Es la hora del Príncipe, gobernante tipo ideal que Nicolás Maquiavelo pensó para su Italia del siglo XVI, el responsable de dirigir y salvar de la adversidad a su patria.

El COVID-19 es una pandemia mundial que se esparce con peligro y mortalidad y se convierte en la prueba política más difícil para los Príncipes que lideran las naciones actuales.

Corrado Vivanti, historiador de Turín, nos dice que la virtud del Príncipe se encarna al nivel de un profeta y los fundadores de los Estados: “es capaz de aprovechar la ocasión, ya que sin la ocasión la virtud de su ánimo se habría apagado y sin esa virtud política la ocasión habría llegado en vano”.

La crisis COVID ha mostrado la ausencia de un líder mundial modelo de guía, dirección y toma de decisiones, ante una pandemia que exige un decisivo y sofisticado nivel de confianza política, coordinación científica, tecnológica, empresarial y, particularmente un nivel de gestión pública a escala local y comunitario extraordinario.

La improvisación o la necesidad de ofrecer respuestas, ha llevado a diversos gobernantes a adoptar medidas extremas que podrían no tener un alcance temporal: manipulación de temores sociales, sistemas de hipervigilancia biométrica ciudadana, aprobación de presupuestos federales masivos con fondos directos para ciudadanos y empresas, cierre de fronteras nacionales, cuarentena de ciudades y poblaciones enteras.

Trump en EUA, Johnson en Gran Bretaña y Bolsonaro en Brasil, príncipes del populismo demagógico de derecha, han dado un giro drástico o paulatino a su irresponsabilidad: en el origen de la epidemia se negaron a reconocerla como una amenaza y al ver el peligro para su popularidad, sus economías, su reelección y sus consensos nacionales, toman en serio la pandemia y quieren mostrarse como líderes ejemplares.

El estado de emergencia ha llevado a los políticos a recuperar su respeto y atención por los científicos y profesionales de la salud, no como los poseedores de la verdad única (premisa tecnocrática), sino como profesionales del saber anti epidémico y sus consecuencias médico familiares.

A los Príncipes les toca orquestar y dotar de los recursos, el funcionamiento óptimo de las instituciones, el humor y la respuesta social nacional que los científicos necesitan para que no se propague el virus, ni existan o no sean demasiados los decesos.

La ilusión política de los Príncipes actuales es que el COVID-19 es un virus acontecimiento pasajero.

En realidad es sutil y profundamente violento porque se esparce con una velocidad inusitada en el cuerpo humano y social, impredecible en todas sus consecuencias en el corto y mediano plazo para la economía y el futuro del mundo, provoca restringir derechos y libertades, militariza la conducción de las sociedades.

Rusia, con tiendas, farmacias y bancos abiertos, cierra sus fronteras con China, está a la expectativa de que se presente un escenario italiano por el crecimiento grave de sus casos de coronavirus y se prepara para el nuevo plebiscito que llevará a la reelección presidencial de Vladimir Putin.

A pesar de lo espectacular de ello, no es previsible si será suficiente para evitar la depresión económica y beneficiar los propósitos reeleccionistas de Trump.

Trump y el mundo vemos cómo la China de Xi Yinping supera su crisis interna por el COVID-19, busca consolidar su liderazgo mundial demostrando su poderío y tecnología, se prepara para ofrecer sus insumos antivirus al mundo y quiere liderar la batalla mundial contra sus consecuencias sociales y comerciales recesivas.

En el caso mexicano, es inviable asumir el modelo de Estados Unidos de América cuya Presidencia repartirá con el aval del Congreso estadounidense, por ahora,100 mil millones de dólares que serán transferidos de manera directa a familias e individuos, según tamaño y nivel de ingresos, así como a microempresarios, líneas aéreas y para mantener estabilidad de trabajadores en nóminas.

Por ello es clave que ante esta crisis pandémica el Presidente AMLO se transforme de un inmunólogo político (https://www.eluniversal.com.mx/columna/pedro-isnardo-de-la-cruz/nacion/un-inmunologo-politico-en-la-presidencia-mexicana), en un inmunólogo social.

Ello implica una decisión política decisiva para el futuro de la República y de la 4T anti COVID-19: impulsar un Decreto del Año del Jubileo Mexicano de amnistía sobre las deudas de los mexicanos, una forma de decisión soberana presidencial para que la crisis no haga un daño irreparable a la sociedad y a la economía.

México puede también saber resistir con su Príncipe, sin desconcierto ante la adversidad y con los estímulos para luchar por su destino con espíritu nuevo.

@pedroisnardo
unam.pedroisnardo@gmail.com

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