Son muchas y profundas las diferencias entre Joe Biden y Donald Trump, por ejemplo, el manejo en la política sanitaria para vencer al Covid, su percepción sobre la existencia y urgencia de frenar al cambio climático y la política migratoria.

Una de las primeras órdenes del nuevo mandato de Biden fue dejar de destinar recursos a la construcción del muro fronterizo. El muro de la vergüenza, símbolo de la xenofobia, esa barrera carísima que Trump les vendió a sus simpatizantes prometiéndoles que les protegería de aquellos que son diferentes; aquellos que no son blancos y anglosajones; aquellos que le quitaban lo “grandioso” a América.

El 25 de enero de 2017, Trump firmó un decreto que autorizaba la construcción del muro en la frontera. Su objetivo era abarcar los más de 3,100 kilómetros que separan (o unen, según se prefiera ver) a Estados Unidos y México; kilómetros que suponían según sus palabras “un grave riesgo para la seguridad nacional”. Acompañó el decreto con declaraciones en las que tachó a los migrantes de violadores y criminales.

El presupuesto inicial para el muro se cifraba en 25 mil millones de dólares. Trump advertía insistentemente que iba a ser pagado por México. Eso claramente no sucedió. El republicano se valió de todo lo que pudo para destinar fondos que solventaran su necedad. Unos 6 mil 300 millones de dólares del Departamento de Defensa se usaron para ese fin. A ese monto hay que añadir otros 3,600 millones de dólares del presupuesto del mismo departamento justificado bajo el rubro de construcciones militares, además de unos 3,400 millones del presupuesto anual de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza. Una cantidad millonaria que se fue a la basura porque la migración, obviamente, no se detiene con una pared.

Según los últimos datos de la Customs and Border Protection (CBP), hasta el pasado 4 de enero se habían construido “452 millas” (unos 720 kilómetros) del llamado “nuevo sistema de muro fronterizo”. La cifra declarada en la Casa Blanca era de unos 800 kilómetros a principios de este año. Pero como ya nos comprobó la historia, en el mundo de Trump reinaban sus propias ficciones. En realidad, buena parte de lo que presumía como avances del nuevo muro eran sustituciones o reparaciones de estructuras de la frontera ya existentes y que estaban deterioradas.

Se calcula que, en realidad, el “gran muro” se reduce a poco más de 120 kilómetros nuevos. La xenofobia del discurso del expresidente salió obscenamente cara.

Una vez más la historia nos comprueba que la demagogia (ya sea xenófoba o populista) sólo lleva a las sociedades al despilfarro de recursos, a la polarización de la población y al colapso de la sociedad. Es nuestro deber como ciudadanos no morder ese anzuelo.

@PaolaRojas