Que el capitalismo, en el contexto de instituciones políticas fuertes, puede traer buenos resultados, pero el problema es el capitalismo de cuates; que por encima del feminismo está la libertad de cada mujer; que ningún tema debe ser limitado en el terreno del arte; y que las primeras obras de Mario Vargas Llosa soportan una lectura feminista, son algunas ideas que comparte Alma Karla Sandoval, una escritora morelense que, desde Corredor de antorchas hasta Feministario , acumula treinta obras publicadas, entre libros de cuentos, poemarios, ensayos y novela. Los doce títulos que llevan su nombre, aparecidos entre 2018 y 2019, pueden ofrecernos una idea de la furiosa rapidez con la que piensa y escribe. Yo soy arrasado por ese ritmo mientras charlamos; en varios pasajes, sus respuestas aterrizan antes de que la pregunta termine de despegar, y entonces debo reformularla. ¿Hay algo más asombroso que eso? Definitivamente: mis coincidencias con esta feminista resultan más que las que calculé a priori, que equivalían a cero. Acá comparto el testimonio.

Deberías besarme y yo parar los juegos del granizo.

¿Quién va a salvarse de esta ceremonia oscura?,

¿con qué ojos sino los tuyos que alimentan

la conversación en Comala?

En estos versos de El país extraño parece existir un diálogo entre el feminismo y la mujer, en medio de un escenario de desolación. ¿Es el feminismo la tabla de salvación para las mujeres?

Definitivamente. Creo que es la única. Creo que el mar es de sangre, de cartílago, de huesos, de cuerpos. Y creo que la única alternativa en este momento es el feminismo, incluso, como materia que debería enseñarse en las escuelas, en los niveles básicos. Porque el feminismo no sólo nos concierne a las mujeres, sino también expone una crisis de masculinidad en la formación de los hombres. El feminismo también ataca lo que entendemos como identidad de género; cómo se construye la idea del sujeto varón o el sujeto mujer, cómo nos enseñan que estos roles corresponden a cierto tipo de personas, asignadas como mujeres en una escena clínica a partir únicamente de lo biológico, por tener vagina, y los hombres, por tener pene. Y, sobre todo, cómo la subalternidad de la mujer está dada por un discurso de la carencia, es decir, la ausencia de pene.

Y si vinieran por nosotras,

con sus armas largas,

sus uniformes del crimen,

sus puños de patriarcas psicópatas,

iríamos porque entonces,

si vinieran por nosotras,

es porque habríamos vencido.

¿Cuál es esa victoria final a la que aspira el feminismo?

Son distintas olas por las que el feminismo ha atravesado. No hay acuerdo sobre si estamos en la cuarta o en la tercera. Creo que a nuestras abuelas les tocó conquistar el voto; a nuestras madres, el divorcio. Y, a nosotras, nos toca conseguir el aborto, la libertad de las mujeres para decidir sobre nuestros cuerpos. Y, sobre todo, hay algo que tiene que ver con que no me obliguen a tener hijos si no quiero; que no me conviertan, como dice Celia Amoroz, en una incubadora acéfala, sino que también tenga derecho a transitar a la hora que yo quiera por la calle sin miedo. Nuestra conquista es que no nos maten.

Considerando la debilidad de las instituciones de salud, ¿no está exponiendo el Estado de Oaxaca a las mujeres a ser víctimas de negligencia médica?

Cuando un aborto se hace bajo mínimas condiciones de seguridad y conocimiento, la vida de las mujeres no corre peligro. ¿Era este el momento para el aborto en Oaxaca? Por supuesto. Siempre es el momento para que las mujeres podamos decidir sobre nuestro cuerpo.

¿Cada feminista escoge libremente su vida, o existe un cierto tipo de vida que el feminismo tiene pensado para las mujeres?

No tendríamos que declararnos feministas para poder aspirar a vivir libremente la vida que queremos. Lo maravilloso del feminismo es que no es uno solo, sino que es plural y diverso. No existen mandatos. Lo que hace el feminismo es entregarte llaves, para que abras y rompas los cerrojos. Pero cuando al feminismo no se le comprende, se le teme, se le sataniza. Uno de los desafíos que enfrentamos las feministas es precisamente quitarle los candados y educar a la población civil, para que entienda que el feminismo es emancipación desde el ser de cada mujer, que, por supuesto, tiene derecho también a no inscribirse en ningún feminismo si no quiere. No estamos obligando a nadie a ser feminista. Lo que importa es el deseo y el placer de cada mujer.

En Cartas a una joven feminista, al igual que Kate Millet en Política sexual, expones la dominación del hombre sobre la mujer que se proyecta a través de la literatura. ¿Deberían restringirse las obras literarias que fomentan lo que las feministas denominan “patriarcado”?

Mi mirada como creadora es que absolutamente nada se tiene que limitar dentro del arte, porque el mismo arte, con su ethos libertario y su energía denunciatoria, se ríe de cualquier tipo de ideología que pretenda coaccionarlo. El arte es el campo, y querer ponerle algún candado es como tratar de ponerle puertas a las llanuras. No creo que tenga que prohibirse nada. El ejercicio de la sexualidad heteropatriarcal, heteronormada, falocéntrica; la industria de la pornografía, basada en la pedagogía de la crueldad; en general, las prácticas sexuales, conforme la cultura vaya cambiando, también se irán modificando, y aprenderemos otras formas de ejercer la sexualidad, con, sin o a pesar de la penetración.

Caminó y dijo que era buena idea que la historia terminara aquí,

junto a las elecciones erradas, los tragos amargos, el filo de cada mes,

las letanías, el polisíndeton oxidado

porque sabe cuánto cortan las fronteras

y que nada sirve caminar bajo un cielo bellísimo.

¿Estás convencida de que todas las historias que implican que una mujer se sienta sin mácula, sin resentimientos –como escribes en Cartas a una joven feminista-, y que implican a hombres inteligentes, encantadores, se traducen en fronteras que cortan?

Dentro del amor romántico, estoy completamente convencida de que sí. Me parece que las cicatrices son importantísimas, y creo que el filo con el que cortan las fronteras y los límites en la vida nos van dejando cicatrices que cuentan nuestra propia historia y que la honran. Yo desconfío de alguien que no tiene cicatrices. Una vez aclarado eso, creo que en una cultura misógina y feminicida, como en la que vivimos, se les enseña a los varones a ejercer lo que ellos creen que es el amor a partir del maltrato emocional hacia la mujer, y ese es el culmen del amor cortés, que es profundamente medieval. El marco epistemológico no se ha movido ni un milímetro. Por eso tenemos que crear dispositivos, herramientas, decálogos si es preciso, para advertirnos las unas a las otras, con el fin de que no nos maten las ganas de vivir.

Uno de los enemigos que señalas desde tu primera carta es el capitalismo. Observas en él uno de los mecanismos de opresión contra la mujer. Sin embargo, cuando revisas los países con mayor libertad económica, existe cierta coincidencia. Dinamarca, Alemania, por ejemplo, combinan economía de mercado con prestaciones sociales, y también son mejores países para ser mujer. ¿No está la causa feminista atacando al responsable de la emancipación de las mujeres?

Bueno, teóricamente el capitalismo, entendido como libertad de mercado, no suena tan mal. Y, en algunos momentos de la historia de occidente, sobre todo, ha traído progreso para el grueso de la población. Pero al capitalismo que yo me refiero en Cartas a una joven feminista no es ese, sino al capitalismo gore, del que habla Sayak Valencia. Es un capitalismo en el cual se ha recrudecido totalmente esta libertad de mercado, que inclina la balanza hacia un lado. Porque si llevamos el ejercicio de un sistema económico hasta su extremo, obtenemos las consecuencias que tenemos ahora. Cualquier teoría, si la llevas al extremo, arroja consecuencias funestas, y una de las consecuencias es este moridero, por la implementación del famoso “capitalismo de cuates”, en Estados fallidos como el que tenemos. Por supuesto que no hay nada malo con el capitalismo en Estados fuertes, en donde existe un marco jurídico, en donde se ejerce la libertad de mercado en favor de todas y todos. También te digo que tenemos ese prejuicio: los altos indicadores en la situación de las mujeres en los países de primer mundo. Todo puede marchar muy bien con la bolsa de valores, con el poder adquisitivo de una familia, pero, dentro de la familia, el régimen patriarcal sigue siendo el mismo. La cuestión no solamente es económica.

¿Pero te parece que las mujeres viven mejor en Cuba o en Venezuela que en Estados Unidos o en España?

Yo creo que las mujeres no viven bien si hay patriarcado. No me atrevería a hacer el comparativo de Venezuela y Cuba con Estados Unidos o España, pero entiendo la pregunta. Yo estuve pasando tres meses en Beijing, y reconozco que la cuestión occidental, con su cierta conquista y tomas de aire para las mujeres, es mucho mejor que en China. Si estamos hablando de poder adquisitivo, no se tiene que considerar sólo la vida de las mujeres, sino de los hombres: niños, jóvenes, ancianos; habría que considerar a la sociedad en general.

¿Cuál sería el modelo adecuado para que una mujer pueda desarrollarse plenamente? ¿Está más cerca del colectivismo socialista o de las sociedades abiertas, liberales?

El liberalismo total arma un caldo de cultivo para el negocio del narcotráfico, que es el negocio de la muerte. Ahora, si te vas al otro extremo y piensas en Mao, pues también causa horror y quieres salir corriendo inmediatamente de ahí. O Stalin, con los gulags. Yo escribí una novela histórica sobre los gulags (Desde el corazón siberiano; Ediciones B), que me llevó a revisar seriamente toda la historia del estalinismo. El problema son estas ideas absolutas que se ejecutan sin equilibrios. Tratar de estar más cerca de un posible centro, pero que se mueva y se desplace a favor de quienes más lo necesitan; sin dejar de tomar en cuenta que quienes no lo necesitan tampoco deben ser desatendidos.

El título de tu obra me recuerda a una homónima de Mario Vargas Llosa: Cartas a un joven novelista.

Por supuesto, conozco la obra de Mario Vargas Llosa; lo admiro y lo critico. ¿Qué opinión te merece Vargas Llosa? Un tío, gran lector de Vargas Llosa, y yo teníamos años esperando que le dieran el Nobel. Lo que le celebro a Mario Vargas Llosa son dos cosas: como feminista –y lo que estoy diciendo puede ser completamente contradictorio desde un punto de vista combativo feminista-, como verdaderamente conozco la obra de Vargas Llosa, te puedo decir que, en los primeros libros, podemos encontrar un Vargas Llosa feminista. ¿En qué sentido? En que la libertad, tanto de hombres como de mujeres, se ejerce. La que quiere romper, rompe. La Tía Julia rompe los mandatos del patriarcado. La maravillosa colombiana, en Pantaleón y las visitadoras, rompe; la niña mala, en Travesuras de la niña mala, rompe. Te estoy dando tres ejemplos de mujeres que retrata Vargas Llosa, como hay otras que no rompen, son dominadas y es terrible su suerte. Es la vida: hay mujeres que nos emancipamos y otras que no.

Por otro lado, encontramos una profunda crítica del ejercicio y la construcción de la masculinidad en América Latina. Lo encontramos en La ciudad y los perros: cómo se recluta, se forma y se adoctrina un joven en el Colegio “Leoncio Prado”, y nos damos cuenta de cómo se construye con acciones la pedagogía de la crueldad, con la cual se demuestra la potencia de un hombre para poder ser considerado, por los otros hombres, como tal. Lo vemos en Los cachorros, con Pichulita: el perro le cercena el miembro, y entonces ya es un hombre de segunda. Lo vemos, incluso, en la fluidez de género, en la bisexualidad, con Gauguin en El paraíso en la otra esquina.

¿Entonces es posible también una lectura feminista de Vargas Llosa?

Sí aguanta. No sé si todos los libros; los primeros, por lo menos, si aguantan una lectura en clave de género. En sus primeras obras, Vargas Llosa exhibe la pedagogía de la crueldad, la manera en que se forman los machos latinoamericanos y el daño que le hacen a nuestra cultura. En su investigación antropológica en las cárceles de Brasil, Rita Segato observa lo que observa Vargas Llosa en Los cachorros: entre más jóvenes y en grupo, más crueles y violentos son los hombres, tanto contra las mujeres como contra ellos mismos. ¿Ves cómo Vargas Llosa si admite una lectura en clave de género?

Eso respecto de la obra. Ahora, en su vida, Mario Vargas Llosa ha resultado ser un hombre profundamente contradictorio. Calculo que leíste Lo que Varguitas no dijo… Por supuesto. Pero a mí lo que me interesa de una antropóloga, de un escritor es la aportación de su obra, de su trabajo. A mí no me interesa saber con cuántos hombres se acostó Oscar Wilde o con cuántas mujeres Marguerite Yourcenar; me interesan las obras. Mi opinión es que Vargas Llosa no ha tomado las mejores decisiones con las mujeres que lo rodean; pero no es mi vida, es la de él. A mí no me gustaría que él se metiera en la mía.

En la mejor tradición seguida por Harold Bloom: el interés centrado en la obra…

¡Ah, no! Pero Harold Bloom es bastante misógino, es un machista. Basta revisar su canon y ver cuántas mujeres hay en su canon; que tampoco es la maravilla El canon occidental. Ahí sí cuestiono la obra. Harold Bloom no aguanta una lectura de género. El canon de Bloom le ha hecho muchísimo daño a la literatura; es un ejemplo de lo que, en el vocabulario feminista, Denisse Buendía y yo denominados “editopatriarcado”, y uno de sus máximos representantes en occidente se llama Harold Bloom.

¿Habría que elaborar un canon que incluya a más mujeres?

Pero no por cuota literaria, sino desde una perspectiva objetiva. Porque tampoco estoy de acuerdo en que, aunque tu obra no lo merezca, te pongan a fuerzas por ser mujer. ¡No! ¿Pero hay mujeres que tenían que estar en lugar de muchos hombres? Por supuesto. En lugar de Tólstoi, Marina Tsvetáieva, Anna Ajmátova, si hablamos de poetas rusas. Además, el simple hecho de que el género de novela psicológica, en la que despostaron mayoritariamente los hombres, se ponga por encima de la poesía, donde existen tremendas poetas rusas, ya implica un sesgo machista.

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