A todos los mexicanos: Todas las iniciativas que surjan de las mujeres, de los hombres, de la sociedad y de los Poderes del Estado en contra de la violencia de género y en favor del respeto pleno de los derechos de las niñas, las adolescentes y las mujeres son dignas de tomarse en consideración.

En lo personal, me inclino por las expresiones masivas y pacíficas, así como por las acciones que nos comprometamos a emprender desde nuestros contextos más cercanos para lograr transformar esa cultura que solapa, fomenta, reproduce y perpetúa la discriminación, exclusión y violencia hacia las mujeres.

Las mujeres somos víctimas de un sinnúmero de violencias, entre ellas, la sexual, la trata de personas y la feminicida, es decir, de las formas más extremas, crueles e inhumanas. Delitos que suceden muchas veces al interior de los propios hogares, pero que también están estrechamente relacionados con redes delictivas nacionales e internacionales.

No todos los delitos son denunciados por miedo, no todas las denuncias son investigadas diligentemente, no todas las sentencias resultan condenatorias y no todas las condenas son ejecutadas y purgadas. La justicia para la mayoría de las mujeres es inalcanzable, los casos que salen a la luz pública y que logran trascender, como los de Ingrid o Fátima, desafortunadamente no son aislados, suceden de forma cotidiana y recurrente, de ahí que su visibilización es fundamental porque el común denominador es que “no pasa nada”.

La problemática exige una alta responsabilidad ética y moral de quienes participan en la vida pública, ya sea desde un cargo gubernamental o de representación, pues el fenómeno de la violencia de género no debe ser utilizado como botín político que tenga como objetivo fines electorales.

Sabemos de cierto que la violencia de género tiene añejas causas estructurales que a lo largo de las décadas no se combatieron y, por ende, la solución va más allá de la buena voluntad, la coyuntura y la inmediatez. Una de estas causas, como señaló el presidente de la República, es el neoliberalismo –y yo agregaría la globalización en su conjunto-, porque resulta innegable que el sistema económico, jurídico y social que se construyó para soportar el neoliberalismo y la globalización está cimentado sobre los valores de la producción, el consumo, la oferta, la demanda, el dejar hacer y dejar pasar, donde la mercancía juega un papel preponderante.

Los seres humanos son explotados para producir mercancías, llegando al extremo de que las personas han sido convertidas en mercancías y vendidas en un mercado ilegal denominado trata de personas. Es decir, los seres humanos adquieren un valor por su capacidad de producir riqueza y cuando la pierden simplemente son desechados como objetos inservibles.

“Un día sin mujeres” es una propuesta a la que se han sumado diferentes sectores de la sociedad, la cual respeto y comparto; sin embargo, hay que tomar en consideración que:

1.- Para lograr la visibilización y el respeto se requiere mucho más que dejar de ir a trabajar.

2.- No a todas las mujeres que dejen de asistir al trabajo les pasará por la conciencia el “ser mujer” ni la violencia de la que somos objeto como género.

3.- Las niñas, las adolescentes y las mujeres valemos y tenemos derecho a ser respetadas y a que se nos garantice una vida libre de violencia por el hecho mismo de ser personas, por ser seres humanos, y no por nuestras aportaciones a la vida productiva.

4.- Pueden dejar de ir al trabajo y quedarse en casa solamente las mujeres que tienen un ingreso seguro y un estatus económico que se los permite. Aquellas que dependen del ingreso cobrado por día (trabajadoras del hogar, comerciantes, jornaleras agrícolas, meseras, etc.), que son la mayoría y las más vulnerables, seguramente no podrán hacerlo.

5.- Dejarán de ir a trabajar las mujeres cuyo sistema laboral se los permita, esto es, pueden faltar para manifestarse desde casa porque ya les dieron permiso.

6.- Muchas mujeres pensarán que es mejor quedarse en casa y no manifestarse públicamente para que no las critiquen o culpen de actos vandálicos.

7.- Para muchas otras mujeres dejar de ir a trabajar significará quedarse ahí con sus victimarios para volver a sufrir abusos, insultos y golpes.

Tal vez me equivoco, pero no dejo de pensar qué habría sido de este país si, por ejemplo, Zapata y Villa se hubieran quedado en su casa en lugar de tomar las armas, o si Andrés Manuel se hubiera encerrado en lugar de salir a las calles y, con la fuerza de las ideas y la razón, dar vida al movimiento social más relevante del siglo XXI en México.

Me pronuncio porque las mujeres tomemos las calles y el mundo entero para ocupar el lugar que legítimamente nos corresponde. Me gusta más la voz y no el silencio. Prefiero la sororidad con mis hermanas y no la complicidad androcéntrica. Elijo dar la batalla en lugar del statu quo.

Espero y deseo que “Un día sin mujeres” tenga un importante impacto en la sociedad y sus sectores para que todas y todos tomemos conciencia sobre la grave situación que vivimos las mujeres en México, bienvenida la propuesta, al igual que otras que abonen a combatir la violencia y establecer una nueva realidad donde sea efectiva la seguridad e igualdad sustantiva entre los géneros.


Titular del Fondo Mixto de Promoción Turística de la CDMX; activista social y exdiputada

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