El mundo está viviendo un episodio inédito para la sociedad actual: el embate de un virus, el COVID-19, que se propaga rápidamente por todos los países del mundo y que nos ha colocado en una situación importante de vulnerabilidad humana por su nivel de contagio.

La reacción de varios países, tardía en algunos, pasó de la incredulidad a la emergencia, con las secuelas que ya todos conocemos de miles de contagios y de muertes.

Países como China, Italia, España y Estados Unidos, pareciera siguieron un patrón de respuesta que actualmente los coloca como los lugares de mayor número de contagios.

Al día de hoy, los contagios de estos cuatro países es el siguiente: China, 81,537; Italia, 64,000; España, 33,000 y Estados Unidos, 41,511.

Lamentablemente, en el fondo de esta situación se encuentra el nivel de atención que cada país ha dado a la pandemia y que, por su mayor o menor atención, la efectividad de la respuesta ha variado.

El aislamiento o confinamiento ha sido una de las primeras acciones asumidas por algunos de los gobiernos. A partir de enero, cuando se detecta el primer caso, China inicio un proceso de atención para evitar contagios, que incluyeron reducir la movilidad humana de 750 millones de personas y a la fecha tiene en cuarentena a poco más de 150 millones de sus habitantes.

La instrumentación de mecanismos de vigilancia para evitar los contagios, ha acompañado al confinamiento. Países como Rusia, España, Italia y Francia, han aplicado estrictos mecanismos, como la prohibición de salir a las calles, salvo que se cuente con permiso o salvoconducto. En Israel, por ejemplo, solo sale un miembro de la familia cada dos días por víveres.

El control de vuelos provenientes de países con altos niveles de contagio ha servido para frenar la entrada de personas infectadas, restringiendo vuelos de provenientes de ciertos países, como China, o poniendo en cuarentena a todo extranjero que llegue a su territorio, como lo hace Rusia.

Otra medida que ha demostrado ser efectiva para contener los contagios es la aplicación de pruebas diagnóstico, como Corea del Sur, Taiwán y Singapur. Caso especial lo representa Alemania, que con la aplicación de 160 mil por semana, ha identificado a los portadores del virus y con ello, frenado la expansión del COVID-19 en su territorio.

Este contexto internacional contrasta con la situación en México, donde el gobierno ha mostrado un exceso de confianza que raya en la irresponsabilidad. Vemos un vacío de poder y una pesada responsabilidad cargada en un subsecretario que da la cara con medidas coyunturales que no previenen en nada la propagación del virus, asentado ya en nuestro país, en dimensiones aún desconocidas.

Aquí, ha habido oídos sordos a las voces que piden una estrategia nacional clara de prevención y combate a virus. Hasta hace poco no existía control ni prueba alguna para visitantes extranjeros. Se perdieron semanas valiosas dejando entrar a nacionales y extranjeros portadores del virus.

El sistema nacional de salud ha mostrado sus deficiencias, por lo que dudamos que México se encuentre preparado para enfrentar situaciones, como las que viven otros países en las siguientes fases de los contagios.

El mejor mecanismo de defensa es conociendo donde se encuentra en enemigo. En nuestro país no se realizan las pruebas diagnóstico suficientes para identificar a portadores, ni se han prohibido los eventos públicos, salvo en algunos estados y la CDMX, pero por iniciativa propia.

Del mismo modo, la acción central que puede frenar los contagios, el autoaislamiento, ha sido una medida asumida voluntariamente por los ciudadanos, frente al pasmo de las autoridades.

En consecuencia, no esperemos cierre de fronteras ni alto a actividades comerciales, menos la detección de contagios, pues pruebas diagnóstico no hay, a menos que sean evidentes los signos.

Es tiempo de plantear alternativas que mitiguen en la medida de lo posible los contagios, pensemos en acciones que fortalezcan el sistema de salud en estos momentos críticos y avancemos en programas de apoyo a trabajadores independientes y pequeñas y medianas empresas.

Aún es tiempo de superar juntos la compleja situación que se avecina. Todos podemos ayudar a México.

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