El Presidente espectáculo político, el que sobrevivió a dos procesos de impeachment , el que toma decisiones mundiales cotidianas que impactan al mundo, el que ha postrado a su país ante la pandemia demostrando que no es sólo su gobierno el que no puede dominarla, el que ha sobrevivido en carne propia al contagio del COVID-19 , el que profundiza las llagas de la mente política y moral de los electores, Donald Trump ha conquistado su segundo mandato en la Presidencia estadounidense.

Los análisis DISENSUM publicados por El Universal tomaron distancia del ojo del huracán de la elección que las encuestas de EE. UU. daban por anticipado a Joe Biden siempre ganador.

DISENSUM 3.0 (https://www.eluniversal.com.mx/mundo/biden-dominates-national-polls-trump-controls-eu-electoral-process-and-presidential-victory) demostró el valor de la estrategia de campaña y de los diversos factores que gravitan en el sistema político y electoral estadounidense y anticipó el error de las encuestas y la derrota de Biden una semana antes de la elección presidencial.

Gana Trump por una especie de doble campaña presidencial (una pragmática y otra mediática; una frontal y otra sofisticadamente eficaz en la desfiguración de la potencia electoral de Biden/Harris), frente a un Biden débil, agazapado, temeroso, que decidió no exponerse en sus dominios al Presidente en funciones, con un mensaje moralino, centrado prácticamente en el desastre y la tragedia pandémica, sin carácter combativo.

Ni las familias Obama/Clinton ni K. Harris, la candidata vicepresidencial, pudieron lograr inocular las debilidades del candidato demócrata ni construir una estela más potente de proyección nacional y competitividad, ya no frente a Trump, sino frente al propio Vicepresidente Pence.

Mientras, Trump destiló una demostración dramática de su ambición por seguir en la Presidencia y en su capacidad de movilizar a su base de seguidores y despertar la mayoría silenciosa del país, llevó al extremo los acontecimientos más polémicos como la violencia policial arbitraria y el racismo sistémico más cruel, al grado de que desfiguró la posición del regreso de los demócratas a la Presidencia.

Los estados clave que dieron la Presidencia en 2016 a Trump y aquellos que han sido nicho de republicanos, a pesar incluso de que registran elevados niveles de tragedia y contagio pandémico, optaron por la reelección: Texas, Ohio, Carolina del Norte, Pennsylvania, Michigan y Florida (promisoria en la victoria republicana). Horas antes de ello, ya el mapa electoral trazaba una dominación republicana de la Cámara de Representantes y el Senado.

La estrategia de Trump de apostar por la economía, el empleo y el futuro de la potencia de EE.UU frente a China como enemigo principal e instigada como autora del coronavirus, fue decisiva para ocultar la voluntad de la mayoría silenciosa blanca y las minorías nacionales clave (filipinos, latinos, blancos, negros, católicos), movilizando al país y arrebatando en el tramo final la victoria a Biden.

México fue siempre fiel a Trump en su gobierno. Ganan el Presidente AMLO y el canciller Ebrard al haber apostado y comprometido su capital por él. Interlocución, respaldo, capacidad de negociación serán clave en una pendiente geopolítica tensa en el que la militarización y la inseguridad narco criminal en México no tiene visos de solución a corto plazo.

Trump y el universo de electores estadounidenses silenciosos, el que se identifica con prioridades distintas e incomprensibles frente a las que el mundo actual y los demócratas parecieron tener, demostraron que deseaban más Presidencia espectáculo y han conquistado una victoria presidencial tal vez más preciada que la del 2016.

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