El éxito de la 4T ha generado un efecto no buscado que constituye hoy uno de sus más importantes desafíos.

Uno a uno la 4T ha vencido e inhabilitado a sus adversarios:

  • El PRI es hoy una agrupación con la que nadie quiere vincularse.
  • El PAN no logra atraer atención, ni siquiera cuando hace un relanzamiento
  • La Suprema Corte -que bloqueaba proyectos legislativos- ya ha sido reemplazada.

No hay en este momento un enemigo amenazante que tenga capacidad real para bloquear o, al menos, retrasar el logro de sus proyectos.

Por ejemplo, García Luna, el villano favorito, ya está preso y sentenciado en Estados Unidos y el inicio de la guerra contra el narco de Calderón, ocurrió hace ya más de 15 años.

En fin, que en el discurso de la 4T no hay un adversario sólido y creíble que amenace la realización de sus objetivos.

El problema con esto es que tiende a reducir la energía emocional con la que los seguidores están dispuestos a movilizarse.

Si no hay un enemigo identificable con posibilidades de revertir los logros de la 4T, sus seguidoras/es no sienten indignación que les incite para defender activamente al movimiento.

Un adversario fuerte estimula que las facciones del movimiento se mantengan unidas y dejen en segundo plano sus diferencias internas.

El enemigo se convierte en el "pegamento" que estimula la unidad del poder.

Si el enemigo es débil o inexistente, los seguidores se preguntan: "¿Por qué necesitamos seguir luchando?"

Un enemigo sólido justifica la movilización constante y la necesidad de continuar con el proyecto de transformación y proporciona sentido de urgencia, clave para activar la pasión política.

El problema con otro enemigo simbólico anónimo -el neoliberalismo- es que se percibe como un concepto abstracto que no ofrece una figura identificable hacia la que descargar la indignación de los seguidores.

Lo mismo sucede con conceptos como “los conservadores” y “la comentocracia”: no permiten visualizar claramente a una figura tangible.

Acaso, omitir la definición de un nuevo enemigo potente tiene un problema: la política basada en logros de gestión y en la entrega de beneficios es menos atractiva que la política de confrontación.

Sin un enemigo creíble la narrativa del poder se vuelve menos dramática, más administrativa y, por lo tanto, menos movilizadora.

Algunos gobiernos exitosos resuelven este problema por medio de un enemigo externo.

Sin embargo, la integración comercial con Estados Unidos y el tipo de régimen que representa el gobierno de Washington, hace que la presidenta Sheinbaum no pueda enfocarse en presentar a Trump como el gran enemigo ante el cual reafirmar a la 4T.

Otra opción es enfocarse en el crimen organizado.

El problema es que en la 4T se ha criticado severamente la violencia agravada por la “guerra contra el narco” y se obtuvo mucho apoyo al presentarse como alternativa eficaz para reducir los homicidios y centrarse en las causas sociales como método para pacificar al país.

En su reciente aparición pública, el propio ex Presidente subrayó que sólo volvería a la vida pública si hubiese un atentado a la democracia, un golpe de Estado, acoso a la Presidenta Sheinbaum o un problema de soberanía nacional, confirmando la ausencia de un enemigo público que desafíe el movimiento transformador.

A su vez, el cese contra su voluntad del ex Fiscal Gertz, dejó la muestra del ejercicio progresivo del poder presidencial de la Dra. Sheinbaum y el mensaje al interior de la 4T de que no habrá escenario para que desde adentro de su gabinete y el movimiento se construya una secesión interna.

Por eso las continuas victorias de la 4T sobre sus adversarios han creado un desafío inesperado: perfilar un nuevo enemigo sólido ante el cual afirmarse.

Pedro Isnardo De la Cruz es Doctor en Ciencias Políticas y Sociales. Publicó en 2017 Decisiones estratégicas presidenciales en EUA: El aprovechamiento de la ocasión en crisis de Seguridad nacional y Terrorismo. George W. Bush y Barack Obama (2001-2012). Es especialista en temas de sistema político electoral y seguridad pública y diseñó la metodología de análisis estratégico y cualitativo DISENSUM aplicada a campañas presidenciales.

José Antonio Dorantes es consultor en comunicación, relaciones públicas y manejo de crisis, con especialidad en el desarrollo de mensajes para activar cambios de percepción en el ámbito político, el cuidado de la salud y las finanzas personales. Tiene una certificación en Marketing Digital por la Columbia Business School y una en Leading Organizational Change por el Massachusetts Institute of Technology.

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