A las mexicanas y mexicanos: El mensaje dirigido a la nación el día de ayer por el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, tuvo lugar en el marco de un merecido festejo que evoca su toma de protesta hace tres años, en donde oficialmente el pueblo de México y el Gobierno comenzaron a escribir juntos una nueva historia, para dar continuidad a la que con esperanza comenzó hace algunos años.

Una historia que dio continuidad a la lucha independentista, para seguir con la misma tinta y pluma, aunque con otras manos, escribiendo la de la Reforma y, posteriormente, a la Revolución Mexicana que estuvo a punto de ser derrotada por décadas de neoliberalismo. Afortunadamente, retomó el rumbo el 1 de julio de 2018 para dar paso a la cuarta transformación.

La lección de la elección, como lo señala Andrés Manuel, es que debemos enfocarnos en los pobres. Sin dejar de gobernar para todos, para los humildes y para los olvidados. Los más necesitados son la prioridad. Por el bien de todos, primero los pobres, significa combatir la marginación, la discriminación y el racismo, no sólo para alcanzar la justicia social y la igualdad, sino también para no despertar odios, rencores o alimentar resentimientos que nos impidan a todas y a todos vivir libres de temores y con seguridad; porque la paz es fruto de la justicia.

Lo anterior es un principio de Estado sobre el cual se diseñan las políticas públicas y las leyes, y no un slogan sacado del marketing. Si a estas alturas del camino, esto no ha quedado claro para algunos, entonces no han entendido nada, lo cual los coloca al margen de la nueva arquitectura política y de las reglas escritas e implícitas del nuevo Régimen. Cuando digo al margen, me refiero también a los “adversarios” de este Gobierno, palabra que entrecomillo, porque estoy convencida de que nadie puede ser opositor de lo que no entiende desde un principio, y menos aún, luchar contra ello. La premisa fundamental para elaborar una antítesis es comprender la tesis. Hay quienes no han aprendido la lección.

Por el bien de todos, primero los pobres, es incluso, una propuesta de corte internacional como lo pudimos observar en el Consejo de Seguridad de la ONU, al proponer un plan global contra la pobreza para dar una vida digna a 750 millones de personas, a través de un mecanismo, denominado Programa Mundial por la Fraternidad y el Bienestar, que tiene como objetivo recaudar un billón de dólares a través de tres principales fuentes de ingresos: la contribución voluntaria anual de 4 por ciento de las mil mayores fortunas del mundo; otra aportación similar de las mil empresas más grandes, y 0.2% del PIB de cada uno de los países miembros del G20.

Y es que la brecha de la desigualdad en México y en el mundo resulta intolerable ética y políticamente. Los excesos del neoliberalismo han llevado a la humanidad por un derrotero incierto, lleno de obstáculos y de ideales inalcanzables para las mayorías.

Una propuesta que ya había sido expuesta antes por prestigiados académicos, incluso por algunos premios Nobel de economía; sin embargo, la magia del presidente es decirlo de forma sencilla y articular una salida igual, aunque quede clara en los hechos su dificultad, pues durante mucho tiempo los mercados, los intereses y el dinero, han estado por encima de los recursos naturales y de los seres humanos. Una magia que tuvo su esplendor la tarde de ayer en el corazón de México. El Zócalo Capitalino mostró en el pueblo su esplendor, en la bandera su grandeza, en la música la alegría y en las palabras del Ejecutivo Federal la esperanza de un pueblo que no aprendió a rendirse.

Más allá de las cifras y acciones señaladas por López Obrador en su peculiar discurso, queda claro que hemos avanzado, los resultados están a la vista: en mercados emergentes el peso mexicano es la moneda mejor posicionada; la fusión tripartita de pueblo, ejército y gobierno es inédita; y la aceptación de casi 70% durante la pandemia a escala global es una verdadera hazaña. Estamos a medio camino y la transformación está sucediendo a nivel social, económico, político y personal.

El pueblo, el régimen, las leyes y el sistema económico no son los mismos de hace tres años. El reto de la clase política es conocerlos, entenderlos y respetarlos, porque ya nada ni nadie puede detener a la 4T.

Activista social. @larapaola1

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