Los contagios, muertes y hospitalizaciones por COVID han disminuido en las semanas recientes. La vacunación avanza, aunque lentamente, y con ella la esperanza de volver a la vida como la conocíamos. Ya están abiertos los centros comerciales, los cines, los teatros, las iglesias y las ferias. El tapabocas y las medidas sanitarias son parte de la cotidianidad de casi toda la población. Sin embargo, las escuelas siguen cerradas. Los niños llevan confinados ya un año. Los padres ven pasar los meses preocupados por los efectos del encierro. Las deficiencias de la enseñanza a distancia y los daños colaterales que ha traído esta pandemia a los menores no pueden seguirse desdeñando.

En Latinoamérica, que es la región del planeta que más tiempo pasó sin clases presenciales debido a la crisis sanitaria, muchos países han regresado a las aulas recientemente. México, Panamá, Perú y Ecuador aún siguen bajo el esquema virtual.

Una de las mayores preocupaciones de este tan largo confinamiento es la deserción escolar. UNICEF estima que por lo menos 3 millones de niños de esta región no volverán nunca a clases. “Mientras más se alargue este periodo de cierre, menos posibilidades habrá de que muchos niños vuelvan", explicó Ruth Custode, oficial de Educación en Emergencias para América Latina y El Caribe de esta organización. Unicef informa también que el promedio mundial de cierre de clases presenciales por la pandemia ha sido de 95 días, mientras que en América Latina ha sido de 158, cuando el calendario escolar es de 190 días. Casi un ciclo escolar entero perdido.

La Organización Mundial de la Salud planteó hace meses que las escuelas, con las medidas sanitarias correctas, no son un foco de contagio. “Las escuelas no juegan un papel central en la transmisión del coronavirus”, resaltó en conferencia de prensa desde el 28 de agosto pasado, el director regional para Europa de la OMS, Hans Kluge. En casi todo el mundo escucharon el mensaje y comenzaron a abrir poco a poco.

El mismo Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, declaró con vigor también en agosto del 2020 que el cierre de las escuelas podría ocasionar una catástrofe generacional: “Vivimos un momento decisivo para los niños y los jóvenes de todo el mundo. Las decisiones que los gobiernos y los asociados tomen ahora tendrán un efecto duradero en cientos de millones de jóvenes, así como en las perspectivas de desarrollo de los países durante decenios”.

En nuestro país, la reapertura de escuelas no está siquiera en la agenda a pesar de las consecuencias académicas, psicológicas, emocionales y económicas que esto ya está acarreando. Mientras no ocurra, la reincorporación de las mujeres al mundo laboral se seguirá posponiendo, y con ello la plena recuperación de la economía.

Más allá de eso, urge pensar en las afectaciones a los niños. Y es que no hay información ni mucho menos un diagnóstico de lo que ha ocurrido con ellos en estos meses de pandemia. De acuerdo a la Red por los Derechos de la Infancia en México, no existe un registro de cuántos quedaron huérfanos, cuántos dejaron la escuela, ni cuántos necesitan ayuda. ¿Por qué no los toman en cuenta? El futuro de nuestro país está confinado y a casi nadie parece importarle.

HUERFANITO.

Decidieron “reponer” la encuesta para definir al candidato de Morena en Guerrero días antes del 8 de marzo. Seguramente buscaban que la indignación de las mujeres no apuntara a Salgado Macedonio. Una vez concluidas las protestas, vino el anuncio de que él era nuevamente el ganador. Si piensan que con eso libraron el repudio, avísenles que sólo lograron aumentarlo.

@PaolaRojas