Tendría yo alrededor de seis años de edad cuando el radio era, en 1951, el medio para el entretenimiento en muchos ámbitos y estratos sociales, según recuerdo. Se podían escuchar diferentes cosas, por ejemplo: las sirvientas, cuando hacían el quehacer de la casa o descansaban en su cuarto acostadas en su cama de latón mientras bordaban con punto cruz en un aro de madera servilletas para las tortillas, oían una estación donde se anunciaban los jabones “Jardines de California” y un locutor promocionaba un almacén que daba “precios de ¡¡¡arrrrrajatabla!!!” y luego tocaban canciones rancheras. El chofer de la familia, Felipe, un simpático panzón “güero de rancho” oía la XEW. Mis padres no sabían manejar de manera que a todas partes nos llevaba el chofer. Mi madre solía ir al centro de la ciudad a comprar telas y como se tardaba horas escogiéndolas yo me aburría y prefería irme al coche con el chofer Felipe a oír el radio que me fascinaba. Recuerdo la emoción de escuchar la radionovela “Las aventuras de Chucho el roto”, al Dr. I.Q. , al Panzón Panseco, etc. Se oía mucho la estación donde daban la hora y, entre minuto y minuto, recuerdo la verborrea de los anuncios… “Marcos Carrasco rectifica su motor en ocho horas.” ...pip..pip… “Siga los tres movimientos de Fab, remoje, exprima y tienda nomás” ...pip, pip… “la hora exacta es”... , y un día a la semana, en la sala de mi casa, se prendía el radio para escuchar los programas de mi papá donde lo único que entendía yo era cuando lo anunciaban: … “con la Orquesta del maestro Raúl Lavista”... --¿Y dónde está mi papá?, preguntaba yo --Pues en el radio, dirigiendo la orquesta-- me contestaban.

De pronto, en 1951-52, irrumpe en las familias la modernidad, lo novedoso, lo máximo: ¡Aparece masivamente la televisión! y el mundo da un vuelco. Mis padres nunca compraron un televisor porque empezó el rumor, entre los intelectuales, de qué ver televisión idiotizaba a las familias, las embobaba y se rompía la comunicación entre ellas. Pero no era así para los niños, se nos abrió un panorama increíble de nuevas experiencias y aprendizajes. Yo iba a ver la tele a casa de mi mejor amiga, Ivonne Notholt, a diario. Los niños empezamos a tener conciencia de los horarios y no nos perdíamos los programas que nos gustaban: “Patrulla de caminos”, con Broederick Crawford, “El llanero solitario”, “Lassie”, “Rin-tin-tin” y mi favorito: “Sherlock Holmes”, con Basil Rathbone. Era una televisión aún precaria y no había videotapes por lo que los programas nacionales o locales se transmitían en vivo. Había un programa pavoroso para niños de un actor amanerado, Cachirulo, en el que los escenarios eran de vil cartón y se movían, éramos pequeños pero entendíamos que hablaba muy curioso y nos burlábamos del “trenecito express” de Cachirulo y de sus historias. De los programas locales recuerdo uno en especial: “Veinte preguntas” con Pepe Alameda, (el célebre cronista de toros) y otros participantes en el que con veinte preguntas deducían la incógnita del personaje histórico que tenían que descubrir y para un niño era un ejemplo de la inteligencia de los hombres y para mí de la aplicación de la “ciencia de la deducción”. Otro era “Teatro en casa” con los actores Ángel Garaza y Carmelita Molina quienes actuaban, camaleónicamente, una historia diferente cada semana, a veces salían como viejos, a veces de jóvenes, me asombraba la versatilidad de los actores.

Lo que más nos gustaba y nunca nos perdíamos eran las películas del cine mexicano que pasaban todos los días a las tres de la tarde. Nos encantaba la película “Los tres huastecos”, sobre todo la escena de la tarántula que le camina a Alejandro Ciangherotti por el cuerpo y la niña “La Tusita” le dice: ”voy, voy, tan grandote y tan collón”. Ya sabía yo leer y empecé a darme cuenta que en los créditos en muchas de esas películas, que nos hacían llorar o reir, aparecía el nombre de mi papá: música de Raúl Lavista. Esto naturalmente me intrigó. ¿Cómo era eso de qué mi papa hacía la música de terror que acompañaba la escena de la tarántula que caminaba sobre Ciangherotti? Mi madre me trataba de explicar lo que hacia mi padre y yo de entenderlo.

Destino: del radio a la televisión… y yo (XIX)
Destino: del radio a la televisión… y yo (XIX)

Los compositores Gonzalo Curiel y Raúl Lavista, acompañados del Presidente Ruiz Cortines después de un concierto en su honor, ca. 1952. Foto: Cortesía Paulina Lavista.

De pronto, un día, mi mamá me dijo “fíjate que tu papá va a salir en la televisión en un programa muy importante todos los miércoles a las nueve de la noche… (continuará...)

Google News

TEMAS RELACIONADOS