A las mexicanas y mexicanos: Después de catorce años llegó la justicia para Lydia Cacho, una víctima más del sistema depredador y cómplice que la torturó y persiguió por haber publicado en 2004 su libro Los demonios del Edén, donde exhibió una red de pornografía, abuso y explotación infantil en la que están involucrados diversos funcionarios públicos y los empresarios Kamel Nacif y Jean Succar Kuri.

El pederasta Jean Succar Kuri, “el tío Johnny”, acusado por delitos sexuales en contra de varias niñas, purga una condena de 112 años de prisión. El exgobernador de Puebla, Mario Marín, “el góber precioso”, quien llevaba dos años prófugo de la justicia debido a una orden de detención emitida por una juez de Quintana Roo, fue detenido hace unos días por la Fiscalía General de la República (FGR), acusado de ordenar la tortura y el arresto ilegal de Lydia Cacho en 2005, cuando gobernaba Puebla; asimismo, otros funcionarios fueron vinculados a proceso penal por su participación en dichos delitos. Sin embargo, no son todos los involucrados en esa red que denunció la periodista; no, desgraciadamente muchos de esos pederastas, tratantes y abusadores siguen libres porque forman parte del poder económico y del rancio régimen político que se resiste a desaparecer.

Cómo olvidar la filtración de la llamada telefónica entre el entonces gobernador Marín y Kamel Nacif, publicada por el diario La Jornada: “Qué pasó mi góber precioso, mi héroe chingao / No, tú eres el héroe de esta película, papá. Ya ayer acabé de darle un pinche coscorrón a esta vieja cabrona. Le dije que aquí en Puebla se respeta la ley”.

La realidad es que, durante los sexenios de Fox, Calderón y Peña, los delitos cometidos en contra de Lydia Cacho quedaron impunes, al igual que los perpetrados en contra de las niñas, niños y adolescentes. No es ninguna casualidad que la ruta de la trata de personas tenga en Puebla un lugar preponderante, ni que en diversos municipios de esa entidad y Tlaxcala, los tratantes sean protegidos; tampoco es por azar que Cancún sea uno de los destinos favoritos de los pedófilos.

¿Dónde está la red?
¿Dónde está la red?

Por cierto, ¿qué hacía Marín en Acapulco? ¿Quién lo protegía ahí? Celebro su aprensión porque es repudiable que un victimario se pasee libre por las playas nacionales, mientras que la víctima sigue exiliada en España para proteger su integridad física.

Ahora, como dijo en su cuenta de Twitter la valiente Lydia Cacho: “vamos por todos”. Es fundamental detectar la red y castigar con todo el peso de la ley a sus demonios, sean quienes sean y estén donde estén. Aunque intrincada, tenemos que continuar desmadejando sus hilos para no dejar indefensas en sus fauces a más niñas y niños.

La tarea es inmensa pero no imposible. El poder económico y el poder político no pueden estar por encima de la justicia. Llegó el momento de poner a cada uno de esos “héroes” tras las rejas y devolverles cada “coscorrón” con un puño de justicia. La trata de personas es un ilícito trasnacional y la corrupción un cáncer mortal para el país; es nuestro deber combatirlos sin descanso hasta erradicarlos por el bien de toda la sociedad.

La detención de Mario Marín constituye un paso importante en el desmantelamiento de una red criminal, cuyos integrantes se hacen pasar por personas decentes, sonríen a las cámaras y forman parte de una élite de doble moral, que cierra los ojos ante la inmundicia de la pederastia y los abre sólo ante una falsa honorabilidad.

Titular del Fondo Mixto de Promoción Turística de la CDMX;
activista social y exdiputada federal

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