Al apostar a la disminución de la pobreza y las desigualdades, a la política social, al desarrollo, el Presidente AMLO pone uno de sus ojos en la pacificación. El otro ojo, en el cual la realidad del país se muestra indescifrable, debe ponerse en salir del laberinto de la creciente violencia.

La pobreza y la desigualdad son un nudo y las diversas problemáticas socioeconómicas son hilos en la madeja, entonces la espiral de violencia cada vez más impune, cruel y brutal, tensa los hilos y bloquea la capacidad de alcanzar mejores condiciones en equidad, empleo y bienestar.

Si los ojos del Presidente están en la paz y la violencia al mismo tiempo, la operación del gabinete más idóneo y comprometido en dar resultados para los siguientes cinco años es impostergable e indispensable.

Daña a este propósito de doble y crucial mirada, la ausencia de espíritu de cuerpo al interior del gabinete social, de justicia y seguridad, en el que debe privar la disciplina crítica, procesar sus desacuerdos, disensos y ambiciones en torno a proyectos, iniciativas y decisiones autorizadas por la Presidencia y que requieren un nuevo enfoque y una generación de funcionarios públicos capaces de diseñar políticas e intervenciones focalizadas acorde a la visión del Presidente, centradas en un proceso de transformación social del crimen y la violencia.

Menos aún avanzará una reforma al sistema de justicia, si la división de poderes en la República se da por inexistente e innecesaria desde el diseño hasta su puesta en práctica, poniendo en entredicho quién lleva desde el gobierno la coordinación de la política de seguridad, al haberse relegado a los operadores de dicho sistema que la harían realidad.

Un solo ojo sobre la política social, es equivalente a una estrategia de balas de plata sobre quienes, impunemente, han decidido -junto a sus redes socio criminales estrechas y familiares-, dedicarse al homicidio y a la violencia, desenfocando y desmembrando las políticas del Estado al renunciar incluso, desde la política social, a disuadir comportamientos criminales y a quienes los perpetran (con especial atención a sus redes de complicidad y contextos comunitarios), propiciar el mejorar sus vidas.

En efecto, si sólo se privilegia la fuerza y la guerra desde el Estado contra las organizaciones narco criminales, la estrategia es miope, costosa, ineficaz y desgastante para militares, marinos y policías (y sus familias), por lo que debe combinarse con intervenciones anticrimen con lógica de disuasión focalizadas, preventivas de corto y mediano plazo por su diseño y aplicación asistencial y de rehabilitación socio económica y comunitaria para quienes, incluso, saben navegar sólo en la praxis criminal.

Si el Presidente AMLO no cambia su paradigma contra la inseguridad y la violencia, entonces ambos ojos deben convertirse en pilares de operación estratégica e institucional en la República: tanto la política de bienestar para jóvenes y grupos sociales desfavorecidos, como el control creciente de la violencia y el ejercicio creativo de disuasión efectiva de conductas adictivas / delictivas, deben permitir evitar que jóvenes y familias enteras se vean larvadas por la vida económica criminal como opción y debe poder llevarse a un nuevo límite y contra la pared, a quienes sean detenidos o se vean expuestos a ser potencialmente asesinados por enfrentar a las fuerzas coactivas del Estado mexicano.

Veamos. Son las fuerzas del Estado y sus instituciones sociales, quienes han mostrado poco para hacer efectiva la política de “abrazos no balazos” que dicta su Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas: así como cada joven que cursa estudios de nivel medio superior puede acceder a recibir un apoyo económico del Estado y elegir si lo desecha o lo invierte en su proyecto de vida, quienes perpetran la violencia y la vida criminal o son iniciados en el culto a la muerte desde edades tempranas, deben ser conminados a elegir entre la sobrevivencia, la cárcel o el dedicarse a una esfera de vida aceptable por la sociedad.

Esferas de vida alternativas que debe ser planificada desde las instituciones del Estado, desde profesionales en principio del Trabajo Social comunitario, la psicología social, la sociología, desde la ciencia de la victimología, la procura de derechos humanos, la especialización en violencia de género y la prevención social de la violencia; de lo contrario, la trampa que quiere evitar el Presidente AMLO -el ciclo de la guerra y la violencia intestina desde el Estado-, le seguirá golpeando a su puerta gubernamental diariamente.

Todo ello requiere ambos ojos del Presidente y el gabinete más avezado para el desafío actual, capaz de asirse de la evidencia de impacto sólida y la experiencia diferenciada en la literatura universal especializada y de especialistas a lo largo del país que pueden aportar sobre prácticas preventivas multinivel y estrategias de disuasión comunitaria, y a su vez, estableciendo una política sistema de nuevo calado en atención de víctimas y resiliencia social y comunitaria.

Si bien la Marina regresa a las operaciones antinarco y para detener el flujo internacional del fentanilo, lo hace desde un guión de prioridades estadounidenses. En México, “porque hay guerra, hay un mercado prolífico y expansivo de armas y no al revés, por lo que seguirán la impunidad y la violencia como tenazas de una guerra de baja intensidad” (Omar Camarillo, New York University), por lo que no es aconsejable reducir presupuesto federal, facultades y estructura a la Fiscalía General de la Nación y al Nuevo Centro Nacional de Inteligencia, así como distraer efectivos de la Guardia nacional para fines migratorios.

El luto ominoso legado de la guerra de las últimas décadas (que se debaten en el desplazamiento forzado y la desolación) y las cada vez más demasiadas vidas en riesgo, esparcen los cascabeles de la violencia y evidencian que sus episodios más brutales, generalizados y de difícil control desde la política federal, estarán cada vez más presente ante los ojos del Presidente, pero eso puede evitar no ver o alcanzar a ver la salida al laberinto, por lo que resultará vital superar la mirada parcial de Estado y asumir nuevas decisiones políticas para “mantener su capacidad de prever una mayor escalada de tragedias y acontecimientos” (Herfried Münkler), dado que en la realidad es inseparable lo que se quiera lograr en bienestar social y garantía de paz con justicia para México.

@pedroisnardo
unam.pedroisnardo@gmail.com

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