El sistema económico en que vivimos se basa fundamentalmente en el intercambio de valor. Este valor se intercambia en mercados competitivos por medio de productos y servicios y a través del uso del dinero como herramienta que facilita las transacciones comerciales.

En particular, los productos pueden ser clasificados en productos tangibles y productos intangibles. Los servicios podrían ser incluso incluidos en esta categoría pero la división tangible contra intangible no es trivial.

Desde hace más de cien años, los productos físicos han tenido un lugar primordial en la vida de la personas. Los alimentos, el vestido, los electrodomésticos caen en esta categoría.

Alrededor de los años 70s del siglo pasado, los servicios empezaron a tener más importancia en la economía y las empresas, gobiernos y consumidores empezaron a darle énfasis a la economía de los servicios como motor de crecimiento. En ese entonces no existían las tecnologías de la información y las comunicaciones tal como las conocemos hoy, por lo que en realidad los servicios eran entregados de persona a persona.

A partir de la introducción de internet y la masificación de la telefonía celular hace cerca de 20 años fue posible la habilitación de nuevos tipos de productos que son 100% digitales. Esto quiere decir que no están acotados a ser consumidos en un momento o lugar específicos y tampoco están restringidos a que sean proporcionados por una persona. Pueden ser consumidos prácticamente en cualquier momento o lugar.

De esta manera, productos como el audio o video transmitidos en línea, los libros digitales, los cursos masivos en línea y algunos ‘servicios’ bancarios son productos digitales. Por ejemplo, escuchar Spotify requiere de conexión a datos y un teléfono celular inteligente para ser consumido. Lo mismo ocurre con los videos, películas y series que ofrecen YouTube, Vimeo, Netflix y muchas otras plataformas. Los libros digitales son otro ejemplo de producto digital: pueden ser consumidos en cualquier momento o lugar.

Los productos digitales tienen la singularidad de que el costo marginal de producirlos es muy cercano a cero. El costo marginal es el costo implicado en producir el siguiente producto.

Por ejemplo, si a una editorial le cuesta 100 pesos producir la primera versión de un libro digital que tiene un precio de 400 pesos, generar la segunda copia de ese libro es prácticamente cero, el costo marginal es cero. Es como copiar un archivo en la computadora personal. La editorial sólo incurre en el gasto de 100 pesos y puede vender varias copias, en 400 pesos cada una.

Esta estructura de costos y precios puede replicarse con otros productos digitales. Por ejemplo, los cursos masivos en línea. Diseñar un curso para un alumno en línea puede tener un costo bastante bajo, si se considera que un profesor puede grabar, editar y almacenar sus propios videos didácticos, además de generar material digital que puede ser almacenado en la nube a un costo mínimo, entonces entregar este curso a un segundo alumno tiene un costo de producción de casi cero; Google, Amazon y Facebook tienen herramientas gratis para producir este tipo de cursos.

Los cursos masivos en línea tienen generalmente más de mil alumnos inscritos y los alumnos pueden agregarse en cualquier momento. Esta es una de las razones por las cuales las grandes empresas tecnológicas GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple) han logrado alcanzar capitalizaciones de mercado gigantescas.

La capacidad de las plataformas digitales de agregar nuevos usuarios a un costo bajo fue lo que hace mucho tiempo empezó a llamarse escalamiento exponencial. En lugar de adquirir uno o dos clientes a la vez, las plataformas pueden agregar 10, o 100 o mil nuevos usuarios, casi sin incrementar los costos.

Es más, los productos digitales pueden ayudar a producir otros productos digitales. Por ejemplo, las compañías que ofrecen servicios de audio o video en línea, utilizan productos digitales para recomendar nuevos contenidos a sus usuarios. Lo que redunda en mayor satisfacción y retención.

Los productos 100% digitales agregan valor a los consumidores en formas que no se concebían hace 20 años y esto cambia la forma de hacer negocios. Entender las preferencias de los consumidores por el valor que entregan los productos digitales se vuelve entonces fundamental para lograr una ventaja competitiva sostenible.

Profesor de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac México.
Email: pavel.reyes@anahuac.mx

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