Es posible que nadie haya previsto el inicio y el curso de la pandemia de COVID-19 . Sin embargo, diversos científicos pronosticaban que tarde o temprano nos llegaría una pandemia de algún tipo. Derivado del uso intensivo de nuestro capital natural y un mal manejo de nuestra biodiversidad, las enfermedades son progresivamente más frecuentes. El contacto humano con diversas especies de la naturaleza es cada vez más invasivo, ya que las operaciones de cultivo, tala, minería y extracción de petróleo se han trasladado a regiones antes despobladas, dañando los ecosistemas naturales y al mismo tiempo, exponiendo a las sociedades a riesgos infecciosos.

El COVID-19 vino a modificar nuestra manera de vivir y trabajar. Desde hace varios años, la responsabilidad social corporativa proponía una gestión de las relaciones laborales basadas en criterios económicos, pero también sociales y ambientales hacia un desarrollo humano más próspero. No obstante, la pandemia ha acelerado la disrupción social y ambiental en el proceso de toma de decisiones y comportamientos. Igualmente, modificó abruptamente las operaciones laborales alrededor del mundo hacia una modalidad a distancia, actualizando teorías del trabajo flexible y remoto respecto a la esencia del trabajo. Dentro del regreso a nuestra nueva normalidad tenemos la gran oportunidad de consolidar este gran avance.

Los recurrentes traslados a las oficinas y lugares de trabajo que generan tráfico y contaminación no empatan con una sostenibilidad ambiental ni con una calidad de vida laboral que desde hace años la sociedad viene buscando. Hoy en día, las videoconferencias se han convertido en una actividad popular que elimina la necesidad de transportarnos a reuniones de trabajo. Las empresas que no creían en el trabajo flexible y remoto tuvieron que implementarlo, medir resultados e incorporar estrategias para ser productivos.

El desarrollo tecnológico se ha alineado ante esta nueva normalidad laboral, impulsando a las empresas a aprender a trabajar de forma remota y eficientando sus comunicaciones. De acuerdo con una encuesta de la consultora internacional PwC, el 97% de los empleados mexicanos percibe de manera positiva el continuar trabajando remotamente. Además, el 58% de los encuestados asegura que su productividad aumentó durante el confinamiento, frente al 35% que declaró que esta se mantuvo. Finalmente, el 47% de los encuestados mencionó que la colaboración aumentó trabajando a distancia contra el 44% quienes consideraron que se mantuvo igual.

Sin duda alguna, el COVID-19 ha provocado cambios en paradigmas con respecto a la productividad en las empresas que dudaban del trabajo remoto, volcando la percepción del trabajo tradicional a la implementación de estrategias orientadas a mejorar aún más las habilidades de un futuro alineado con mejores prácticas laborales.

Adicionalmente, esta nueva normalidad ha traído consigo externalidades ambientales positivas, pues al evitar desplazamientos diarios relacionados a actividades laborales, hemos reducido nuestra huella de carbono en transporte, así como los consumos energéticos de nuestras oficinas.

Tenemos la oportunidad de situar al año 2021 como un punto focal compartido para trabajar hacia una sociedad más social y ambientalmente saludable, integrando la responsabilidad social en nuestras actividades diarias para mitigar nuestra huella ecológica, fortalecer

nuestra calidad de vida y elevar nuestra productividad hacia un desarrollo económico sostenible. Debemos reconocer que el mundo ha cambiado y necesitamos ajustarnos a estos cambios.

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