Era inevitable preguntarle a mi padre, el compositor de música para cine Raúl Lavista, cuál había sido su relación con mi suegro, don Salvador Elizondo Pani, productor de cine, entre otras cosas, considerado como el artífice principal de la llamada Época de Oro del Cine Nacional.

Llegué a visitar a mis padres, según recuerdo, a quienes encontré sentados en el salón de música. A mi pregunta, mi padre encendió un cigarrillo y esbozó una sonrisa antes de contestarme:

“Bueno mi relación con don Salvador Elizondo padre fue muy importante. Era un hombre de acción, gran empresario, muy culto, que entendía de literatura y tuvo la visión de crear los estudios de cine C.L.A.S.A. (Cinematográfica Latinoamericana, S.A.), con lo que le dio una calidad internacional a las producciones de nuestro cine. Produjo la mayoría de las películas de Julio Bracho, de manera que trabajé mucho para don Salvador puesto que yo musicalicé casi todos los largometrajes de Julio. Por ejemplo incluyó, a petición de Julio Bracho, al poeta Xavier Villaurrutia en varias para que escribiera los diálogos, especialmente para El monje blanco (de 1945), una película con María Félix y Tomás Perrín hablada toda en verso. Para esta película recuerdo una anécdota curiosa cuando estábamos en su preparación:

“Resultó que don Salvador me citó en su oficina en los Estudios C.L.A.S.A. para pedirme un favor muy especial respecto a María Félix, quien estaba, en esa época, casada con Agustín Lara:

“‘Maestro Lavista —me dijo—, quería yo verlo porque María insiste en que se utilice para la música de fondo un tema que compuso Agustín para ella y, como se sabe, Lara compone sólo de oído; quería yo pedirle que fuera a verlo a su casa para que escribiera usted las notas del tema de Agustín y, con todo respeto, suplicarle que haga algo con eso cuando usted escriba la música con el fin de complacer a la Doña, concluyó el señor Elizondo’. Y así lo hice”, dijo mi padre.

Y en este punto intervino mi madre en la conversación:

“Sí, yo acompañé a tu padre, fuimos a casa de la Félix y Agustín. Me impresionó mucho la belleza de María; bajó esplendorosa la gran escalinata de la casa para saludarnos, iba vestida con una elegante bata de satín blanco. Estaba en su mejor momento”.

Mi padre tomó de nuevo la palabra y continuó:

“Don Salvador era un entusiasta del cine que estaba produciendo y no sé en cuántas películas más, pero en Rosenda (de 1948), además de producirla, hizo, junto con Julio Bracho, el guión de la película basado en un cuento de José Rubén Romero. También era audaz el señor Elizondo; para una película con Irasema Dilián, no recuerdo si fue en La ausente ( de 1951) o en La cobarde ( de 1952), ambas de Julio Bracho, contrató al gran tenor Di Stefano para que cantara en una secuencia de la película, con el honor de que yo lo acompañara dirigiendo a la orquesta, lo que debe haberle costado bastante caro pues, por mucho, en 1952 Giuseppe Di Stefano era uno de los grandes divos del bel canto.

“En fin, tuve una relación muy intensa de trabajo con el señor Elizondo, no llevo la cuenta precisa pero hice un montón de películas con C.L.A.S.A. no sólo de Bracho, sino de muchos otros directores, como Luis Buñuel, Alejandro Galindo, Roberto Gavaldón, Juan Bustillo Oro, etc. Lo que nunca imaginé es que tú acabarías casada con su hijo... sorpresas que el destino le depara a uno, ¿no crees?” (Continuará)

En la foto:  María Félix durante la grabación de la telenovela histórica La Tormenta, Cd. de México, 1969.
Cortesía Paulina Lavista

Google News

TEMAS RELACIONADOS