A la memoria de mi papá, José G. Flores

Son pocas las y los escritores que dan clases de manera regular. ¿Por qué? ¿Será que la universidad sofoca su creatividad y la “libre cultura”? Jorge Luis Borges (1899-1986) y Claudio Magris (n. 1939) son dos excepciones a este regla. Del primero ya hablamos en Universidad Crítica , así que concentrémonos en el escritor triestino e italiano.

En tiempos donde los defensores del gobierno autoritario de México cancelan adscripciones e imponen rasgos sobre las personas, es necesario leer a Claudio Magris. A través de su obra, este escritor ha explicado magistralmente los múltiples caminos por los cuales los individuos construimos nuestra identidad. Si ésta, expresa Magris en Microcosmos, “es el producto de un querer, es la negación de sí misma, porque es el gesto de uno que quiere ser algo que evidentemente no es y, por lo tanto, quiere ser distinto de sí mismo, desnaturalizarse, mestizarse”. Nosotros decidimos entonces quiénes somos en realidad. Imponerle al otro la “identidad” deriva en violencia.

“Quisquilie” (Minuncias) es un libro sobre “Il Professore” Magris contado por 22 de sus estudiantes. ¿Se corresponde la fama pública del escritor con su calidad docente? Por lo que leemos en este libro, sí. Incluso hay un rasgo común que aparece en los distintos relatos de los jóvenes de entonces. La capacidad del profesor triestino para mantenerse con los pies en la tierra y no intimidar a los estudiantes con su amplio nivel cultural e intelectual. Al contrario, en sus clases sobre Lengua y Literatura Alemana en la Universidad de Trieste, “buscaba elevarlos a su nivel” y cuando podía ayudarte, lo hacía sin abusar de su destacada posición (de Lugnani).

Al dar clases, uno busca que la y el estudiante aprendan a pensar y argumentar razonablemente por sí mismos, pero, ¿qué cosas adicionales podría enseñar un literato? Cuenta Renata Caruzzi que Magris posee un “instinto especial” para recavar historias de pequeños detalles, aparentemente insignificantes, pero que adquieren significado por la manera en que el profesor los narra y los contextualiza. Al ser un contador de historias e “intérprete de anécdotas”, el escritor logra convertir en esencial lo que se asume como marginal. Pero lo marginal, reflexiona Caruzzi, es aparente pues una experiencia de vida que es puesta dentro de una construcción lingüística se convierte en una representación narrativa. El escritor entonces puede mostrarnos los diversos lados de la vida común que son significativos.

Frente a las ficciones políticas del demagogo y en las que aún creen no pocos profesores y profesoras universitarias, los escritores, y los artistas en general, observan y representan la realidad de manera sensible, mostrándose que la literatura puede ser, como la de Magris, “original y profunda”, diría Mario Vargas Llosa.

En su valoración sobre el escritor triestino, el novelista latinoamericano sostiene que obras como el Danubio nos enriquece y obliga “a revisar convicciones, creencias, conocimientos y percepciones, enfrentándonos a una vida que es siempre problemática, múltiple e inapresable mediante esquemas ideológicos o dogmas religiosos, siempre más sutil e inesperada que las elaboradas construcciones racionales que pretenden expresarla”. La literatura captura entonces la vida de manera más profunda y nítida; por ello, puede enriquecer nuestra docencia universitaria.

Postcríptum: Agradezco a Fabiana Sussich por haberme regalado Quisquilie. 2016, Italia: Circolo Culturale Menocchio

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