Hablemos de la institución presidencial fuera del molde.

Un molde constitucional que tardó una historia en construirse.

Antes con Fox la derecha lo pretendió destruir.

Ahora la izquierda del populismo nacionalista.

Se han privilegiado acusaciones y señalamientos, división y rompimiento de acuerdos.

En su clásico texto Economía y Sociedad de Max Weber, es claro que “el poder significa la posibilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aún contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad”.

Por ello es clave la figura del Director de Orquesta en Canetti, ya que no es un mito sobre el ejercicio del poder.

Los cambios, se pretendan revolucionarios o transformación pacífica del régimen, deben tener explicación, cadencias y ritmos.

Ahí está el ejemplo de Madero. Terminó mártir. México no necesita más mártires.

Las adversidades actuales, pobrezas/violencias/desigualdades estructurales y emergentes, más la gravosa pandemia, no dejan espacio para la política mesiánica.

La legitimidad de esta Presidencia emanó de las urnas, pero el reloj de los resultados para la nación no muestra manijas, creación de espacios, dirección hacia cambios profundos.

El poder presidencial no tiene un molde de actuación político ni constitucional.

Su intelecto y su toma de decisiones parece devorada por pasiones ideológicas y personales.

En la ciencia política actual, su molde de actuación apunta al populismo nacionalista.

Si es así, es un camino ardiente que nos quema los pies.

Transitamos del régimen corrupto, inseguro y desigual ¿hacia donde? No hay Hoja de Ruta. No hay Plan para la Nación.

Romper es la praxis privilegiada, pero construir instituciones, no se ven.

Orden vs Caos, sí, pero ahora ni siquiera nos interesa el orden.

Por ahora, desde la Presidencia se convence a propios y extraños que la partitura de la cuarta transformación no existe: carece de compañeros presentables de viaje, mientras el ton y el son, parece impuesto por adversarios y críticos.

No es claro si la sorpresiva pandemia y la profundidad de los problemas del país resultaron tan inmanejables para la Presidencia, que ha debido privilegiarse el dominio de la distracción, las apariencias y la creación de fuegos artificiales.

Mientras, es claro que no hubo interés en cultivar su pilar partidista hegemónico; Morena cada vez es menos refugio seguro para impulsar la credibilidad y los cambios que se esgrimen, busca la 4T.

Las campañas son el mismo y el nuevo circo de siempre.

Cualquier peluquero y ciudadano sin mérito, pero con fama y presto a la política como negocio, quiere y puede ser Gobernador o Gobernadora.

Priva el chacoloteo político. Acumular poder sin saber para qué sirve.

Con una oposición política cuyos planteamientos críticos son expresados a través de bailes, chistes y frivolidades, no hay cambio posible.

La oposición existe de nombre solamente, no en la realidad.

La improvisación en la selección de candidatos es alarmante.

Los partidos son necesarios para nuestra democracia joven, postular gente común sin formación política ni experiencia administrativa no conduce a nada.

Despilfarro de recursos, irresponsabilidad de dirigentes.

El modus operandi de la oposición no debe ser la caída del presidente López Obrador, mientras desde su Presidencia debe asumirse encarnación del salvador popular con el vacío en itinerario de reformas y políticas de cambio como brújula para el país.

Marca firme la Ciencia Política que cuando dos formaciones políticas ideológicamente opuestas se unen electoralmente, el partido mayoritario se desdibuja y a la larga pierde elecciones.

La política es una actividad respetable, rectora: sin liderazgo político sabio las naciones perecen.

Mientras, la fuga de capitales sigue, la inversión externa ve con recelo las pautas del poder presidencial y el tejido socio económico se nos sigue fragmentando.

Somos una gran nación que tiene una tradición liberal respetable.

Tuvimos la primera imprenta de América.

El crisol indígena de nuestra génesis y riqueza multi cultural, es apreciado en el mundo y en México, es tema nacional cotidiano su colonialismo y racismo estructural.

Comunidades vulneradas por pobrezas y desigualdades, la clase media, nuestras universidades y comunidades científicas, abrevan sacrificios / construyen el país del futuro y esperan más de sus gobernantes.

Justo desde la agenda liberal constitucional y sus límites y desvíos, deben realizarse cambios radicales y progresistas.

No son tiempos de revanchas, sino de mirar el futuro.

Una cosa entonces son las pasiones inhóspitas del propio titular del Ejecutivo federal o la mesura con que las sepa dominar, otra es el mandato presidencial constitucional, que debe tener un molde de futuro.

La trascendencia histórica de la presidencia actual acaso no puede ni debe presumirse por anticipado desde Palacio Nacional, sobre todo cuando se ha mostrado consciencia de las implicaciones nocivas de diversas políticas aplicadas en las últimas décadas.

Proliferan n propuestas en México.

Veamos 4 hilos de propuesta por donde podría desgranarse la acumulación del poder presidencial en planeación democrática:

1. La sede de la lucha por la pacificación y contra la pandemia es el Estado, nadie más y mejor. ¿Tenemos poderes públicos más fuertes en ello?;

2. Los recursos humanos que se probaron vitales durante la pandemia, para el cuidado de la vida, la salud de la economía, la educación y las comunidades ¿seguirán sin mejores remuneraciones, implementos y reconocimientos para el desarrollo de sus misiones?;

3. La protección, reivindicación y rehabilitación de oportunidades y empleos entre gobierno-sectores privados y vocaciones locales y comunitarias agroalimentarias y productivas ¿debe dejarse a la postre?;

4. Revertir de raíz la narrativa y recelo presidencial respecto al movimiento y la agenda feminista con toda y sus implicaciones en la gobernanza en materia de igualdad de género.

Como decía el recién fallecido politólogo Ronald Inglehart “los líderes políticos tienden a seguir el camino de menor resistencia hasta que reciben un gran golpe”.

Sin conducción eficaz estratégica la soberanía se tambalea y nuestro Estado nación será aún más endeble.

Debemos preocuparnos por opinar y participar en los asuntos públicos, la salud de la polis mexicana nos pertenece.

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