Las remesas enviadas a nuestro país por los mexicanos que trabajan en Estados Unidos siguen aumentando. De acuerdo al Banco de México, entre enero y mayo de este año superaron los 19 mil millones de dólares. Es la cifra más alta desde que se tiene registro.

Son muchas las familias que han podido atravesar la crisis económica que vive nuestro país gracias al trabajo de los migrantes. Con lo que envían no solamente rescatan a sus cercanos, también le dan a México un alivio que no se ve de dónde más podría obtenerse. El año pasado las remesas constituyeron el 3.8% del PIB. Esto equivale a más de 875,000 millones de pesos. Hace dos décadas tenían el quinto lugar como fuente de divisas y para 2020 llegaron al segundo; quedaron muy por encima de los ingresos petroleros y casi duplicaron la inversión extranjera directa.

Las historias de esfuerzo detrás de este salvavidas para nuestra economía son demoledoras. Incluyen la manera en que cruzaron la frontera, la añoranza por abrazar a sus padres o hermanos, las intensas jornadas de trabajo y la nostalgia incesante por un país al que aman a pesar de que los expulsó.

Recientemente pude conversar con algunos de esos mexicanos que hacen que las cosas funcionen allá y que no terminen de desmoronarse acá. Sus testimonios no tienen desperdicio. Desde la cocina de un restaurante en Houston, Marcelino me habló de la razón por la que tuvo que irse: en Guerrero no había trabajo. “Me da nostalgia recordar la forma en que cruzamos. Lo logramos hasta el tercer intento.” Tuvo que nadar por el Río Bravo. Era invierno y el agua estaba helada. Recuerda que sentía miedo y mucha tristeza, pero no había otra opción. “Llevo 30 años trabajando aquí y le he podido dar de comer a mi familia. Son muchas horas diarias, pero hay que seguirle dando.”

En ese mismo lugar estaba Juan Antonio. En buena parte de los restaurantes estadounidenses es un mexicano quien pone el sazón. Es el caso de este paisano que nunca soñó con ser cocinero, pero la necesidad lo llevó a convertirse en uno. Con su trabajo ayudó económicamente a sus padres hasta que murieron y ahora sigue mandando dinero para apoyar a sus hermanos. “Trabajamos bastante, desde que amanece hasta que se hace de noche. Hay que seguir esforzándose duro todos los días. No hay de otra.”

Estados Unidos no solamente es la principal fuente de inversión extranjera directa para México, sino también el proveedor de empleo para todos estos mexicanos que han sido cruciales en medio de la actual crisis. Los apoyos destinados por el gobierno norteamericano tanto a los negocios como a los trabajadores durante los meses más críticos de la pandemia, terminaron beneficiando indirectamente a muchas familias de este lado de la frontera. Pero eso no sería posible sin el esfuerzo y compromiso de quienes nacieron acá, pero trabajan allá. Su generosidad y valentía nos han sacado a flote. Es mezquino no reconocerlo. También lo es el presentar el resultado de ese trabajo como si fuera un logro del gobierno. El beneficio es para muchos de este lado de la frontera, pero el mérito es solo de ellos.

@PaolaRojas