Los primeros días de abril rememoramos el natalicio de un hombre singular, un hombre virtuoso para la reflexión y un hombre de acción: Don Jesús Reyes Heroles.

La historia mexicana no es muy prolífica en obsequiarnos políticos con capacidad intelectual, hombres de estado dotados de luces analíticas profundas.

Pero en los tiempos recientes la escasez ha sido notoria. Al parecer el origen de la clase política habrá de buscarse en un campo de fútbol, en una competencia de belleza o en los tablados de los teatros.

La brújula del quehacer político está desorbitada.

Si la cúpula política no dirige bien el todo social colapsa. Es una regla propia de la ciencia política.

Los presidentes Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo y De la Madrid tuvieron la fortuna de contar como colaborador cercano a Reyes Heroles, quien poseía un espíritu crítico y una visión liberal que orientaba toda la gestión pública hacia el fortalecimiento del Estado mexicano.

El desenvolvimiento intelectual de Reyes Heroles es notable, así como su trabajo político y administrativo porque también dirigió importantes empresas públicas y organismos descentralizados.

Fue dirigente del PRI, la escuela mexicana del poder, desde donde pudo sintetizar su pensamiento político en líneas de acción y propuestas programáticas de largo alcance, enraizadas en el desarrollo jurídico e ideológico mexicano.

A propósito de su legado el intelectual- político Enrique González Pedrero refiere sobre Reyes Heroles:

Don Jesús sabía -porque lo aprendió en las fuentes y en la experiencia- las vicisitudes que tuvo que pasar el país para integrarse como nación y para forjarse como Estado.

Transmitió que lo más importante del quehacer político es la creación, consolidación y sobrevivencia del Estado.

“El Estado mexicano por encima de intereses, de partidarismos, de sexenios, de tintes políticos, por encima de todo el estado que busca la cooperación, la solidaridad social“.

Al Ingresar a la Academia Mexicana de la Historia el 7 de agosto de 1968, Reyes Heroles presentó un ensayo excepcional, del cual recordamos ideas centrales:

Sobre el giro de la historia contra el soberano:

“La razón de Estado, al surgir su contrarrazón, se convierte en razones, con la obvia interpenetración de los opuestos.”

Sobre el arte de gobernar:

“La política condensa y concentra parte de la acción realizada en casi todos los órdenes del quehacer, se resume en la decisión. Pero detrás de ésta no se encuentra la nada o el vacío, sino el todo que engendra lo que influye en el todo, aunque sin comprender la totalidad que cada uno de sus componentes abarque "

Sobre políticos con consciencia histórica:

“Por la historia, el individuo puede "comprender la sociedad del pasado e incrementar su dominio de la sociedad del presente".

Sobre la huella ideológica y la lección del siglo XIX a la actualidad:

“En el siglo XIX nuestros individuos, partiendo de una teoría de supuesta validez universal, el liberalismo, supieron matizar, dejar de lado una serie de principios inaplicables o dudosos, inclusive en su intrínseca naturaleza, y construir una forma política particular, un liberalismo social que, prescindiendo de los dogmas económicos, se afanó por conjugar las libertades espirituales y políticas del hombre con sus necesidades económicas y sociales, apartándose de la aberración del dejar hacer, dejar pasar: su acción es ejemplo de cómo, sin amurallarse, sin aislarse del mundo y sus vientos, era posible encontrar una pauta política original que respetara e incorporara nuestra peculiaridad”.

Sobre la imposibilidad del político revolucionario en Ortega y Gasset:

“El político revolucionario es un contrasentido: se es político o se es revolucionario. Este último, al actuar, obtiene lo contrario de lo que se propone, pues toda revolución provoca su contrarrevolución. En cambio, el político es el que se anticipa a este resultado, y hace, a la vez, por si mismo, la revolución y la contrarrevolución. Junto a la paradoja viene la acrobacia: el político se edifica en cualidades asociadas a su facultad para la negociación, la flexibilidad y la previsión.”

Sobre la crítica a la visión y omisiones sobre el intelectual y el político en Ortega y Gasset:

“Deja de lado algo decisivo en la acción: la capacidad para transformar el medio, las cosas. Ignora al individuo que con su acción modifica la realidad, que por su sagacidad y destreza aprovecha coyunturas para transformar radicalmente realidades maduras que, incluso, pueden estar invitando al cambio”.

“Me rebelo ante esta visión antitética en Ortega y Gasset, de la figura del intelectual, ofuscado o no por sus ideas, e inepto para ejecutarlas por mera profesión, y la imagen desmedrada de un político sin ideas, sólo apto para la transacción oportunista, en el más miserable o valioso de los sentidos”.

Sobre el arquetipo cultural del político:

“Afirmo que la actuación requiere del pensamiento y que el pensamiento se amplía con la actuación ligera o profunda, pequeña o grande; que, en fin, pensar y actuar se robustecen al comunicarse.”

“La política es una actividad cultural. Por el verbo, por la reflexión y por la decisión, el político del más alto rango procura moldear, valiéndose de ella hasta donde es posible, una realidad rebelde, nada plástica, de conformidad con las ideas en que cree.”

“La cultura tiene un claro sentido político: implica perenne transformación, constante renovación, e impele a estar dentro de la sociedad en que se vive en una posición crítica, con el deseo de cambiarla o conservarla. Cualquier obra cultural, por individual que sea, por mucho que agote una individualidad, la trasciende, adquiere sentido objetivo cuando los demás la aprecian, consumen o rechazan.”

En Reyes Heroles, la libertad era un elemento consustancial de la vida espiritual y social: “La libertad es imperecedera como necesidad del espíritu y la justicia también es imperecedera como necesidad de la dignidad moral del hombre. Esta actitud espiritual abierta, permitirá comprender los nuevos significados de los valores en que se cree y luchar por las nuevas emancipaciones que las nuevas esclavitudes demandan”.

Finalmente, recuperemos tres aforismos en la selección magistral de la obra de Don Jesús realizada por el politólogo e historiador prestigiado de la UNAM Alberto Enríquez Perea: “la política la hacemos nosotros, o se hace en contra nosotros”; “el engaño en política es tan difícil de ocultar como la verdad” y “es más fácil ser dogmático que negociador, ser intolerante que tolerante; es más fácil dividir que juntar”.

El legado de Reyes Heroles es exigencia de tarea democrática cotidiana a favor del destino de nuestra República.

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