidente expresó: “siempre reconoceremos a nuestros paisanos por las remesas que envían al país y que fortalecen la economía nacional y al haber aumentado en los últimos meses refuerza mi pronóstico de que ya pasó lo peor de la crisis económica por la Covid-19”.

Lo cierto es que sus palabras tergiversan la realidad: Ese reconocimiento existe solo en el discurso y lo peor de la crisis no ha pasado.

En lo que va del actual gobierno el “reconocimiento” ha quedado en un apoyo para la repatriación de cuerpos de poco más de 1,200 mexicanos fallecidos en Estados Unidos y la creación de un catálogo de recursos accesibles para la comunidad mexicana en cada localidad que nuestros paisanos pueden consultar en las páginas web de la Embajada y de los consulados. Del trabajo a través de las Ventanillas de Salud y con organizaciones de la sociedad civil para atender prioridades como el acceso a alimentación, salud mental y aplicación de pruebas de Covid-19, no se sabe nada concreto.

La difícil situación que viven nuestros connacionales en Estados Unidos debiera generar acciones inmediatas que ayuden a la comunidad migrante para enfrentar los efectos negativos en su salud y su economía. El gobierno mexicano los ha abandonado. La comunidad mexicana migrante solo existe para el presidente para utilizarlos en la retórica de sus discursos.

Por ello, invitamos al presidente de México a que muestre voluntad, poniendo en práctica un Plan Económico de Apoyo y Asistencia a la Comunidad Mexicana Migrante que contemple una estrategia con acciones de apoyo inmediatas en favor de los migrantes mexicanos para que puedan enfrentar la difícil situación actual y la que permanecerá por varios meses y que inicie un diálogo con su par estadounidense para buscar que algunas medidas de apoyo se extiendan a la población migrante.

En esta línea de apoyo, el gobierno mexicano debe explorar la posibilidad de implementar un Ingreso Vital, de manera temporal, para una parte de la población migrante que lo requiera, aplicándolo a través de los Consulados en las ciudades más golpeadas por la pandemia. Se entregaría a quienes lo soliciten y mediante censo elaborado por los Clubes y Federaciones de Migrantes.

En cuanto a las remesas, el incremento no se debe a que “ya pasó lo peor de la crisis económica por la COVID-19”, sino a la depreciación del peso frente al dólar, por una parte, y a la voluntad y amor de los migrantes a sus familias, por otra, ante el pasmo del gobierno que, en lo interno, no ha generado un verdadero programa de apoyo a las personas que han perdido su trabajo o se han quedado sin ingresos.

De enero a junio, los migrantes mexicanos enviaron al país 20 mil 524 millones de dólares en 63.37 millones de operaciones, con un promedio 324 dólares por operación.

Dinero hay: Existen millones de pesos de ahorros por la denominada “austeridad republicana”, limitación de gastos a dependencias del gobierno y recursos a programas sociales hasta el 75 por ciento de su presupuesto, la eliminación de fideicomisos y hasta el pase de charola a trabajadores para que entreguen parte del producto de su trabajo.

¿Importan más las obras que las personas? Si la prioridad del presidente fueran los mexicanos, de dentro y fuera del país, se podrían destinar parte de los 411 mil millones de pesos que costarán la Refinería de Dos Bocas, el Tren Maya y el Aeropuerto de Santa Lucía que, tan sólo en 2020 consumirán más de cien mil millones de pesos.

La comunidad mexicana migrante, como siempre, continúa evitando que el país se hunda, mientras para el gobierno actual solo existen en el discurso. Un discurso que cada vez suena menos y ya pocos escuchan.

Señor presidente: El abandono no es igual a olvido. Téngalo presente. Los migrantes no olvidan.

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