A paso veloz y con una sonrisa de oreja a oreja, bajaba del cerro doña María mientras cargaba dos odres (bolsas de piel de chivo) llenos de aguamiel. Se dirigía hacia su choza en donde estaban las barricas de fermentación en las que se vierte el néctar del maguey para convertirse en pulque. Curioso, le pregunté el motivo de su sonrisa. Me respondió que había subido allá, a la lomita, en donde le llega señal a su celular. Estaba feliz porque recién le habían confirmado su estancia dos nuevos huéspedes.

Un año antes de mi visita, doña María se había convertido en una micro empresaria del turismo rural comunitario. Me explicó que en su comunidad antes subsistían de la venta del pulque, pero que está difícil porque el litro está muy barato, y que fue hasta cuando les llegó el internet y el WhatsApp a sus teléfonos que comenzaron una nueva y mejor etapa. Vinculada con unos emprendedores, de allá de la ciudad, hoy su pequeño poblado se ha transformado en un destino ecoturístico: doña María ya habilitó dos nuevos espacios para los huéspedes, y Juan, su hijo más chico, le ayuda con los paseos a los turistas en el riachuelo y las cascadas. Ella tiene la esperanza de que su muchacho no se le va a ir al gabacho, porque ya lo tiene con chamba aquí con su familia.

Ese es el poder de las telecomunicaciones: acortan distancias, conectan al mundo, integran al pueblo a la sociedad de la información y el conocimiento, y constituyen un motor para el emprendimiento y la competitividad.

En días pasados, el gobierno de México se convirtió en socio mayoritario de la empresa Altán Redes, en parte como un mecanismo de control de riesgos para la banca de desarrollo, pero también como una estrategia de refuerzo para disminuir la brecha digital y llevar el internet a todos los pueblos de México. Es por estos motivos que Altán ahora no es una empresa cualquiera: se ha convertido en un importante activo para el desarrollo y la seguridad nacional.

Sin duda, ésta fue una decisión acertada, ya que las telecomunicaciones son pieza fundamental para el desarrollo. En primer lugar, porque el internet, como ilustra el caso de doña María, ayuda a las personas a emprender y a conseguir empleo. Asimismo, porque la conectividad expande el acceso a la educación, así como también a la información para llevar una vida más saludable. Además, contribuye a fortalecer la identidad comunitaria. Por eso, tanto en el presente como de cara al futuro, las telecomunicaciones constituyen un pilar esencial para el desarrollo social de nuestro país.

Por otra parte, éstas también representan un activo para la seguridad nacional. En México, de acuerdo con la ley, se entiende por seguridad nacional las acciones destinadas de manera inmediata y directa a mantener la integridad, estabilidad y permanencia del Estado Mexicano, que conlleven a la preservación de la democracia, fundada en el desarrollo económico, social y político del país.

Bajo esta perspectiva multidimensional de la seguridad nacional, las telecomunicaciones son fuente de desarrollo económico, productividad y competitividad. Forman parte de la infraestructura crítica, y permiten tener una mayor capacidad para responder a emergencias y desastres naturales. Además, habilitan nuestros derechos fundamentales y forman parte de uno de los objetivos nacionales contenidos en el Plan Nacional de Desarrollo: ofrecer conexión a toda la población en carreteras, plazas públicas, centros de salud, hospitales, escuelas y espacios comunitarios.

Por todo lo anterior, la toma de control de Altán por parte del gobierno federal constituye una acción responsable pero también ambiciosa del Estado Mexicano. Si bien el reto de hacerla rentable es muy importante, el desafío de lograr llevar internet a todos los pueblos de México resulta de carácter estratégico.

Ya era de noche cuando don Evelio, el papá de doña María, nos dio unos buenos elotes para asarlos en la fogata que nos preparó como parte de la experiencia turística. Nos compartieron sus ideas de empezar a construir tres nuevas cabañas para poder ampliar su capacidad de hospedaje y están pensando en hacer unos videos promocionales para subirlos a sus redes sociales. No lo vemos, pero todos lo podemos percibir: entre el humo, las estrellas y el olor a café de olla, se siente en el ambiente la emoción y la esperanza.

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