A las mexicanas y mexicanos:

Liu Xiaobo, defensor de los derechos humanos y Premio Nobel de la Paz en 2010, dijo con verdad que “la libertad de expresión es la base de los derechos humanos, la raíz de la naturaleza humana y la madre de la verdad. Matar la libertad de expresión es insultar los derechos humanos, es reprimir la naturaleza humana y suprimir la verdad”.

La palabra es tan precisa, tan contundente y poderosa que ni las balas han podido mermarla, asesinan a quien la escribe o pronuncia, pero nunca sus alcances. Lo dicho con verdad e integridad queda para siempre grabado en el alma de la sociedad.

Los crímenes de sangre y de hambre son igualmente letales, aberrantes y condenables, y la cárcel debe ser el destino de quien los comete. A las y los periodistas hay que protegerlos contra cualquier tipo de violencia.

De acuerdo al artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, todas la personas tienen “derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

Este derecho está íntimamente relacionado con el derecho a la información, de reunión , asociación y pensamiento. Al tiempo que posibilita la democracia y su pleno ejercicio confirma la existencia de un Estado libre, moderno y de derecho.

Al escuchar la oprobiosa frase de Alito “A los periodistas no hay que matarlos a balazos, papá…hay que matarlos de hambre…”, recordé la famosa frase del expresidente José López Portillo “no pago para que me peguen”. Expresiones que no son dichos sino principios de esa rancia, corrupta y despreciable clase gobernante que el pueblo repudia.

Hago un paréntesis, para llamar la atención del lenguaje propio de chulos y proxenetas que utilizan los políticos de ese clan: mi gober precioso…, papá…. No cabe duda de que la forma es fondo, como decía don Jesús Reyes Heroles.

Afortunadamente, quedan menos y por poco tiempo, pues el actual dirigente del PRI y diputado federal perdió ocho gubernaturas el año pasado y en las próximas elecciones del 5 de junio, perderá Oaxaca e Hidalgo, así que su partido tendrá por ahora solo los gobiernos del Estado de México y Coahuila, los cuales se renovarán en 2023 y que, con certeza, vivirán por primera vez la alternancia y la tranquilidad de no ser gobernados por la “mafia del poder”.

Esas frases, también me recuerdan que hace muchos años había un Rey que gastaba todo el dinero del pueblo en lucir siempre trajes nuevos. Tenía uno para cada ocasión y para cada hora del día. Un lunes por la mañana se presentaron dos hombres que se hacían pasar por tejedores y decían hacer las telas más hermosas y elegantes del mundo. El rey inmediatamente les entregó un cuantioso adelanto para que le tejieran los mejores trajes.

Estos hombres montaron un telar y simularon que trabajaban. El rey, ansioso por ver las telas, envió a su secretario para supervisar los avances. ¡Dios mío no veo nada! -grito horrorizado-.

Los tejedores le preguntaron si no le parecían magníficos los colores y los dibujos, mientras le señalaban el telar vacío. El hombre, desconcertado, dijo que le parecía todo maravilloso y que se lo comunicaría al rey. Y así lo hizo.

Los falsos tejedores pidieron más dinero y evidentemente el rey se los dio. Poco después, envió a otro secretario para inspeccionar el trabajo y ocurrió lo mismo que la vez anterior. Entonces, el rey quiso ver los esplendidos trajes y telas con sus propios ojos; sin embargo, al entrar no vio nada.

Los estafadores, le preguntaron al rey, qué le parecía; se acercaron a él y le dijeron al oído, lo felicito se rodea usted de gente muy capaz, sus secretarios son muy inteligentes. La virtud y genialidad de estas telas e hilos tan finos es que además de hermosas los estúpidos no las pueden ver. Inmediatamente, el rey se sintió inseguro y exclamó: me gustan mucho; apruebo el trabajo, es de muy buen gusto y elegante.

Al día siguiente dio inicio la máxima fiesta de la ciudad, el rey salió y desfiló por las calles con sus trajes hechos para ser vistos solo por las personas inteligentes. Nadie se atrevía a decir nada, tenían miedo por su conocida tiranía; pero, de pronto un niño gritó: ¡el rey no trae nada puesto, va en calzones! Es verdad comenzó a corear la gente y el pueblo entero se rio de él, lo despreció por estúpido y por haberse gastado el dinero de sus contribuciones en trajes y telas inexistentes, para dar rienda suelta a sus excentricidades.

Recordé este cuento de mi infancia porque al igual que el personaje de Hans Christian Andersen, el virrey Alito, se quedó en calzones y dejó a su partidazo igual. Muy pronto le rendirá cuentas a la justicia por los que mató de hambre y por lo que le robó al pueblo.

Activista social.

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