Los apagones ocurridos hace unos días fueron ocasionados por ciertos fenómenos meteorológicos no previstos que interrumpieron la generación térmica y derivaron en una disminución de la capacidad disponible, lo que condujo a cortes de luz graduales para satisfacer la demanda.

En México, una buena parte de la electricidad utilizada es generada por gas natural. Adicionalmente, una considerable cantidad del gas que utiliza la CFE es importado de Estados Unidos, lo que representa una dependencia para México. El problema se agravó por la falta de capacidad de almacenamiento para compensar la reducción potencial de los flujos procedentes de los Estados Unidos, y dicha reducción no pudo ser compensada totalmente por las plantas generadoras de electricidad ubicadas en territorio nacional. Por lo que es necesario -más aún en estos tiempos de frecuentes eventualidades climáticas- contar con una matriz energética diversificada junto con una adecuada infraestructura dentro de la transmisión, almacenamiento y distribución eléctrica.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas, el desafío más grande que se tiene a nivel mundial es el cambio climático. Éste ha provocado que los fenómenos meteorológicos extremos sean más frecuentes y con un mayor impacto, lo que nos recuerda la importancia de contar con programas y políticas de planificación adecuadas para la identificación y mitigación de riesgos financieros y no financieros, así como diversificar nuestras fuentes de energía.

Actualmente, México cuenta con diversas fuentes de generación de energía eléctrica, la reforma energética de 2013 impulsó la diversificación de su matriz. De acuerdo con la Secretaría de Energía, México cuenta con una capacidad instalada para generar electricidad a través de energía renovable en un 31%. Una nueva regulación en la industria eléctrica en México podría cambiar el orden de despacho de la electricidad y relegar las plantas de energía renovable de la iniciativa privada, lo cual no solo generaría incertidumbre, sino que podría afectar la competencia y libre mercado del sector, además de obstaculizar el progreso hacia energías renovables y más económicas.

Un desarrollo económico respetuoso con el medio ambiente mitigaría daños físicos y financieros provocados por el cambio climático, teniendo como externalidades beneficios en el bienestar social y económico. Debido a que la industria energética es uno de los sectores con mayor correlación al desarrollo económico de un país, tiene el potencial de contribuir de manera positiva al medio ambiente, descarbonizando la economía y aprovechando los recursos naturales.

Para que México pueda cumplir con sus metas medioambientales establecidas en el Acuerdo de París, es necesario ampliar la participación de energías renovables para disminuir el impacto y riesgo ante una falta de suministro de gas natural. No es conveniente centrar la política nacional en los combustibles fósiles ya que México es grande y diverso, además de contar con una amplia variedad de recursos naturales con los que podría diversificar sus fuentes de energía y lograr la soberanía energética.

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