Pavana para una infanta difunta

Con las epidemias se crean dolorosas tragedias personales en cada familia cuando un miembro, niño, joven, adulto o viejo, muere víctima de la infección.

La humanidad, como nos cuenta la historia, ha sido atacada a lo largo del tiempo por muy diversas pandemias. En la conquista de México, las epidemias como la viruela negra, la influenza, el cólera, etc., que trajeron los españoles, fueron las verdaderas causantes de diezmar a la población sobreviviendo sólo 10% al invisible enemigo; a su vez, los españoles llevaron la sífilis a Europa, donde causó estragos.

En esta ocasión me permito publicar la fotografía de mi hermana mayor, Esther Lavista, quien murió víctima de una epidemia de tifoidea a la edad de siete años, lo que causó en mis padres y abuelos un inmenso dolor que nunca se disipó.

Mi madre vivió hasta los 100 años y seis meses. Recordó a su niña hasta el último día de su vida. La extraordinaria fotografía de mi hermana, que atesoro, la encontré entre las cosas personales que dejó mi madre en su ropero; entre otras, una cajita de latón con objetos de Teté, como la llamaban cariñosamente, con sus juguetes favoritos, un mechón de su pelo castaño-claro amarrado con un moñito azul y su libreta de calificaciones del Colegio “Francés Mayorazgo”, donde asistía, con 10 absoluto en todas las materias.

Mi hermana murió en octubre de 1945, entonces ya había yo nacido y era una bebé de cuatro meses de edad.

La música siempre imperó en mi casa en todo momento, de manera que cuando salía el féretro de nuestra casa con mi hermana muerta, mi padre la despidió tocando al piano una de sus piezas favoritas: la “Pavana para una infanta difunta”, de Maurice Ravel…

Hoy como ayer cada muerte por una infección es, en cada familia, una tragedia. Unos sobreviven y otros, como yo, se sienten culpables de haberlo hecho. ¿Por qué tenía que morirse mi hermana, un ser tan angelical y perfecto, y no yo?

Solo encuentro una respuesta y es la que propone el poeta Stephane Mallarmé: “Un golpe de dados jamás abolirá el azar…”

En la foto: La niña Esther Lavista ca. 1942. 
CORTESÍA ARCHIVO FAMILIA LAVISTA

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