El aniversario 215 del Grito de la Independencia de México fue histórico, como lo fue también el Desfile Militar. Por primera vez en la historia fueron encabezados por una mujer, la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, presidenta Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y Comandanta Suprema de las Fuerzas Armadas.

La titular del Ejecutivo Federal lució enorme, firme, segura; la templanza es una de las mejores virtudes de su liderazgo. Enérgica y siempre humana.

La realidad es que hace menos de una década parecía un anhelo lejano que la silla presidencial fuera ocupada por una mujer, hoy es un hecho consumado. Y es que la lucha feminista, los mandatos legales como la paridad en todo, la igualdad sustantiva y la voluntad de transformación han sido fundamentales.

Cuando hace siete años hablábamos de un cambio de régimen y de un nuevo proyecto de nación, nos referíamos precisamente a eliminar exclusiones, superar atavismos, resarcir los derechos de los grupos marginados y establecer la igualdad de derecho y de hecho, tal y como corresponde a una democracia moderna y a una república representativa, donde nadie es más ni es menos, porque todos los derechos son para todas las personas sin distinción alguna.

La presidenta de la República, al mencionar a nuestras hermanas y hermanos indígenas y migrantes, confirmó durante la ceremonia del Grito de Independencia el objetivo del movimiento emprendido en 2018. Confirmó también la importancia de ser mujer y de que ello pase por la conciencia, como con sobrado acierto dijo Simone de Beauvoir.

Es verdad, el feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente, la presidenta lo sabe de cierto. Como si su sola presencia no fuera suficiente, se preocupó de que los símbolos acompañaran estas fiestas patrias, porque como es afuera es adentro.

Los símbolos dan cuenta de nuevas realidades, construyen cotidianidad, normalizan acontecimientos y posibilitan el cambio de las viejas estructuras para dar paso a nuevos constructos que apunten a la justicia, a la inclusión y a la igualdad. Lo visible hay que evidenciarlo y darle máxima exposición para sacar de la oscuridad a los ojos ciegos; debemos nombrarlo una y otra vez para hacerlo audible a los oídos necios.

Que la narrativa visual acompañe la discursiva no es cosa menor. Revela congruencia, ética, sororidad y sensibilidad. La política está hecha de detalles, quien la ejerce con profesionalismo cuida de ellos.

Tuvieron que pasar más de dos siglos para nombrar con sus apellidos a Josefa Ortiz Téllez-Girón; hoy se honra la memoria de Gertrudis Bocanegra y Manuela Medina, La Capitana, se rinde homenaje a las heroínas anónimas y a las mujeres indígenas. Ellas han hecho y nos han dado patria, nunca más serán invisibilizadas.

Leona Vicario, por primera vez ocupa un lugar en la galería principal del Palacio Nacional, la presidenta le dedicó espacio y tiempo, hizo un alto en el camino para reconocerse en su mirada.

Claudia Sheinbaum Pardo portó una banda presidencial elaborada por mujeres militares, y recibió la bandera de manos de una escolta conformada solamente por mujeres del Heroico Colegio Militar.

Vistió un traje cien por ciento mexicano y artesanal, diseñado y elaborado por mujeres indígenas; reivindicó la lucha feminista con el color morado, reconoció el valor de las artes textiles y abrazó la herencia cultural de nuestras ancestras. Un vestido hecho a mano, porque a mano las tejedoras de la patria reconstruyen el entramado social.

La dignidad del pueblo de México, la libertad, la independencia y la soberanía de nuestra nación es defendida con valentía e inteligencia por una mujer, por la primera presidenta de la República: científica, madre, abuela, esposa, artista y luchadora social.

La voz femenina resonó y su eco será escuchado por siempre.

Activista social @larapaola1

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